jueves, 26 de enero de 2012

SOLO.


Se despertó sobresaltado. Sentía mucho calor y estaba rodeado por una especie de niebla o vapor que no le dejaba ver a su alrededor. Oía también, una especie de gorgoteo.

En un momento dado, ese vaho se hizo menos denso y pudo vislumbrar una especie de casco oscuro, parecía la panza de un barco. Cuando iba a gritar pidiendo socorro, de nuevo, aquel telón blanquecino hizo desaparecer esa esperanza.

Aquel entorno le hacía temer que fuera la incandescente lava sobre el agua de algún volcán submarino. Flotaba o permanecía en algún lugar desconocido.

Es posible que su barco naufragara, siempre y cuando estuviera a bordo de un barco. Estaba rodeado de agua o lo que fuera por todas partes. El calor era agobiante. No podía moverse, parecía estar pegado o quizá, algo tiraba de él. Es posible que se diera un golpe y quedará inmovilizado momentáneamente. Esperó con calma hasta recuperarse de todo. Olvidó de donde venía, olvidó también a donde iba, solo sabía que procedía de una zona de agua, que estaba sobre ella y que, parecía, sería su futuro.

El calor se hacía insoportable. En un momento dado, surgieron de las aguas unos objetos redondos, otros enrojecidos y todos, humeantes; estaban diseminados a su alrededor. Tenían la pinta de ser lava reseca a flote, enfriada por el agua. Al poco, un movimiento seco movió todo, se oyó un estruendo y las nubes que le rodeaban se aligeraron. Unas ráfagas de viento se las llevaban. Por fin vio el sol. Se oía el murmullo de un manantial, ¿un manantial?; debía de estar delirando.

Seguía sin poder moverse, aterrado y... solo.

De pronto, apareció en la superficie un espécimen gigantesco, sus cuernos abrasados colgaban desgajados y los ojos, brillantes, negros y desorbitados, tenían alrededor un color blanquecino y opaco. Su aspecto pinchudo y amenazante, podría quitar el sueño durante una semana al más pintado, memos mal que estaba muerto. Era dantesco, digno de la imaginación de Julio Verne. Su cuerpo estaba rojo, olía fuerte, aunque, no era demasiado desagradable. Seguramente, sería de esos crustáceos gigantesco de lo más profundo de los mares.

Parecía llevar sin probar bocado toda la vida, quizá fuera apetito lo que parecía roerle por dentro. Notaba que se hinchaba. No tenía manera de moverse ni, por supuesto, de huir, ni siquiera, pudiendo caminar; parecía algo así como una isla y nadie podría correr tanto como para escapar en aquel reducido espacio. El vapor con emanaciones penetrantes y el calor, estaban haciendo su trabajo. Sabía que el fin llegaría pronto. Sentía la asfixia.

Vio un objeto que caía desde el cielo y que se hundía en el líquido hirviente y lo llevaba a rastras, entre las ondas que produjo.

La cubierta que le protegía se estaba saliendo del todo, cuanto más se hinchaba, más se separaba. Ahora le estaba salpicando los gorgoritos cada vez más grandes en aquel agua amarillenta, y...

Notó como se hundía en aquel líquido infernal, como se quedaba sin aire, como le ardía el cuerpo. ¡Glup, Glup, Glup...!

-¡Toño!

-¿Qué quieres hombre?

-Te digo una cosa ¿eh?, tenemos que tener cuidado, esa grana de arroz llevaba todavía la cáscara y parte de la rama y si la encuentra el jefe, ¡mira tú que gracia! Echamos por tierra lo del aumento.

-Vale, ahora la retiro con la espumadera.

-¿Estás seguro que esta cigala gigante está llena?, a mi me da la impresión de que salió a flote demasiado pronto. De todas maneras, huele muy bien. Volveré a sacudir la cazuela, por si se pega el arroz.

–Sonríe y piensa: “parece una isla roja en la paellera”.

-Pero, si yo le había puesto la cuchara de madera apoyada en el fondo para que no se pegara, ¿no lo ves? Voy a recoger agua del manantial para beber. Hace bueno para comer al aire libre, ¿a qué sí? ¿Has visto ese terrenito que sobresale en mitad del río?

-Sí, parece un islote fantasma rodeado de bosque... A la atardecida intentaremos pescar desde ahí, a lo mejor conseguimos algún ejemplar de trucha decente.

Luis suspiró y pensó: “Un día magnifico para comer esta paella de marisco con guisantes, es cierto, pero, yo no quiero pescar, ¡quiero dormir la siesta!”.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
19-XII-2011

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