sábado, 8 de marzo de 2014

MALLORCA (V)





            Si leíste mis capítulos anteriores y todavía te atreves a seguir con este, mira, no me lo tomes a mal, pero  si no es con un siquiatra, consulta al menos con un sicólogo: pudiera ocurrir que te estuvieras volviendo masoquista, y no te hayas dado cuenta. Si apenas me he movido del hotel, ¿qué coño puedo yo contarte de esta isla, y qué interés puedes tener tú en lo que te cuente?

            Mucho la verdad es que no te puedo contar, pero puedes estar seguro de que lo que te cuento está bien observado, y si me equivoco es porque yo fui el primer engañado, pero nada más lejos de mí, que inventarme  patrañas mallorquinas. Sólo puede ocurrir que en mi afán de dejarte   las cosas claras, exagere un pelín. 

            Hoy salí de excursión. Bueno, tampoco fue propiamente una excursión, sino que me dejé cazar con todas sus consecuencias, por los ”manteros” que llaman las guías del Inserso. A los “manteros” los conozco hace un millón de años,     aunque entonces aún no habían sido bautizados con ese nombre. Los hay en Baleares, en Canarias, en toda la Costa del Sol, y en cualquiera de aquellos lugares donde se llenen los hoteles en verano con alemanes e ingleses, y en invierno con los jubilados nativos.

            Tienen una forma  especial de incitar a la gente para que compre lo que la gente nunca había pensado comprar. Te juro que la aventura tiene su morbo: La mercancía que te ofrecen es generalmente algo que en el fondo tu sabes que no te va a servir para nada, pero te lo venden de forma tan convincente, que si no lo compras, te da la sensación de que te vas a morir al día siguiente, únicamente por no haberlo comprado. Ellos, “los manteros”, fueron los primeros en sacar de una puta oveja, pura lana virgen. De ahí les viene el mote. Lo primero que empezaron vender fueron mantas hechas exclusivamente de esa lana virgen, que hacía milagros. No pesaban nada, y abrigaban una barbaridad. Abrigaban tanto, que las pesetas que te costaban, (porque la cosa ya existía cien años antes de pensarse en el euro), lo ahorrabas el primer invierno  en calefacción.  Hasta le escuché asegurar a uno de ellos hace años, que, en Alemania, el gobierno había obligado a todos los hospitales del país a poner estas mantas en sus camas, porque  aportaban al enfermo energía positiva, y como por arte de magia eliminaban la electricidad estática negativa que siempre tienen los cuerpos. En realidad, creo que las mantas eran buenas, pero nunca mejores que esas tan “calentucas” que fabrican en Palencia.

            Y como para muestra basta un botón, ya no te cuento más de estos productos milagrosos que siguen vendiendo, como por ejemplo colchones que si no descansas te narcotizan para que te quedes dormido a los dos minutos, sillones que te dejan nuevos los riñones aunque tu tengas mil años, aparatos capaces de masajearte desde el dedo chico del pié  hasta el cráneo calvo donde seguro que te vuelve a salir el pelo…. Etc. etc. etc….., y muchos más etcéteras todavía. 

 Y cuando ya han comprobado que de cien euros para arriba es muy difícil sacárselo a la gente, (aunque, ¡hay que joderse! Siempre pica alguno), empiezan con el aloe vera, pero el vera, vera, vera, que sólo venden ellos, no el vera ese de farmacias y perfumerías que no es más que pura imitación. Y no te digo nada de la crema de “baba de caracol”- Los caracoles más babosos del mundo, son los que sueltan para ellos la más fina de todas las babas. ¿De qué crees si no, que  Sara Montiel tuvo tan estirado el pellejo de la cara hasta el momento en que exhaló el último suspiro?  Igual habías pensado que era porque la babeó Pepe Turs…? No, hombre, no. Fue de las babas de caracol que venden ellos.

            Pues bromas aparte, fui porque no tenía que caminar. Nos recogió el autobús cerca del hotel y nos transportó hasta Santa María del  Camín que es sede, o al menos es campo de batalla de esta gente. Una hora larga aguantando el rollo de la señorita, que tampoco se me hizo muy largo porque me distraje mirando la cara de bobos que ponían unos, y la de escépticos que ponían otros.  El regreso al hotel,  Armando, que así se llama nuestro guía, nos le hizo de lo más divertido y ameno, porque era un tío canario, (como él decía, por lo de canario), que con pico, pero ni amarillo, ni pluma, nos trajo por Magaluf, Palmanova, Portals Nous y todo el Paseo Marítimo de Palma, haciéndonos las oportunas paradas, y explicando con ganas de agradar todo lo que hubiera que explicar.  

                Jesús González ©

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