DUELO
Nos miramos a los ojos
y vi tu alma encogida en un puño
cerrado por la pena que produce la ley de la vida.
Mi alma corrió a abrazar la tuya
y llevó consigo unas pocas lágrimas
para refrescarla
y ayudar a que volviera a ser la de antes:
Hermosa y feliz.
Solo dije: ¡Cuídate!,
y en un abrazo intenso
un te quiero,
el más silencioso que hubiera podido imaginar.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
9-XI-2013
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