sábado, 23 de febrero de 2013

NECESITO UN HOMBRO EN QUE APOYARME...

 
Ahora, y con el paso de los años,
recuerdo muchas tardes de la infancia,
miradas que buscaban horizontes,
cristales agrietados en ventanas. 
Recuerdo la pereza y el hastío
y el alba que asomando nos llamaba,
las voces animadas de la calle
de obreros que empezaban su jornada. 
Recuerdo la ciudad con su misterio,
la eterna sensación y filigrana,
de un mundo sugerente y de alegría
que allí, tras las aceras esperaba. 
No olvido a las palomas de los parques
picando por los bancos las migajas,
que manos compasivas las dejaron
y que ellas con paciencia aprovechaban.
Recuerdo a los maestros con su traje
y niños con mochilas en la espalda,
siguiendo la silueta de la escuela
en forma de trabajo y enseñanza. 
Recuerdo a los gorriones con sus trinos
y el roce tan sublime de sus alas,
paraban los relojes, sin saberlo,
causando sensación en las entrañas. 
Recuerdo mariposas de colores
volando con sus alas desplegadas,
el paso tan fugaz de las alondras,
y la hora en que tocaban las campanas. 
No olvido aquella edad tan inocente,
pasado que aún recuerdo con nostalgia,
ni olvido la florida primavera
llegada con la flor de una mirada.
Más ahora que recuerdo todo esto
el llanto me atenaza la garganta,
la lluvia tan visible de mis ojos
se forma en la garúa que desgranan. 
Y bajan silenciosas esas gotas,
y corren por mi cara tantas lágrimas,
que trazan un dibujo permanente
llegando a los confines de mi alma. 
Ya sé que los recuerdos son recuerdos
y deben reposar en su morada,
anclados en el tiempo tan lejano
que nadie les altere de su calma. 
Más siento que si vuelvo la cabeza
resurgen, con su vida de la nada,
y vuelven a mis dedos presurosos
en busca de la luz y la mañana. 
"...Ahora, y con el paso de los años,
el alma irreverente me reclama,
me dice, que a pesar de tanto tiempo,
hay alguien que me espera y que me aguarda..." 
Rafael Sánchez Ortega ©
16/01/13

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