sábado, 18 de mayo de 2013

LOS BAÚLES ABANDONADOS.




               Razonemos:  No es fácil encontrar un baúl abandonado. Yo al menos, no le encontré nunca. Y desde que Foncho puso este título como  tema obligado del nuevo trabajo, no hago más que mirar a todos los rincones en busca del “Baúl Abandonado”. Pero, ¡que si quieres arroz, Catalina!, que no  veo ni uno. Porque digo yo que de haber un baúl abandonado, tiene que estar un  rincón. En medio de una plaza es muy difícil que alguien le deje, y en el centro de una calle tampoco podría durar mucho tiempo,  porque es un estorbo tanto para el viandante como para el que va en cualquier tipo de carruaje.

               Además, si el baúl es nuevo, nadie le abandona. Un baúl, baúl, cuesta unas perras, y  nadie que esté en su  sano juicio le compra para abandonarle después. Si es viejo, muy viejo, también pienso que valga lo suyo como reliquia de tiempos pasados… Sobre todo si es de aquellos  forrados de piel  de becerro con iniciales de bronce incrustadas a golpe de martillo artesano.

               Entonces, ¿qué clase de baúl puede abandonar la gente?  Porque abandonar, no es perder, ni olvidar… Abandonar es dejarle con plena lucidez, como diciendo:”Anda, y que te den pol….”

               Podría ser un baúl…. ¡Un baulucho…!  De madera de pino apolillada. A lo sumo, forrado por dentro con una tela con pretensiones. Es decir, una imitación barata  de  seda natural, pero ajada por cuyas ranuras se colaron arañas buscando un sitio tranquilo donde depositar sus huevos. 

                Pero tampoco esto me cuadra mucho. Que un baúl no es una mochila, ni una maleta. Un baúl ya abulta lo suyo, y es imposible abandonarle. Si no se quiere en la casa, lo normal es avisar al Ayuntamiento para que mande al camión de los trastos a recogerle.

               Pues no señor.  No acabo de concebir la idea de un baúl abandonado… O sí. ¡Claro que sí! Ahora mismo, así, de repente, acabo de ver claro. No un baúl, sino una docena de ellos si a mano viene. Todo es cuestión de tiempo. Serán baúles virtuales, pero serán baúles. Y llenos a rebosar. Cada miembro del Taller de Escritura llenará el suyo con la historia que se le ocurra, y el día trece de mayo, igual que la Virgen María se apareció en Coba de Iría, aparecerán resplandecientes las historias de estos baúles, en los altos de la Biblioteca Municipal. Después de esa hora y media tan agradable  que pasamos juntos escuchando las mutuas lecturas, Foncho los colgará en el blog del Taller, y ¡oh, dolor! Allí quedarán abandonados por los siglos de los siglos… Esperemos que algún día los descubra un navegante de Internet, y disfrute con  su lectura.

                                          Jesús González ©

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