Para
mí, tercero. Pues si no es porque la chaladura senil ande ya hurgando en mi cerebro, yo no recuerdo más
que el que tuvimos con el escritor Manuel Vicent en el Auditorio Príncipe de
Asturias, y otro con el escritor Antonio Muñoz Molina en el Palacio de
Congresos el año pasado, ambos en la muy señorial ciudad de Oviedo. Con el de
hoy día siete de junio del año 2.014, en el Palacio de Festivales de Santander,
con Bernardo Atxaga, solo son tres, si no he contado mal.
Pues
eso, que la cosa ya empezó un poco liosa
con lo de tener que ir a coger el autobús a Casar de Periedo. Pero bueno, el que algo quiere, algo le
cuesta. Eso si, después nos dejó a la mismísima puerta del Palacio de
Festivales, y hasta tuvimos que esperar un ratuco a que nos abrieran las
puertas de entrada; pero cuando lo hicieron, la abrieron para nosotros de par en par.
Una
de las muchas y muy buenas cosas que tienen estos encuentros de Clubes de
lectura, lo mismo que las Rutas Literarias, es que conoces mucha gente; por eso
nada más entrar saludé a Pili, de la bibliotca de Mazcuerras, y a la de Comillas, cuyo nombre no recuerdo,
pero que como el resto de las bibliotecarias que conozco entre las que figuran
con nombre propio María Diez de labiblioteca de Sarón, y Mónica
Gutierrez, de la de Val de San Vicente, son un encanto. (Capítulo a parte para
Samuel Sánchez de Movellán, que dirige la de San Vicente de la Barquera, y que
ha logrado hacer de sus socios del Club, una gran familia). Creo que éramos ciento y la madre. Pues
además de los componentes de las bibliotecas nombradas, iban de otros muchos
más lugares que no me atrevo a nombrar por aquello que decía antes de la edad;
ya sabes, que se me puede olvidar alguno, y la gente es tan sensible, que no
quiero que se sienta nadie discriminado
Los
que merecen capítulo aparte son los asturianos. ¡Tres autobuses repletos de
lectores, llegaron de esta comunidad hermana! Que eran tres me lo dijo una
señorina de Oviedo que me saludó al paso que buscaba butaca donde sentarse,
porque según me dijo, se recordaba de mi físico de cuando estuvimos en Oviedo.
¡Con razón decía Nieves Reigadas que me parezco a Gregory Peck! Había también gente de algún Club del País
Vasco, no se de qué pueblo o pueblos.
Creo
que el evento dio comienzo con puntualidad: Se hizo en la Sala Argenta, la
mayor de las tres que tiene el Palacio. Se encendieron las luces del escenario
inmenso. Una mesa larga con cuatro micrófonos, y cuatro
botellines de agua, supongo que de
Solares. Tras la mesa cuatro sillas,y sobre las sillas cuatro culos.
Dos hombres en el medio: Uno era no se
qué del departamento de Cultura de la
Comunidad Cántabra, que como todos los
políticos de España tenía mucha prisa para no sé que cosa, y dijo que solo
esperaría a ver el vidio, porque tenía algo muy urgente que hacer en otro
lugar. (Hoy, sábado, soleado, caluroso…,
y la playa del Sardinero a dos pasos). Tenía que haberse ido sin decir nada,
porque nadie le iba a echar en falta, y me ahorraba a mí, pensar lo que pensé.
Al otro le conocía. No recuerdo el nombre, pero se que nos le trajo Luis
Alberto Salcines al Taller de Escritura. Recuerdo que es poeta, y que cuando
vino a San Vicente, me gustaron su
charla y sus poemas. Estaba presente porque es el director de “Santander
Creativa”, o algo por el estilo.
Ahora
vienen la féminas que los custodiaban: A
la derecha de ellos, o sea, a mi izquierda, que yo los miraba de frente, Pili
la de Mazcuerras que hizo la presentación de la forma más correcta que pueda hacerse. Y a la izquierda, o sea a mi derecha,
porque de frente me miraban ellos a mí…
¡Coño, Chelo! No podía ser otra. Chelo, para quien no la conozca, si es que hay alguno que no la conoce, es la
mejor bibliotecaria de España. Es la responsable de la Biblioteca de Pumarín en
Oviedo. Lucha, se mueve y trabaja, que da gusto verla. Agustina de Aragón
hubiera sido una auténtica desconocida, si Chelo Veiga hubiera nacido en
Zaragoza cuando la francesada. Habló de la creación de los Clubes de Lectura
que según dijo nacieron en Asturias, y aunque de esto otro ella no dijo nada,
yo pienso que la madre de un joven músico que lleva camino de subir muy alto,
tuvo mucho que ver en ese parto.
Proyectaron
el video, y supongo que no estuvo mal. Verás, es que cuando
vinieron a grabar a nuestra Biblioteca de San Vicente de la Barquera, grabaron
tanto, y nos preguntaron opiniones
uno a uno, con la cámara tan cerca, que
pensábamos de ahí íbamos a ir todos a Hollywood
contratados como Antonio Banderas,
y resulta que si nos descuidamos un poco, no se ve ni nuestra
entrañable biblioteca. Es lo que pasa
siempre cuando se quiere meter mucho dentro de poco. Supongo que en este
momento el Consejero de Cultura se fue corriendo a ese sitio tan importante que nos dijo que tenía
que irse.
Bernardo
Atxaga en escena. Le presentó Regino Mateos, y creo que Pili
hizo de moderadora. Empezó hablando bien. Bueno, empezó, y supongo que también termino hablando bien. Lo que ocurrió
fue que al cabo de cinco minutos su potencia de voz empezó a descender, y por
más que agudicé mis orejas, sucumbí ante el poder de mi sordera.
Tengo
el oído izquierdo como pegado a las cataratas del Niágara, o a las de Iguazú,
me da igual, porque el ruido debe ser parecido. Desde hace casi un año escucho
de continuo como correr un torrente de agua, y en cuanto trato de escuchar con
más atención, parece que el cabrón del
torrente aumenta de caudal. ¡No hubo forma! Hombre, algo pescaba de vez en
cuando. Pero, ¿Tú sabes lo que es aguantar dos horas escuchando lo que no oyes?
Le
oí hablar de Mesina en Italia, más tarde
dijo algo de Rusia, y al cuarto de hora no sé qué le escuché de Villamediana, y
me alegré: “Hombre, ya está de vuelta, Total de la Rioja a aquí, no puede
tardar mucho”. ¡Pues tardó la tira!
Creo
que debió haber muchos sordos hoy en el Palacio de Festivales, porque como no
oía, miré; y vi a cuatro o cinco durmiendo
plácidamente, y cinco o seis que
daban bostezos cada siete u ocho
minutos.
Después
llegó el coloquio; vamos, las preguntas . La primera en preguntar fue una
señora de no sé donde, y que me gustaría mucho saberlo para no ir a su pueblo por si se le ocurría
preguntarme algo. ¡Madre de Deu!, aquello no fue una pregunta: fue una
auténtica disertación sobre la lengua vasca, y no sé que cosas más, que nos dejó completamente anonadados. Se quedó pegada de tal forma al micro, que me
dieron ganas rogar la llevaran a un técnico en “sonido e imagen” para ver si la
despegaba.
En
el Hall del Palacio el autor firmó gran cantidad de libros. De allí, al Hotel
Bahía para comer. La mayoría lo hicieron a pie dándose un paseo, porque además
el día hermoso y soleado lo requería. A
los que teníamos las extremidades inferiores en inferiores condiciones, nos
llevaron en bus hasta Correos. El
comedor amplio y espectacular. La comida menguada, y muy corrientuca. El postre
de llorar: Simplemente una muy pequeña ración de tarta de
manzana pelada dos veces. Quiero decir que primero pelaron la manzana para
hacer la tarta, y luego que la sirvieron pelada de cualquier tipo de acompañamiento; ni siquiera
una boluca de helado, aunque solo fuera porque no advirtiéramos lo miserable que fue la ración.
Pero oye, que fuimos a convivir los clubes de
lectura, no a llenar la andorga. Yo para
sentirme totalmente satisfecho, mientras
comía despaciucu cachucos muy chicos de
la tarta para alargar su dulzor en la boca,
contemplaba las doce lámparas descomunales de grandes que nos llenaban
de luz el salón. El resplandor de esas lámparas y la panorámica de sus ventanales sobre la
bahía, es un lujo que compensaba con creces estas otras miserias que me atreví
a lamentar.
Jesús González ©
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