sábado, 3 de marzo de 2012

BOLSO.



Decidí hace unos años, porque ya me dolía hasta el hombro donde lo llevaba colgado, ir descargando del interior del bolso, las cosas menos necesarias. Tardé mucho en averiguar cuales eran. Una vez conseguido, utilizo la más mínima cartera que pude encontrar y lo muy, muy necesario va en los bolsillos, reducido a la mínima expresión, incluido, un mini bolígrafo y un folio, lo más doblado posible.

Dejé atrás un lastre constante que colgaba de mi hombro y me inclinaba de ese lado. Esto se puede observar en las personas que cargan habitualmente con ellos. El hombro que lo soporta está más elevado y consigue de esa manera, mantenerlo seguro.

Saqué del bolso y deposité sobre la mesa, los miedos y los “por si acaso”. Conseguí una libertad increíble, fue un descanso dejar atrás lo innecesario y me pareció llegar a la edad práctica de la vida.

A la vez que mis hijas crecían, fui dejando atrás chupetes, pañuelos, comida, juguetitos o ropa, a la vez, condicionamientos y responsabilidades; se emancipaban ellas y a la vez me liberaba yo. Ellas escogieron, ¡pobrecillas!, su propio bolso. Aunque lo llevan normalmente en bandolera, previenen así la desequilibrio y el dolor, pues cargan con aparatos electrónicos y los elementos necesarios para sus estudios.

Hoy, el bolso está colgado a la espera, quizá triste y bostezante, con hambre de ser llenado de artículos o quizá de la llegada del buen tiempo, pues al dejar atrás las prendas de abrigo y sus amplios y salvadores bolsillos, tendré que utilizarlo alguna vez, ¡uf!

A veces lo he tenido que llevar en algunos lugares o viajes determinados, tan solo porque transportaré un libro, un cuaderno y dos o tres bolígrafos “por si acaso”, o algo que requiera la realidad de mi salud. Sin embargo, cuando me muevo por zonas cercanas a mi entorno, presumo ante mi misma de cierta libertad o de sentirme saludable. En esos momentos descanso mente y cuerpo.

Metáfora y realidad; bolso y vida. Grande uno y pequeña la otra. El primero se llena de cosas increíbles que creímos necesarias y la vida, que se llena solamente con un poco de verdad, un pequeño detalle y de cariño... Uno y otra, pueden llegar a pesar tanto que nos hagan arrastrar los pies; ambos se enganchan en cualquier sitio, en, o, a cualquier persona...

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
2-III-2012

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