De todos modos gracias a Lines y
a Laura por esos ánimos que me dais. Pero os juro que hoy por hoy, no los
necesitaba. Explicaba lo del “cansanciu” porque en ese momento lo tenía, y me
dije, “pues voy a ver si soy capaz de explicar a la gente lo que estoy
sintiendo”. Y vosotras lo interpretasteis como un lamento de mi
ancianidad. (¡Joé, con la palabreja “ancianidad”!).
No.
No me expliqué bien, porque no lamento ni un
ápice haber llegado hasta aquí. Ni lamento el “cansanciu” que ello
conlleva porque al fin y al cabo es mucho más soportable que otras miles de
tonterías con las que me he tropezado a
lo largo y ancho de la vida.
Además,
vosotras escribís las dos, y sabéis muy bien que los sentíres que relatamos, no
necesariamente hemos de vivirlos en nuestra propia carne. ¿Para qué si no
está la imaginación? (Si, ya lo sé,
Rafael; la palabra “sentires” no está en el diccionario; pero ¿porqué no usarla
si a mi me parece que expresa muy bien el plural de lo que uno siente?)
Yo
pienso que nadie debe lamentar alcanzar la vejez, pues quien no la alcanza es
que se quedó en la estacada. Y el que se
queda ahí, después ya no tiene ni tiempo
de explicar lo que es el “cansanciu”. Y yo tengo muchos ánimos para eso
y para mucho más, pues mientras me funcionen la cabeza y el ordenador, pienso
explicaros por capítulos, lo que voy sintiendo a medida que pierdo facultades.
Jesús González ©
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