Razonemos: No es fácil encontrar un baúl abandonado. Yo
al menos, no le encontré nunca. Y desde que Foncho puso este título como tema
obligado del nuevo trabajo, no hago más que mirar a todos los rincones en busca
del “Baúl Abandonado”. Pero, ¡que si quieres arroz, Catalina!, que no veo ni uno. Porque digo yo que de haber un
baúl abandonado, tiene que estar un
rincón. En medio de una plaza es muy difícil que alguien le deje, y en
el centro de una calle tampoco podría durar mucho tiempo, porque es un estorbo tanto para el viandante
como para el que va en cualquier tipo de carruaje.
Además,
si el baúl es nuevo, nadie le abandona. Un baúl, baúl, cuesta unas perras,
y nadie que esté en su sano juicio le compra para abandonarle
después. Si es viejo, muy viejo, también pienso que valga lo suyo como reliquia
de tiempos pasados… Sobre todo si es de aquellos forrados de piel de becerro con iniciales de bronce
incrustadas a golpe de martillo artesano.
Entonces,
¿qué clase de baúl puede abandonar la gente?
Porque abandonar, no es perder, ni olvidar… Abandonar es dejarle con
plena lucidez, como diciendo:”Anda, y que te den pol….”
Podría
ser un baúl…. ¡Un baulucho…! De madera
de pino apolillada. A lo sumo, forrado por dentro con una tela con
pretensiones. Es decir, una imitación barata
de seda natural, pero ajada por
cuyas ranuras se colaron arañas buscando un sitio tranquilo donde depositar sus
huevos.
Pero tampoco esto me cuadra mucho. Que un baúl
no es una mochila, ni una maleta. Un baúl ya abulta lo suyo, y es imposible
abandonarle. Si no se quiere en la casa, lo normal es avisar al Ayuntamiento
para que mande al camión de los trastos a recogerle.
Pues
no señor. No acabo de concebir la idea
de un baúl abandonado… O sí. ¡Claro que sí! Ahora mismo, así, de repente, acabo
de ver claro. No un baúl, sino una docena de ellos si a mano viene. Todo es
cuestión de tiempo. Serán baúles virtuales, pero serán baúles. Y llenos a
rebosar. Cada miembro del Taller de Escritura llenará el suyo con la historia
que se le ocurra, y el día trece de mayo, igual que la Virgen María se apareció
en Coba de Iría, aparecerán resplandecientes las historias de estos baúles, en
los altos de la Biblioteca Municipal. Después de esa hora y media tan
agradable que pasamos juntos escuchando
las mutuas lecturas, Foncho los colgará en el blog del Taller, y ¡oh, dolor!
Allí quedarán abandonados por los siglos de los siglos… Esperemos
que algún día los descubra un navegante de Internet, y disfrute con su lectura.
Jesús González ©
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