La luz blanca sobre
la playa rasgó mis ojos. –“El espíritu
del Yeti” -me dijo mi compañero. “Sí” –le respondí- “Va mimetizado por la luz alba” Llevaba un gorro de tela tupida, un albornoz de felpa y unas medias de
algodón. Tuve ocasión de verle durante todo aquel estío abrasador. Era una figura grande.
Estaba visto que él no iba a pisar la arena mojada, y por muy intensa
que fuera mi curiosidad yo no quería romper aquel hechizo.
Durante dos años no
lo he vuelto a ver; bien es verdad que ningún otro verano ha sido tan blanca la
luz del sol a las diez de la mañana; pero he de admitir que la naturaleza
siempre ofrece al que tiene asomos de detective, situaciones insólitas. El surfista malabarista que va ondulándose
sobre las distintas crestas de las olas con su tabla en atracción aerofilial, y
vuela 360 grados para brincar sobre otra ola, como una hábil gaviota,
satisfecho por la hazaña funambulista …Luego retomamos el paseo. Hay que frotar los ojos para que la retinas
se acomoden a la luz de la arena.
De pronto, una
sombra me cubre. Hoy, el paraguas ha
decidido acercarse. “Qué raro” –me digo- y sigo descaradamente con los ojos
fijos en la figura. ¿”Otro Yeti”?; pero
éste va vestido de negro. “ Buf, con el calor que hace” Mi compañero está también maravillado: una cabecita de bebé asoma por la mochilla
-"¡Verdaderamente,
tenemos ante nosotros la cría de un marsupial!”
-Elemental., amigo
Watson, elemental.
San Vicente de la Barquera, 15 de agosto de 2013
Isabel Bascaran ©
1 comentario:
Hola Isabel.
¡Qué desenlace inesperado!, todavía estoy sonriendo. Guapo relato.
Abrazo en salud. Lines
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