Erguidas con dolida dignidad. Serias y altivas como
damas repudiadas, viven las cincuenta y ocho palmeras que hacen hermoso el parque
marítimo que embellece la entrada al pueblo de San Vicente de la
Barquera.
De talla uniforme. De constitución sana. De
verdor intenso. De robustas palmas. De espléndido aspecto… ¡Pero repudiadas
damas!
Las
sorprendió el verano en bata de andar por casa, y así se quedaron. Colgando las
palmas secas. Clamando al cielo las sanas. Nadie limpió sus troncos, ni su maleza cortaron…
Como damas repudiadas, sucias y erguidas quedaron.
En
un jardín que segaron, y algunas flores plantaron. Con arbustos mal podados, y
yerbas que no atroparon. Colillas en los
rincones, con hojas que se secaron. Y las palmeras del parque, mirando al cielo
lloraron.
Las
espinas como a Cristo, en su cabeza clavaron, las zarzas que allí
crecieron como pelo enmarañado; por vergüenza de su aspecto, sollozaron las
palmeras ¡Que triste verse tan sucias, siendo sus palmas tan bellas!
Que
son damas de alto rango, de otro clima, de otros lares. Que cuiden bien de este
su trono, que se refleja en los mares. Que deben lucir cual hadas, las palmeras de este parque. Cual
hadas esplendorosas de engalanado talle, y no ese feo aspecto de una vida
repudiable…
Jesús González
1 comentario:
Qué bonito ese texto Jesús, te aplaudo bien aplaudido. sí señor.
Abrazo.
Lines
Publicar un comentario