Creo que hoy va a ser día de relax.
Mi mujer se cansó un poco en su excursión de ayer a Monserrat, y yo me cansé de los cuatro
paseos que di, porque tengo las patas peor que el burro viejo de los gitanos.
Así que mucho no podré contar.
Observaré un poco el movimiento del
hotel, las caras que vea, y… para de contar. Lo de mirar caras es otra forma de
distraerse uno. Según el gesto que veas, puedes calcular lo que siente el que
estás mirando. Las lucubraciones son como un crucigrama a resolver,
pero sin saber nunca si lo hiciste bien, o no.
Para saberlo habría que preguntar, o decir a bocajarro lo que piensas, y
esperar el resultado. Por ejemplo: Mira, hace como tres o cuatro años me
encontré en los soportales de San Vicente con un compañero que fue, de la
empresa en que trabajé. Me dio un abrazo, y con la mayor naturalidad del mundo
me dijo: “Mira, González, como te conocí. ¡Con lo viejísimo y estropeado que
estás, y te conocí!” – Esta gente que es capaz de ser así de sincera, me encanta.
Algo parecido me ocurrió también hace años en
la feria de los Santos en Potes: Yo
tengo alrededor de la casa un poco de jardín, y otro poco de huerto. Vimos en la feria un camión de Palencia donde
vendían ajos, y mi mujer quiso comprar unos pocos para siembra. – “¿No serán de
regadío, verdad?”- Le preguntó al vendedor.- “Que los quiero para sembrar, y de
regadío no valen, que se pudren”. – “No señora, no son de regadío”. – “De todas
formas, fíjese bien en mí, que yo vengo todos los años a la feria, y como me
engañe, el año que viene me va usted a escuchar”. “De usted, no sé si me
recordaré. Pero del individuo que lleva al lado, seguro que sí.”- Como habrás
supuesto, el tal individuo era yo.- “¿Y eso, porqué?” – “Por las orejas que
tiene. Parecen dos ventiladores”. ¿Te das cuenta que sinceros son algunos
cabroncetes, como el palentino este de los c…, puntos suspensivos? Pero te juro que a mí, me hizo gracia. Si no
me la hubiera hecho, no te lo contaría.
Estoy escribiendo en un rincón de uno
de los salones del hotel, mientras la guía del Inserso le larga a un grupo
recién llegado, la perorata de las excursiones.
Yo, al tiempo que tecleo, calculo quienes son veteranos, y quienes
aterrizan por primera vez en este mundo de vejez distraída. Los hay que, muy acertadamente, no hacen ni puto caso. Prefieren estudiar por
su cuenta la situación, y actuar en consecuencia. Los nuevos están atentos,
atentos. Y como la guía también los ha localizado, es a quienes se dirige coaccionándolos
con lo de que si no se inscriben ahora mismo, a lo mejor más tarde no quedan
plazas. ¡Cochino mundo este!
Pues mi costilla no estaba tan
cansada como yo creía. Quiso dar un paseucu, y bajamos despacio hasta las
tiendas de los indúes esos que venden letreros de colores que pone “Salou”, para
que los compres y pegues una porquería más en la puerta del frigorífico, y
estando allí pasó el “trenucu” de la línea 3, y
montamos en él sin saber adónde
nos iba a llevar. Si cuando me monté no sabía adónde iba, cuando me apeé, no
supe adónde fui. Pero por un euro tuvimos hora y media de excursión por las
cercanías del pueblo, y distrajimos el
tiempo charlando con unos jóvenes catalanes la mar de simpáticos que viajaban a
nuestro lado.
Mañana domingo hay mercadillo en
Bonavista, que no sé donde es. Dicen las malas lenguas que es el mejor de la
provincia, y veo movimientos raros entre las mujeres. Si la mujer se empeña en que te tires por la ventana,
procura que sea baja, que acabaré en el mercadillo. Y si no, mañana te lo
contaré.
Jesús González ©
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