domingo, 26 de abril de 2015

SALOU - V




Creo que hoy va a ser día de relax. Mi mujer se cansó un poco en su excursión de ayer  a Monserrat, y yo me cansé de los cuatro paseos que di, porque tengo las patas peor que el burro viejo de los gitanos. Así que mucho no podré contar. 

Observaré un poco el movimiento del hotel, las caras que vea, y… para de contar. Lo de mirar caras es otra forma de distraerse uno. Según el gesto que veas, puedes calcular lo que siente el que estás mirando.   Las lucubraciones son como un crucigrama a resolver, pero sin saber nunca si lo hiciste bien, o no.  Para saberlo habría que preguntar, o decir a bocajarro lo que piensas, y esperar el resultado. Por ejemplo: Mira, hace como tres o cuatro años me encontré en los soportales de San Vicente con un compañero que fue, de la empresa en que trabajé. Me dio un abrazo, y con la mayor naturalidad del mundo me dijo: “Mira, González, como te conocí. ¡Con lo viejísimo y estropeado que estás, y te conocí!” – Esta gente que es capaz de ser así de sincera, me encanta.

 Algo parecido me ocurrió también hace años en la feria  de los Santos en Potes: Yo tengo alrededor de la casa un poco de jardín, y otro poco de huerto.  Vimos en la feria un camión de Palencia donde vendían ajos, y mi mujer quiso comprar unos pocos para siembra. – “¿No serán de regadío, verdad?”- Le preguntó al vendedor.- “Que los quiero para sembrar, y de regadío no valen, que se pudren”. – “No señora, no son de regadío”. – “De todas formas, fíjese bien en mí, que yo vengo todos los años a la feria, y como me engañe, el año que viene me va usted a escuchar”. “De usted, no sé si me recordaré. Pero del individuo que lleva al lado, seguro que sí.”- Como habrás supuesto, el tal individuo era yo.- “¿Y eso, porqué?” – “Por las orejas que tiene. Parecen dos ventiladores”. ¿Te das cuenta que sinceros son algunos cabroncetes, como el palentino este de los c…, puntos suspensivos?  Pero te juro que a mí, me hizo gracia. Si no me la hubiera hecho, no te lo contaría.

Estoy escribiendo en un rincón de uno de los salones del hotel, mientras la guía del Inserso le larga a un grupo recién llegado, la perorata de las excursiones.  Yo, al tiempo que tecleo, calculo quienes son veteranos, y quienes aterrizan por primera vez en este mundo de vejez distraída. Los hay que, muy acertadamente,  no hacen ni puto caso. Prefieren estudiar por su cuenta la situación, y actuar en consecuencia. Los nuevos están atentos, atentos. Y como la guía también los ha localizado, es a quienes se dirige coaccionándolos con lo de que si no se inscriben ahora mismo, a lo mejor más tarde no quedan plazas. ¡Cochino mundo este! 

Pues mi costilla no estaba tan cansada como yo creía. Quiso dar un paseucu, y bajamos despacio hasta las tiendas de los indúes esos que venden letreros de colores que pone “Salou”, para que los compres y pegues una porquería más en la puerta del frigorífico, y estando allí pasó el “trenucu” de la línea 3, y   montamos en él sin saber adónde nos iba a llevar. Si cuando me monté no sabía adónde iba, cuando me apeé, no supe adónde fui. Pero por un euro tuvimos hora y media de excursión por las cercanías del pueblo, y  distrajimos el tiempo charlando con unos jóvenes catalanes la mar de simpáticos que viajaban a nuestro lado.

Mañana domingo hay mercadillo en Bonavista, que no sé donde es. Dicen las malas lenguas que es el mejor de la provincia, y veo movimientos raros entre las mujeres. Si la mujer  se empeña en que te tires por la ventana, procura que sea baja, que acabaré en el mercadillo. Y si no, mañana te lo contaré.

Jesús González ©

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