Que
no ocurre “ná de ná” , y tampoco es cosa de aburrir a los lectores de
“Susurros” repitiendo los que llegan, los
que comen, los que duermen, y los que se van del hotel… Porque esto ahora mismo,
todo es bis… bis… o etc… etc… Lo que más te guste. Siempre igual.
Ayer
se cometió un crimen en Mahón; me lo contaron las guías del Inserso, pero no
sabían detalles. Al parecer fue una pelea por cuestión de drogas entre un
colombiano y un marroquí. Si en lugar de
ser en Mahón hubiera sido aquí mismo, en el hotel, lo contaría con toda clase
de detalles, e incluso lo adornaría con un poco de imaginación. Pero la gente
de aquí es muy pacífica, y el único olor
a “yerba” que he percibido es a
romero o eneldo cuando en el comedor
sirven algún plato de cocina italiana.
Ya
terminé el libro de McEwan, que dudo mucho vuelva a leer otro que más me
cautive, y gracias a Jose Mari me
distraigo con una biografía de Mahoma.
Deja tú a ver si dadas mis inquietudes religiosas, acabo mis últimos
días convirtiéndome al islamismo, pues
según estoy viendo, para llegar sano y salvo al otro mundo, (en espíritu se
entiende), casi exigen las mismas cosas
unos que otros. Y en esas condiciones lo mejor siempre será ir por el camino
más cómodo.
No,
no es lo que estás pensando, que a estas alturas ¿para qué quiero yo un
harén, cuando el muelle ya dio de sí
todo lo que tenía que dar? Que prohíban
el alcohol no me importa porque nunca fui
bebedor, y al precio que está el jamón de Jabugo, antes que Mahoma, me lo
prohibió la puta economía.
Lo
malo es que ocurra lo que pasa con los políticos cuando hay elecciones, que
todos te ofrecen el “oro y el moro”, (lo de moro no lo digo por Mahoma. Lo
digo porque es así el refrán), y a la
hora de la verdad, “tararí, que te vi”, que de lo dicho no hay “ná”. Del engaño de los políticos se puede uno
vengar cuatro años después, a la hora de las nuevas elecciones, pero del de los profetas no, pues si allí no
hay “ná de ná”, no tendrán ni siquiera
un mal libro de reclamaciones.
De
todas formas, como soñar no cuesta dinero, es mejor pensar que todo va a ser
tal como nos lo cuentan. Es un modo
esperanzador de vida, y al mismo tiempo es el clavo ardiendo al que todos nos
agarramos cuando la cosa se pone fea. Y si cuando se exhala el último hálito,
resulta que no hay nada, tampoco hay desilusión porque no nos vamos a enterar.
Casi
me estoy arrepintiendo de lo que dije el primer día sobre lo de no volver aquí,
pues me voy sin conocer la isla, aunque por lo que he tenido tiempo de ver en
Internet, y por lo que me cuentan los veinticuatro barquereños que me acompañan
en este viaje, ya tengo una idea bastante aproximada. Pero no lo he visto con
mis propios ojos, que aunque fuera a través del filtro este de la catarata que
me tienen que quitar, siempre conservaría las auténticas imágenes.
Jesús González ©
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