El cancerbero guarda
la propiedad de Hades con sadismo.
Lleva una cadena tan gruesa al cuello como la
de los galeotes en los tobillos.
Llega un vehículo
con gente foránea. El cerbero abarca 150
grados: ya hacia la derecha, ya hacia la izquierda; las fauces ensalivadas llegan a la luna del coche. El chófer con reflejos divinos pulsa el
botón. Los alaridos han despertado a
Hades de su siesta. Con su espada mutila la lengua del can, mientras
con el taco hace trizas el cristal derecho.
El can sigue dando saltos de
dolor y frustración sobre su vientre, y vierte surtidores de sangre
ardiente.
Hades silba al
segundo can. Parece que la atmósfera en
el interior del coche va a suavizarse
pues éste parece más apuesto más joven y
más liviano. Sujeto con una correa
elástica salta al techo del automóvil.
Introduce su hocico por la luna estrellada.
Los cristales que
permanecen en las hendiduras sierran el lomo del can: chorrean sus venas y
las de la pasajera de atrás. Hades
intenta liberar a su cerbero, pero éste cegado por el dolor, sigue aferrado a
la yugular de su prometida.
San Vicente de la Barquera, a 9 de agosto de 2013
Isabel Bascaran ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario