Hola amigo:
Te escribo después de pasar un par de semanas que no me
encontraba a mi misma y que ni siquiera me veía en el reflejo de la ría. La
vida me atosigaba y vapuleaba con la rapidez del tiempo, y conseguía llevarse
los momentos que solía tener para la lectura y el sosiego. La lucha para
retener el apresuramiento de ese tiempo me agotó, y también, ¡porqué no
decirlo!, me asustaba sentirme arrastrada por los años; veía en mi aspecto y el
de los míos, marcado con las primaveras, segundo a segundo, en cada minúsculo
surco de la piel.
No es la primera vez que me sucede, suele ocurrirme casi todas
las primaveras; parece como si la vitalidad de la naturaleza en esa estación donde
todo florece, regenera, e incluso, se alargan los días, pudiera con algunos
seres humanos, quizá los más débiles. Creo que han decidido darle nombre,
astenia primaveral.
Suele alimentarse arrasándome los nutrientes, acrecentando las
dolencias y asolando cualquier remedio, por ejemplo la alegría, y que anota sus
ganancias en un cansancio y desgana generalizada en el cuerpo, además, no
contenta con todo lo anterior, aporta algún constipado y un algo de tristeza
nostálgica, vivida o soñada.
Es entonces cuando intento curarme, como buenamente puedo y sé,
leyendo y escribiendo, a pesar de resultarme costoso. Leo que los poetas ponen
al descubierto en sus letras cada hueso que ocultaron tras el alma, esos que
pudieron incomodar sus vidas. Consiguen con esas frases deshacerse de recuerdos
o desazones, entre esas figuras retorcidas que forman las palabras, parecen
así, arropar mejor sus presentes. Sin querer, me añado a la historia que ellos
dejaron forjada en los libros y dejo derrumbarse mis melancolías entre sus
quimeras, entre abrazos y miradas, en las manos que entrelazaron otra edad y
sentimientos inocentes…
Tomo entonces, el cuaderno y el bolígrafo e intento escribir y
desahogar como ellos lo hacen. Descubro horrorizada que no soy poeta y que
tampoco nada añoro de mi entonces.
No añoro las caricias del pasado, ni tampoco que fueran más
intensas, más apasionadas o más lejos, porque aquellos amores fueron la
inexperiencia y la limpieza de caricias tan leves y delicadas como la brisa, y
pienso que más bien se buscaba la maravilla de la dulce promesa de volver a
verse otro mañana…
Y mira, sin querer y al releer esta carta para corregirla,
encuentro explicaciones a mis inquietudes y dejo atrás parte de mi abandono. Mi
tiempo desganado no es tristeza, yo creo amigo mío, que simplemente me arrastra
la pujante primavera.
Espero tu contestación que será para mí una medicación para mi
debilidad, así podré recuperar de todo mi baúl, cuerpo, abandonado por la
fuerza.
Abrazo.
Ángeles Sánchez gandarillas ©
Mayo, 2013
2 comentarios:
DE LA ASTENIA
Querida amiga:
Lo tuyo es grave. Si volviera a ocurrirte lo de no encontrarte a ti misma en un par de semanas, te aconsejo empieces por mirar bien debajo de la cama, en el cuarto de los trastos, o incluso dentro de la nevera. Todo, menos ir a ver si encuentras tu reflejo en la ría, porque pudiera ocurrir que con esa debilidad primaveral, te diera un mareo y cayeras al agua.
No. Muy bien no estás, pues creo que deliras débilmente. La vida nunca puede arrebatarte los momentos de lectura. En todo caso, te recomiendo agarres con fuerza el libro. Y para eso de que veías en los surcos de la piel, lo mejor es una crema antiarrugas, pues si de verdad es efectiva la crema, desaparecerán esos surcos donde tantos fantasmas descubres,
¿Qué la astenia arrastra tus nutrientes? Ni lo pienses amiga. No es la astenia. . Lo que tienes es la solitaria, y eso se arregla con un vermífugo potente. ¿Qué descubres horrorizada que no eres poeta? Yo tampoco lo soy, y no me horrorizo. Pero tranquila, que tú, si. Tú si eres poeta, ¿no ves como sueñas con el bolígrafo en la mano? ¿No ves como te olvidas de todo, y dejas que la imaginación vuele para dejar sobre el papel sensaciones que otros no sienten? Si, tu si eres poeta.
Anda, anda; toma a risa los desmayos primaverales, y escribe, que es lo tuyo. Y por favor, recupera el baúl de los sueños y las historias.
Más abrazos
¡Ay madre!, agradecida por los consejos, por lo de decir ue soy poeta y por los, uf, vermífugos, que si son purgantes, ya te digo yo que la debilidad se me acrecentará, jajajjajjajaajajajajajajajajajjajajajajjajajajajja, ¡ay!, cuanto me haces reír, cuanto; si supiera quien eres, te daría abrazos apretados, porque hacer reír no tiene precio ni baúl donde meter el beneficio que produce.
De momento, un abrazo literario hasta que descubra tu nombre, y ten en cuenta que lo descubriré aunque vivas algo lejos.
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