De
estos días tengo muchos, aunque frecuentemente les gano la batalla. Lo único
que quiero es no aburrirme cuando no hago nada. Y como cada día hago menos,
pues resulta que me faltan recursos con los que vencer al aburrimiento. Pero te
juro que lo intento cada día.
Llegada
mi edad, y encontrándome en mis condiciones, lo que más me distrae es escribir.
Seguramente es porque esto generalmente se hace con el culo sobre una silla; y
si además tengo al lado un descafeinado, tanto mejor. Antes me gustaba
andar y observar la cosas que tenía a mi alrededor, pero ahora las
piernas no me llevan. Doler, no me duele nada, ¡qué ya es mucho! Pero los músculos de las patas se me han
aflojado y no soportan el peso del cuerpo.
Cada
día busco un tema sobre el que escribir, pero no creas que es fácil
encontrarle. Yo sólo alcanzo a escribir
sobre cosas sencillas, porque para escribir sobre las complicadas, ya están
otros que entienden más, y encima siempre se creen en posesión de la auténtica verdad.
Pero
mira, el otro día estaba mi mujer hablando con una amiga, y mientras terminaban
de hablar, ( que siempre terminan un ratuco después de despedirse, porque
resulta que a última hora siempre se recuerdan de algo que no se contaron en
las dos horas de charla), yo me entretenía mirando el Semanal que acompaña los
domingos al Diario Montañés. Le daban vueltas a lo mal que dormían por las
noches, y al si era bueno o era malo tomar alguna de esas pastillas que toman
muchas de ellas para dormir.
Yo
pienso que si normalmente duermes mal, y tomándolas duermes bien, la duda es de idiotas, y en
todo caso, esa duda no debería durar más
de veinticuatro horas, pues ahí está su médico de cabecera para que les
informe. “Si, pero es que a mi me han dicho…” . Ah, que te fías más de esas que
te han dicho… No, si al final lo que van
a sobrar son los médicos.
Y
lo triste no es lo mal que duermen, lo triste es que las noches se les hacen larguísimas, y con los ojos abiertos
como platos en la cama, no hacen más que
pensar en cosas malas: Los problemas de
los hijos, los peligros de los nietos… Si el trabajo, si les faltará la salud… En
la cama, una todo lo ve negro.
¡Y tan negro! Como que es de noche, y encima
tienes la luz apagada. Yo creo que las mujeres, ( bueno, algunas mujeres, que
ya sabemos que la mayoría no sois así.
Pero me refiero a esa minoría que “casi” no existe), gastan todas las
fuerzas en llevarle la contraria al compañero, y cuando en lugar de ser el
compañero, son los malos pensamientos los que se acercan a ellas, ya no
tienen fuerza para luchar contra ellos. Por eso duermen tan mal.
Yo
a los malos pensamientos les tengo declarada la guerra, y al menor movimiento,
les disparo un cañonazo. Lo mismo
que hacen los israelitas con los
palestinos, pero con muchísima más razón
que ellos. Si me visita una preocupación
en la cama, le doy un puntapié donde tu sabes, y me pongo a pensar en cosas
agradables. En cuanto lo hagas media docena de veces, le coges el truco al
asunto, y resulta la mar de fácil.
Pensar cosas agradables, da placidez, y así, tontorronamente, tal como
tuve hoy el día, se queda uno dormido con una placidez increíble. Y aunque el
tema tampoco es una genialidad, por lo menos no me aburro mientras lo escribo.
Jesús González ©
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