Efectivamente, desde esta playa resguardada de los vientos
del nordeste, pequeña y acogedora, la Villa de San Vicente de la Barquera se ve
exultante y maravillosa.
La mañana otoñal, con su brisa del sur acerca como si se
pudiesen tocar Los Picos de Europa. Ya han caído las primeras
nieves en sus cumbres y el efecto tiene doble encanto. La marea alta, con sus
reflejos plateados y sus barcos como acunándose para dormir su siesta en la
marea baja, cuando de nuevo queden varados en la arena; hasta que el agua
vuelva a subir una y otra vez en un baile infinito. Pero a cada instante el
cuadro es diferente, ahora es un reflejo, ahora es una nube que da sombra en
una parte, ahora es el sol que lo deslumbra, ahora es la lluvia que azota o el
viento que levanta olas.
Y desde aquí, se da uno cuenta de que la montaña sale desde
el mismo agua. Solo la primera línea se salva y eso porque en algunos sitios ya
el relleno ganado al mar agranda la zona llana.
Y San Vicente de la Barquera crece y va creciendo a lo alto.
Y por eso todos los pueblos que son así, tienen esa hermosura salvaje que con
un toque de vista abarcas todo y te deslumbran. En los pueblos llanos, solo ves
las primeras casas. Tienes que meterte en ellos e ir descubriendo sitios, que
eso también tiene su encanto.
Pero entre tanta belleza vive gente. Gente que como, cada vez,
la esperanza de vida es mayor, nuestros pueblos y ciudades se van llenando de
personas “de la tercera edad” y las cuestas y escaleras se van haciendo
insufribles. Los turistas que vienen a conocer el lugar, como no están
acostumbrados, esos suben “echando el bofe” como suele decirse.
Mucho se habla, que en Santander, (Capital de provincia), se
estén poniendo tantas “Escaleras Mecánicas” en sitios estratégicos y hasta
“Funicular”. Y es ahora, en tiempos de crisis.
Quiero aportar mi granito de arena para ayudar a subir
escaleras y cuestas, y todo viene al caso gracias a un médico que hace tiempo
le dijo a una tía mía. –“Sra. La tiene que subir las piernas no el cuerpo”. Y
es verdad, lo tengo comprobado. “Cuerpo relajado y más movimiento de tobillos
y rodillas”. Y así, sin dar tanto impulso al cuerpo, nos cansaremos la mitad y
hasta el corazón puede llevar su ritmo más normal.
Esto no es Santander, ya lo sé, pero por soñar… si un día… no
muy lejano…
Mª EULALIA
DELGADO GONZÁLEZ ©
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