martes, 11 de marzo de 2014

MALLORCA (VII)



            Pues si, es el final. O sea, el último capítulo de estas vacaciones, salvo  que por alguna causa merezca la pena escribir un epílogo.

            En términos generales esto sigue como siempre. Somos menos abueletes los que viajamos porque la crisis se nota. Pero a los que lo hacen, se les ve gastar el dinero.

            Encontré nuevo en Palma, lo de “la Casa Al revés”. La gente ya no sabe qué hacer para llamar la atención y atraer al público. La Casa Al revés, no es una casa, es toda una mansión con el tejado puesto en el suelo, y los cimientos mirando al cielo. Estaba cerrada, o sea que no se pudo visitar, pero merece la pena verla por fuera y hacer unas fotos increíbles.  Se hizo hace cinco o seis años con el único fin de sacarle los cuartos a los turistas. Si cuando vayas por Palma está abierta, entérate antes de entrar porque hay en todas partes cada camelo… que da pena.

            Mira, esto no lo sabía yo, (¡como siempre he venido en temporada baja…!), son cosas que si no te las cuentan, pues ni te enteras. Y lo explico para aquellos que no conocen la isla. Primero te sitúo, y luego te cuento. Ponte en medio del Paseo Marítimo de Palma, mirando al mar, y aún cuando no lo quieras, te quedas con la boca abierta. Te das media vuelta mirando al interior de la ciudad, y aunque veas que te entran las moscas en ella, no la puedes cerrar. La maravillosa estampa de la Catedral y el Palacio de la Almudaina, te lo impiden.

Ya situado, ahora te cuento: Volvamos a la postura primera, o sea, mirando esos fantásticos yates, donde hay uno por lo menos cuyo nombre  está escrito con enormes letras  de oro macizo, según aseguran los guías turísticos. Pues toda la  parte izquierda que cierra la hermosa bahía, es El Arenal  donde se amontonan los hoteles, y donde estamos nosotros.  Son varios kilómetro de playa.  La playa de Palma. En verano es el feudo de la juventud alemana.

La parte derecha es más elegante, más señorial: Magaluf, Palma Nova, Santa Ponsa… Pero al mismo tiempo de ser la más elegante, es también la mas…. ¡la más  releche…! Es el feudo de la juventud inglesa. Tanto alemanes como ingleses, (me refiero a la gente joven), vienen a practicar los tres deportes cuyo nombre acaba en “er”.  Com-er, beb-er, y ….er. Hasta hace poco existía aquí un hotel llamado “Hotel 33”. Parece ser que es una cadena hotelera que se extiende por todo el mundo dentro de los  paraísos juveniles.  Y lo de 33, nada tiene que ver con la edad de Cristo. Es que a todo aquél posible cliente que llegue, y tenga  más de 33 años, se le niega el derecho de admisión. Son hoteles única y exclusivamente  para gente joven, y muy joven.  Para gente que nunca cierra la puerta de su habitación porque siempre es bienvenido todo el que llegue, y hoteles donde no hay mañana que amanezca sin una docena de colchones dentro de las piscinas, porque fueron base de acuáticas orgías. Según me contó un guía, este de aquí se cerró o vendió, porque fue también donde se puso de moda el saltar desde las terrazas a las piscinas, en cuyo “deporte” murieron un par de personas.

Hoy nos despedimos con un paseo por Palma, donde descubrí otra “no verdad” de las guías del Inserso: A  la hora de misa se puede visitar la Catedral, sin pagar una perra gorda. En la charla “atrapa-excursiones” del primer día, aseguraron que los domingos decían la misa en una pequeña capilla de la entrada, y que el resto estaba cerrado al paso. Hoy hubo misa solemne nada menos que con diez curas, en dos idiomas más latín como antiguamente, que fue un verdadero espectáculo. Además el sol jugó lo que quiso a través de las vidrieras del famoso rosetón, vistiendo de mil colores las columnas del interior, y guardé testimonio en varias fotografías. Antes de tomar el bus de regreso tomamos un aperitivo cerca de la Plaza de la Reina, en la terraza de unos mozos bangladeses, que nos trataron de maravilla.

      Jesús González ©

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