miércoles, 1 de febrero de 2012

VERDAD


Al fin podrían verse. Llevaba tanto tiempo esperando que le parecía imposible encontrarse.

También, tenía la desagradable sensación de que de nuevo, algo podría fallar.

Veía su vestido blanco a través del cristal y ella le sonreía.

Oía en la lejanía una oración, y acompañó agradecido ese rezo por aquel encuentro.

No podía pestañear, algo pegaba sus párpados. Podría ser mucosa de la
conjuntivitis que padeció la semana pasada. Tampoco podía articular
palabra, eso le extrañó mucho. Intentó abrir aquella ventana un poco más. No pudo, estaba muy débil.

¡Ya sabía que algo fallaría!

Alguien cerró la ventana.

Todo se oscurecía y vio por el resquicio de la brillante cortina, como ella se alejaba.

“¡No te vayas, no, ahora que estábamos tan cerca, por favor!, ¡Vuelve!”

De pronto, todo se empezó a mover en un vaivén mareante.

Olía a perfumes, a medicina e inciensos; a ese que tanto me gustaba, el de romero.

Alguien dijo unas palabras...

"Era un buen hombre..."

Se oyeron murmullos y un sacerdote dio por finalizado un responso.

"Amén..."

Se llenó el aire de silencios.

Oí caer sobre la madera unas flores y tierra; muy cerca, percibí el eco de un ruido imponente y sordo. Arrastraban una gran piedra.

Se alejaron los coches y me quedé allí, solo, temblando de miedo.

En ese momento, noté que me tomaban de la mano, era ella, me dijo que me quería y salimos de aquel lugar con rapidez; mi pecho se henchía de emoción y creí flotar. Había vuelto a por mí...

Por supuesto, tuve que dejar atrás mi vida pero, mereció la pena esperar y envejecer, ¡estábamos juntos de nuevo! Solos, envueltos en ese amor que nos negó aquel accidente.

Mientras se elevaban al Paraíso, la dijo que la querría eternamente, más que a su vida. Ella le creyó.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
30-I-2012

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