viernes, 9 de mayo de 2014

LA MARISMA DE POMBO




            Se cuela silenciosa bajo el Puente Nuevo, y recostándose sobre el espinazo del pueblo  que   desde el Castillo  del Rey sube  hasta la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles,  la Marisma de Pombo termina estirando sus piernas hasta alcanzar en el fondo el delta del río Gandarilla. Sobre ella, dos veces por día suben y bajan las aguas tranquilas del mar,  levantando  a los barquitos que dormitan plácidamente en los líquenes  salobres del fango,  para mecerlos durante unas horas de forma maternal, y  con dulzura volverlos a reclinar más tarde en su cuna habitual.



            La Marisma de Pombo es el más hermoso remanso de paz y silencio  que puedas imaginar, enmarcado en uno de los paisajes  más idílicos de  nuestra tierra cántabra.  La rodean praderas pintadas de intenso verdor, con cenefas oscuras  realzadas por el follaje de arbustos, árboles y matojos que crecen en las proximidades del agua. Animan la quietud de los prados  los campesinos de las aldeas cercanas que siegan,  las vacas pintas que pacen, o la modernidad de algún tractor que a presión alimenta con estiércol el suelo que pisa.



            Tras las laderas cercanas  se van sucediendo lomas cada vez de más altura, y a medida que se alejan  van   tiñendo de gris los colores verde y ocre del incomparable  paisaje hasta transformarlos en azules de intensidades más o menos acentuadas. Como corona y remate del fondo del cuadro, las moles pétreas de los Picos de Europa siempre manchadas  de nieve, parecen acariciar el cielo como en perpetuo agradecimiento  al Creador, por el derroche de tanta belleza.



            Solo de vez en cuando el graznido de una gaviota que se disputa  con su compañera la posesión del  pez muerto que atraparon flotando en las aguas, rompe el silencio casi sagrado del lugar.



            Porque desde el Puente de la Barquera,  en silencio lanza sedal el pescador que sueña con atrapar la dorada que llega empujada por la nueva marea. En silencio rema  la pareja de enamorados que alquiló el bote, y sube buscando  el más romántico de los rincones donde poder besarse  apasionadamente. En silencio llegan y en silencio se marchan los cientos de gacetas y ánsares comunes, correlimos, zarapitos y otras aves migratorias que aquí descansan las fatigas de su larga travesía.  En los atardeceres  silenciosos  de la marisma vacía se aventura el mariscador furtivo  para arrancar del légamo   el puñado de navajas o de almejas que pueda después vender de tapadillo al bodeguero que esté dispuesto a comprarlo. En silencio van apareciendo sobre las aguas de la marisma  reflejos de mil colores  del Castillo y de la Iglesia para hundirse  junto a  prados y montes de forma invertida en la  sima sin fin que el efecto óptico nos hace imaginar… Silenciosas más gaviotas por los aires, y en silencio las palomas torcaces  columpiándose   en  las ramas de los árboles que se estiran sobre el mar.



            En silencio la persona que  observa el panorama, mientras deja que su espíritu se  derrame y extienda como un bálsamo sobre las benditas aguas de la Marisma de Pombo…

                    Jesús González ©

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