martes, 10 de junio de 2014

QUINTO ENCUENTRO




       
         Para mí, tercero. Pues si no es porque la chaladura senil ande ya  hurgando en mi cerebro, yo no recuerdo más que el que tuvimos con el escritor Manuel Vicent en el Auditorio Príncipe de Asturias, y otro con el escritor Antonio Muñoz Molina en el Palacio de Congresos el año pasado, ambos en la muy señorial ciudad de Oviedo. Con el de hoy día siete de junio del año 2.014, en el Palacio de Festivales de Santander, con Bernardo Atxaga, solo son tres, si no he contado mal.

            Pues eso, que la cosa ya empezó un poco  liosa con lo de tener que ir a coger el autobús a Casar de Periedo.  Pero bueno, el que algo quiere, algo le cuesta. Eso si, después nos dejó a la mismísima puerta del Palacio de Festivales, y hasta tuvimos que esperar un ratuco a que nos abrieran las puertas de entrada; pero cuando lo hicieron, la abrieron  para nosotros de par en par.

            Una de las muchas y muy buenas cosas que tienen estos encuentros de Clubes de lectura, lo mismo que las Rutas Literarias, es que conoces mucha gente; por eso nada más entrar saludé a Pili, de la bibliotca de Mazcuerras,  y a la de Comillas, cuyo nombre no recuerdo, pero que como el resto de las bibliotecarias que conozco entre las que figuran con nombre propio María Diez  de labiblioteca de Sarón, y Mónica Gutierrez, de la de Val de San Vicente, son un encanto. (Capítulo a parte para Samuel Sánchez de Movellán, que dirige la de San Vicente de la Barquera, y que ha logrado hacer de sus socios del Club, una gran familia).  Creo que éramos ciento y la madre. Pues además de los componentes de las bibliotecas nombradas, iban de otros muchos más lugares que no me atrevo a nombrar por aquello que decía antes de la edad; ya sabes, que se me puede olvidar alguno, y la gente es tan sensible, que no quiero que se sienta nadie discriminado

            Los que merecen capítulo aparte son los asturianos. ¡Tres autobuses repletos de lectores, llegaron de esta comunidad hermana! Que eran tres me lo dijo una señorina de Oviedo que me saludó al paso que buscaba butaca donde sentarse, porque según me dijo, se recordaba de mi físico de cuando estuvimos en Oviedo. ¡Con razón decía Nieves Reigadas que me parezco a Gregory Peck!  Había también gente de algún Club del País Vasco, no se de qué pueblo o pueblos.

            Creo que el evento dio comienzo con puntualidad: Se hizo en la Sala Argenta, la mayor de las tres que tiene el Palacio. Se encendieron las luces del escenario inmenso. Una mesa larga con cuatro micrófonos, y cuatro botellines de agua, supongo que de  Solares. Tras la mesa cuatro sillas,y sobre las sillas cuatro culos. Dos hombres en el  medio: Uno era no se qué del departamento de Cultura  de la Comunidad  Cántabra, que como todos los políticos de España tenía mucha prisa para no sé que cosa, y dijo que solo esperaría a ver el vidio, porque tenía algo muy urgente que hacer en otro lugar. (Hoy, sábado,  soleado, caluroso…, y la playa del Sardinero a dos pasos). Tenía que haberse ido sin decir nada, porque nadie le iba a echar en falta, y me ahorraba a mí, pensar lo que pensé. Al otro le conocía. No recuerdo el nombre, pero se que nos le trajo Luis Alberto Salcines al Taller de Escritura. Recuerdo que es poeta, y que cuando vino a San Vicente, me gustaron  su charla y sus poemas. Estaba presente porque es el director de “Santander Creativa”, o algo por el estilo. 

            Ahora vienen la féminas  que los custodiaban: A la derecha de ellos, o sea, a mi izquierda, que yo los miraba de frente, Pili la de Mazcuerras que hizo la presentación de la forma más correcta que     pueda hacerse.  Y a la izquierda, o sea a mi derecha, porque  de frente me miraban ellos a mí… ¡Coño, Chelo! No podía ser otra. Chelo, para quien no la conozca, si es que hay alguno que no la conoce, es la mejor bibliotecaria de España. Es la responsable de la Biblioteca de Pumarín en Oviedo. Lucha, se mueve y trabaja, que da gusto verla. Agustina de Aragón hubiera sido una auténtica desconocida, si Chelo Veiga hubiera nacido en Zaragoza cuando la francesada. Habló de la creación de los Clubes de Lectura que según dijo nacieron en Asturias, y aunque de esto otro ella no dijo nada, yo pienso que la madre de un joven músico que lleva camino de subir muy alto, tuvo mucho que ver en ese parto.

            Proyectaron el video, y  supongo  que no estuvo mal. Verás, es que cuando vinieron a grabar a nuestra Biblioteca de San Vicente de la Barquera, grabaron tanto, y nos preguntaron  opiniones uno  a uno, con la cámara tan cerca, que pensábamos de ahí íbamos a ir todos a Hollywood  contratados como Antonio Banderas,  y resulta que si nos descuidamos un poco, no se ve ni nuestra entrañable  biblioteca. Es lo que pasa siempre cuando se quiere meter mucho dentro de poco. Supongo que en este momento el Consejero de Cultura se fue corriendo a ese  sitio tan importante que nos dijo que tenía que irse.

            Bernardo Atxaga en escena. Le presentó Regino Mateos, y creo que Pili hizo de moderadora. Empezó hablando bien. Bueno, empezó, y supongo que  también termino hablando bien. Lo que ocurrió fue que al cabo de cinco minutos su potencia de voz empezó a descender, y por más que agudicé mis orejas, sucumbí ante el poder de mi sordera.

            Tengo el oído izquierdo como pegado a las cataratas del Niágara, o a las de Iguazú, me da igual, porque el ruido debe ser parecido. Desde hace casi un año escucho de continuo como correr un torrente de agua, y en cuanto trato de escuchar con más atención,  parece que el cabrón del torrente aumenta de caudal. ¡No hubo forma! Hombre, algo pescaba de vez en cuando. Pero, ¿Tú sabes lo que es aguantar dos horas escuchando lo que no oyes?

            Le oí  hablar de Mesina en Italia, más tarde dijo algo de Rusia, y al cuarto de hora no sé qué le escuché de Villamediana, y me alegré: “Hombre, ya está de vuelta, Total de la Rioja a aquí, no puede tardar  mucho”. ¡Pues tardó la tira!

            Creo que debió haber muchos sordos hoy en el Palacio de Festivales, porque como no oía, miré;  y vi a cuatro o cinco durmiendo plácidamente, y  cinco o seis que daban  bostezos cada siete u ocho minutos.

            Después llegó el coloquio; vamos, las preguntas . La primera en preguntar fue una señora de no sé donde, y que me gustaría mucho saberlo  para no ir a su pueblo por si se le ocurría preguntarme algo. ¡Madre de Deu!, aquello no fue una pregunta: fue una auténtica disertación sobre la lengua vasca, y no sé que cosas más,  que nos dejó completamente anonadados.  Se quedó pegada de tal forma al micro, que me dieron ganas rogar la llevaran a un técnico en “sonido e imagen” para ver si la despegaba.

            En el Hall del Palacio el autor firmó gran cantidad de libros. De allí, al Hotel Bahía para comer. La mayoría lo hicieron a pie dándose un paseo, porque además el día hermoso y soleado  lo requería. A los que teníamos las extremidades inferiores en inferiores condiciones, nos llevaron en bus hasta Correos.  El comedor amplio y espectacular. La comida menguada, y muy corrientuca. El postre de llorar:  Simplemente una muy pequeña ración de tarta de manzana pelada dos veces. Quiero decir que primero pelaron la manzana para hacer la tarta, y luego que la sirvieron pelada de  cualquier tipo de acompañamiento; ni siquiera una boluca de helado, aunque solo fuera porque no advirtiéramos  lo miserable que fue la ración.

             Pero oye, que fuimos a convivir los clubes de lectura, no a llenar la andorga.  Yo para sentirme totalmente satisfecho,  mientras comía despaciucu cachucos  muy chicos de la tarta para alargar su dulzor en la boca,  contemplaba las doce lámparas descomunales de grandes que nos llenaban de luz el salón. El resplandor de esas lámparas y  la panorámica de sus ventanales sobre la bahía, es un lujo que compensaba con creces estas otras miserias que me atreví a lamentar.

             Jesús González ©

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