domingo, 22 de septiembre de 2013
PASEO POR LA MARISMA
(Foto: Marisa Aurrekoetxea.)
A bordo de la barca hago el camino
y noto cada uno de sus aromas,
cada uno de sus tramos y eucaliptos;
noto mis recuerdos
y el cielo invariable,
y el río que se llena en pleamares...
Siento la corriente y la humedad,
los manzanos y el aire
cargado de los juncos,
de cañas con pescados
y el graznido de los patos verderones...
Siento los montes y molinos,
el tren y aquellas cuevas
donde reposaban los frescos manantiales
que se recogían en las bocas del verano,
sumergidas en una sed insaciable
por el esfuerzo, y bajo un sol impenitente
sobre los prados de tumbado verde...
Veo mi alma transparente en la casa,
con los míos,
en familia
y al calor de los tizones,
e incluso veo aquel carburo maloliente…
Lo veo tan claro
como la luna llena,
o el sudor de mi padre que iba, obediente,
tras el dalle y su camino,
y veo el cabello de mi madre,
eternamente paja,
eternamente trenza,
eternamente madre...
Y paso a la Marisma, ahora sin compuertas,
sin mi gente,
árida de afectos
y de abrazos,
despoblado de frutales,
sin plantas, sin mieses,
carente de legumbres
ausente de mi vida,
ausente...
de las otras.
Casi en raíces, casi…
Aún a falta de recuerdos,
veo mi sentir huérfano de...
de... todos mis quereres.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
21-IX-2013
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