Jueves, y
mercadillo en El Arenal. Para mayor deleite de damas, y también de algún
caballero, la temperatura es de auténtica primavera. Entre esos caballeros me
encuentro yo, y no porque me gusten los mercadillos, sino porque me cuesta
andar, y en él ando, me paro y me siento
cuando el cuerpo me lo pide. Además, el mercadillo nace al lado de nuestro
hotel, y termina allá, donde Cristo dio las tres voces.
Mi primera
impresión fue la de que todos los negros de África se habían dado cita aquí,
seguramente para protestar porque no dejan venir a los pocos que aún quedan
tras las alambradas de Ceuta y Melilla. Pero no; estaban vendiendo, (o al menos
intentando vender), las mismas cosas que venden en todos los mercadillos.
Hablé con uno de ellos, (un
senegalés), porque me llamó la atención verle leer en un diccionario “francés-español” que tenía en la mano.
Cuando comprobé que hablaba español mejor que yo, le pregunté si
estudiaba francés. Pues no señor, el francés lo sabía de sobra, porque es su segunda lengua
que aprendió de niño en la escuela de su
pueblo. Ahora estaba aprendiendo palabras en castellano de esas que no son
corrientes en las conversaciones de cada día. Y lo hacía para entretenerse
entre cliente y cliente, porque estudiar, lo que se dice estudiar, estudiaba
inglés, en unas clases nocturnas.
Ahora, jódete con los negros. No nos quejemos después, si nos quitan
algunos puestos de trabajo de aquellos que hace algunos años no queríamos los
señoritos españoles, y que hoy no encontramos ni buscándolos a la luz de un
candil. La realidad, es la realidad. Este tío que seguramente cruzó el Estrecho
en patera, (eso si no fue a nado o agarrado a la hélice de una lancha
rápida), que también seguramente pasó
mil calamidades hasta llegar a Mallorca, que comerá lo pesque y dormirá vete tú
a saber sobre qué catre; que carga con los bártulos para ir de mercadillo en mercadillo, y que encima aprovecha
los ratos libres para perfeccionar dos lenguas que ninguna es la suya, es un
auténtico merecedor de encontrar un trabajo digno, sea negro, sea amarillo, o tenga juntos todos los colores
del arcoíris…
“Ya hombre, pero como decía mi
abuela, por la caridad entra la peste”.
Tu abuela era una egoísta, como lo eres tú y como lo soy yo. Seguramente
tú abuela cerró el pico cuando hace cincuenta
años aproximadamente los españoles emigrábamos a Francia y Alemania
buscando una vida mejor. O cuando en lugar de venir aquí tanto “sudaca” cetrino
como dicen algunos, fuimos nosotros los que con la disculpa de culturalizarlos,
arramplamos de América con todo lo que pudimos y un poco más para traérnoslo
aquí…
Si hasta los animales, ( que según
parece son incapaces de pensar), emigran
a bandadas cuando el hambres los empuja, ¿cómo no lo vamos a hacer los
humanos? Y si y no eres capaz de
compartir un mendugo de pan, como te
atreves a pedir a los políticos que en vez de subirnos los impuestos, se bajen
ellos los sueldos de vergüenza que se asignan así mismos…?
Total, que mira tú para lo que me
sirvió el paseo por el mercadillo. Comprar, no compré nada. Ver, ví lo de todos
los mercados, más un montón impresionante de negros deseando de vender, otro
montón de jubilados deseando de no gastar dinero por lo que pueda pasar, y una
pila de ingleses y alemanes revolviendo entre las falsas perlas “majórica”,
porque eran mucho más baratas que las
fabricadas en la factoría de Manacor… Pero encontré tema para pensar un
poco, y decidir que si queremos que el mundo mejore debemos empezar por
mejorarle nosotros mismos. Pero ya sabes: “Consejos vendo, y para mí…”
Jesús González ©
Jesús González ©
2 comentarios:
Otro rato entretenido contigo Rafael.
Hoy has tocado un tema actual muy delicado. Y como bien dices, antes nos fuimos, y ahora también tenemos que salir fuera de nuestro país.
Un abrazo fuerte.
Chencho,como siempre,me encanta todo lo que escribes y me da mucha rabia no haber heredado esa cualidad tuya, pero me alegro de que me hayas transmitido muchas otras...
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