viernes, 31 de mayo de 2013

EL ARCÓN DESCORAZONADO


  Allí, en medio de las dos sillas, coloqué el bonito arconcito.  Con la llave que la había mantenido escondida en el joyero, lo abrí  Chirrió la cerradura  -no la había lubricado durante años.  La razón para mantenerla cerrada era que no deseaba arañar en las cicatrices ya rosadas de mi corazón:  todo el período de la adolescencia.

  -Padre, ayúdeme a deshacerme de esta pila de correspondencia.  Vamos echándolas simultáneamente al lar. 

  -Pero hija, estas misivas proceden de uno de los mayorazgos del pueblo.  La tierra, hija,  es uno de los mayores tesoros que se puede poseer.  Un matrimonio con tierras se sitúa en el escalafón más alto de la sociedad.  Nunca te faltará pan en la mesa, ni  el respeto de la gente.  ¿No deseas recapacitar, hija?

  ¿Y el amor padre?  ¿Cómo se puede vivir sin el regocijo de los corazones?

  -Verás, un puñado de tierra húmeda, el aroma de la hierba recién segada  pasará a inundarte de frescura, de felicidad…

  -No, padre. Un día lo dejé porque me hizo sentir baladí, ¿ y si paso a ser su esclava dentro del hogar?

  Vayamos al segundo lote.

  -¿Pero… si aquí conservas más de un centenar?

  -Para ser exactos: una carta diaria durante tres años…

  -MADRE DEL AMOR HERMOSO.

  -Sí, fue un amor entrañable.  Me trataba con dulzura, con sumo detalle, como a su futura esposa.  El soñaba con formar una familia numerosa; él se encargaría de que no nos faltara de nada.

  -¡Seguro que también tenía viñedos!

  -Deje ese tema, padre.  Nunca he buscado bienes materiales en mis pretendientes, sino amor y libertad.

  -Observa hija el color del fuego: rojo violáceo; eso se me asemeja a la suma del amor con el vino añejo.  Guarda algunos sobres en el arconcito por si pasado el tiempo…

  -¿Tiene miedo a que me quede solterona?

  Quememos el último fajo.  A casi todos les quité  los bonitos sellos.  Venían de EE.UU, de  Filipinas, de Italia.

  -¡Ah no!  No quiero tomar parte en esto: ¿reducir a cenizas las cartas de un joven tan respetuoso, deportista, ahorrador…?   Hija, no tienes corazón.

  -¿Sabe?  Salí con él por las cualidades que tenía; pero, sobre todo porque me encontraba sola, sin medio de transporte… Luego se marchó allende los mares y no sólo recibí cartas, incluso me llamaba por teléfono.  ¿No hueles a papel teñido de dólares, de liras…?  Esas chispas corresponden a mis lágrimas de vergüenza.

  -¡Que has quemado dinero?  ¡Ay, hija, qué futuro más negro te espera!

--Me envió el parné para que me compara algo en mi cumpleaños.  Pero no lo hice y lo guardé en el arconcito.  Y cuando regresó y nos saludamos, sólo me preguntó:

  -¿Por qué me has abandonado; por qué me has reducido a la soledad? 

  -No …lo…sé  balbucí.  A punto de marcharse, le extendí el sobre abombado.

  -¡Eran y son para ti”.   Se me nublaron los ojos de  vergüenza.  Ël se marchó. ¡ No hubo revancha: todo se me perdonó!

 Y ahora, ayúdeme, padre a descuartizar el baúl.  Si lo quemo quemaré mis acciones  irracionales, incluso viles.  Arderá el olor a encierro, el papel tan sobado, incluso con la tinta difuminada por las lágrimas volará por la chimenea; las mariposas negras huirán de la monstruo.  Y ya no tendré un receptáculo para más amores sacrificados,   Seré libre, quizás tenga idilios, flirteos y disfrutaré como una abeja.  Pero no quemaré más cavidades: ni aurículas ni ventrículos…
 
  San Vicente de la Barquera, a 2 de mayo de 2013
              Isabel Bascaran ©

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