viernes, 9 de mayo de 2014

FOLÍA



Te di la mano
engarzando tus dedos en los míos
mientras seguíamos al grupo,
entre trompetas y tambores,
el compás de mis latidos.
La gente caminaba
y yo solo veía por tus ojos,
brillantes como el mar
y llenos de estrellitas
en un día soleado.
Te amaba,
y entre cohetes
te dije despacito
que eras mi locura,
que todo te entregaba
en esta fiesta de Folía.

Pasó en andas la bella imagen de la Virgen
sobre los marineros,
que podían parecer el mar
y puntillas de olas su casaca,
cubiertos con el peto,
al son de una estela
que encima del asfalto,
eran su resaca
los jardines de palmeras...

Las bellas “mozuquinas”,
vestían como ellos,
y lloraban de emoción
entre el sonido de sonajas,
de cintas azul y blanco,
que ante su Virgen,
colmaron una ofrenda
y el ensayo contenido de ese llanto,
junto a los miles de romeros
y devotos…

Las lágrimas rodaban dulcemente
al son de su plegaría
en bellas voces blancas,
acompañadas del contacto
de sus dedos en la badana.
Sonaba entre las gentes
el eco emocionado
de rezo de unas notas ancestrales,
al ruido incesante
de licencias fervorosas...

Y todos eran uno,
foráneos y locales,
a nadie le importaba ser sensible,
a nadie...

Y mientras las picayas
hincaban la rodilla
al suelo, por su Madre,
los chicos y chicas de la banda
se hicieron invisibles y silencio
y dejar paso a la Patrona
haciendo camino 
hasta su barco... 

Los guardianes de la Virgen, los picayos,
vestidos de viento
y oleaje,
tomaron las andas
y en sus hombros,
los mares sobre tierra,
llevaron a embarcar a la Barquera
en el  barco engalanado
y atestado de devotos,
para surcar los mares
y la ría,
por donde antaño
hizo la senda a su morada.

La acunaba el mar
y sobre ella,
se anclaban las nubes
y los vientos de nordeste…
Ya estaba a bordo con el manto azul
y su vestido blanco,
entre lazos y banderas,
los sonidos profundos y alargados
de sirenas
que estremecieron las carnes
y las almas…

Más de cincuenta embarcaciones
se mecen ante la Virgen
como bellas mariposas, sus cascos de colores,
en el aire que era mar,
que hacían creer que era un suspiro,
que hicieron anotar, siempre indeleble,
la ciencia del amor en los devotos,
la historia repetida cada año,
las olas que "saleaban" tripulantes
y romeros,
a bordo de los barcos que ululaban  
quebrando los silencios,
y un nudo marinero
de las entrañas...

Entonces, te dije muy cerca,
a tu oído,
que yo sería tuya para siempre,
que nada rompería mis amores,
que el cielo sería nuestro techo de ilusiones
que nada cambiaría entre tú y yo,
y quise ser tu mujer,
tan solo para ti
y para siempre… 

Puse por testigo a la Barquera,
al cielo,
al mar de mis amores,
al viento incesante del nordeste
que peinaba los cabellos,
al sol que se escondía en tu silencio
y en el mío,
al aire del que vivo,
por y para ser de ti,
siempre Folía,
cada día del año...

El anillo que unió nuestra fortuna
quedó atado a la barquía de la Virgen,
lo puse al pasar bajo su manto,
en su camino de vuelta
al santuario,
mientras reverberaba la Salve marinera…

Sé que ella nos bendijo
y desde este instante,
en lugar de cariño,
te llamaré... FOLÍA.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
4-V-2014

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