miércoles, 2 de mayo de 2012

TEMPORAL.



Era un constante espumero 
y el ruido, ensordecedor 
que en asombrado silencio 
manifestaban el temor 
de unas  grandísimas olas 
que sobrecogían cuerpos, 
dejando al hombre humillado 
ante furias y elementos.  

Tapaban el rompeolas 
de esa cólera espumosa 
y se comía la playa 
superando cualquier cota. 

En la atalaya, en los altos 
y cercanías del faro,   
que desprendía fulgor, 
la gente estaba esperando 
el rompiente destructor 
y en el cuerpo un arrebato 
del crepuscular temor 
al copioso espumarajo. 

Y viendo tamaña fuerza 
se sentía la opresión 
al saber que nada somos 
ante Eolo y Poseidón. 

Desplegaban esas rabias, 
de tridente y resoplido 
en la lucha milenaria 
de resaca y torbellino.  

Y en los silencios oraban 
las familias pescadoras 
y hasta las gentes foráneas 
de esas mares peligrosas: 

¡Ay Virgen de la Barquera, 
te estamos agradecidos 
que los tengas bajo el manto 
y no en el mar embravecido!...   

Ángeles Sánchez Gandarillas © 
23-IV-2012

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