jueves, 23 de abril de 2015

MI SECRETO DE SALOU

     
 
         Verás, te lo digo a ti, que eres amigo, pero no se lo cuentes a nadie, porque hay cosas tan íntimas que no  son como para airearlas públicamente: Mi viaje a Salou, tenía un motivo muy importante. Echar una cana al aire, que se suele decir. Claro, yo tendría que echar la pelambrera entera, porque canas es todo lo poco que me queda sobre el cráneo. Pero de todas formas, la cosa creía que merecía la pena.

            Ya sabes, y si no lo sabes te lo digo yo, que a Salou vienen todos los años miles de jóvenes ingleses a emborracharse, desnudarse, volverse locos, y hacer “balconing”, que es un deporte nuevo que consiste en saltar desnudos o vestidos desde los balcones de los hoteles a las piscinas que hay abajo. Yo había visto algo de esto en televisión, y me dije que por qué no lo iba a hacer yo  también.

Lo primero que me preocupó, fue pensar que a lo mejor, la habitación que me tocara en el hotel, no tenía balcón. Pero me tranquilicé  pensando que si no podía hacer “balconing”, haría “ventaning”, que “pal caso” sería lo mismo.

Pues escucha. Mejor dicho, pues lee. Mientras mi mujer se quedaba con el grupo de fámulas charlando en  los salones que hay abajo, yo me subí a inspeccionar el terreno, y… ¡Había balcón!  No lo pensé dos veces:  “Ahora, o nunca”, me dije. Y entré en el cuarto de baño para ir desnudándome. Oye, ¡menudo cuarto de baño! Espejos gigantes por todas partes, brillantes y relucientes, como nunca había visto en otra  parte. De repente descubrí mis ochenta y cinco años en cuatro dimensiones. Esto no lo había visto jamás, ni siquiera cuando tenía veinte años, que es cuando se suelen hacer las  locuras esas que hacen los ingleses. ¿Tú has visto tu cuerpo entero, así, en desnudo integral, a todo tu  alrededor al mismo tiempo? Me asombré para el resto de mi vida: ¡Yo no vi más,  que pellejos colgando por todas partes! No es milagro que cada vez que me siento sobre algo duro, eche en falta un cojín bien mullido.

La altura, no es que fuera mucha; total, solo cuatro plantas. Suponiendo que la piscina fuera profunda… Pues sí.  Sí, saltaría.  Pero ¡coño!, y si al saltar me quedo enganchado en cualquier esquina, o clavo,  por los pellejos de los brazos,  por las tetillas colgantes, o por los de las piernas, y quedo colgado como un murciélago por las membranas esas pringosas que tienen…?  

Como comprenderás, pensar esto, frena a cualquiera. Así que de momento, lo voy a pensar con calma, que las prisas no son buenas para nada. Mañana, o pasado, o cuando continúe con las crónicas del viaje, te diré qué he decidido. Pero de momento, tu calla, y no se lo digas a nadie, por si  por un casual, no me llego a tirar.
 
Jesús González ©

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