viernes, 19 de abril de 2013

¡PUES… NÁ…!




            Que no ocurre “ná de ná” , y tampoco es cosa de aburrir a los lectores de “Susurros” repitiendo los que llegan, los que comen, los que duermen, y los que se van del hotel… Porque esto ahora mismo, todo es bis… bis… o etc… etc… Lo que más te guste. Siempre igual.

            Ayer se cometió un crimen en Mahón; me lo contaron las guías del Inserso, pero no sabían detalles. Al parecer fue una pelea por cuestión de drogas entre un colombiano  y un marroquí. Si en lugar de ser en Mahón hubiera sido aquí mismo, en el hotel, lo contaría con toda clase de detalles, e incluso lo adornaría con un poco de imaginación. Pero la gente de aquí es muy pacífica, y el único  olor a “yerba” que he percibido   es  a romero o eneldo cuando en el comedor  sirven algún plato de cocina italiana.

            Ya terminé el libro de McEwan, que dudo mucho vuelva a leer otro que más me cautive,  y gracias a Jose Mari me distraigo con una biografía de Mahoma.  Deja tú a ver si dadas mis inquietudes religiosas, acabo mis últimos días  convirtiéndome al islamismo, pues según estoy viendo, para llegar sano y salvo al otro mundo, (en espíritu se entiende),  casi exigen las mismas cosas unos que otros. Y en esas condiciones lo mejor siempre será ir por el camino más cómodo.

            No, no es lo que estás pensando, que a estas alturas ¿para qué quiero yo un harén,  cuando el muelle ya dio de sí todo lo que tenía que dar? Que  prohíban el alcohol no me  importa porque nunca fui bebedor, y al precio que está el jamón de Jabugo, antes que Mahoma, me lo prohibió la puta economía.

            Lo malo es que ocurra lo que pasa con los políticos cuando hay elecciones, que todos te ofrecen el “oro y el moro”, (lo de moro no lo digo por Mahoma. Lo digo porque es así el refrán),  y a la hora de la verdad, “tararí, que te vi”, que de lo dicho no hay “ná”.  Del engaño de los políticos se puede uno vengar cuatro años después, a la hora de las nuevas elecciones,  pero del de los profetas no, pues si allí no hay “ná de ná”,  no tendrán ni siquiera un mal libro de reclamaciones.

            De todas formas, como soñar no cuesta dinero, es mejor pensar que todo va a ser tal como nos lo cuentan.  Es un modo esperanzador de vida, y al mismo tiempo es el clavo ardiendo al que todos nos agarramos cuando la cosa se pone fea. Y si cuando se exhala el último hálito, resulta que no hay nada, tampoco hay desilusión porque no nos vamos a enterar.

            Casi me estoy arrepintiendo de lo que dije el primer día sobre lo de no volver aquí, pues me voy sin conocer la isla, aunque por lo que he tenido tiempo de ver en Internet, y por lo que me cuentan los veinticuatro barquereños que me acompañan en este viaje, ya tengo una idea bastante aproximada. Pero no lo he visto con mis propios ojos, que aunque fuera a través del filtro este de la catarata que me tienen que quitar, siempre conservaría las auténticas imágenes.
 

                                      Jesús González ©

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