lunes, 2 de enero de 2012

DIENTES.


Estábamos mi abuelo y yo viendo en televisión un reportaje, era sobre las excavaciones en Atapuerca. Se trataba de unos restos dentales encontrados, databan de millones de años y pertenecían a un antepasado nuestro, el Homo Sapiens.

Hablaban sobre la cantidad de información de los dientes, a tal punto que podrían denominarse las cajas negras de cualquier excavación paleontológica.

Mi abuelo sonreía. Se levantó en ese momento del sillón y se dirigió al baño. Últimamente estaba raro y triste. Me extrañó su sonrisa. Al poco rato, oí grandes carcajadas y como no cesaban, en cuenta de que le había dado un ataque o algo, preocupado, me dirigí hacia allí. Le encontré sujetándose el diafragma, enrojecido y sudando a mares. Al final de cada carcajada, expulsaba aire por la boca con un ruido que era similar al de un fuelle al cerrarse y su cuerpo se retorcía.

Distinguí en su mano un vaso con agua. “Quizá tenga apendicitis…”

Le pregunté en voz alta y repitiendo las palabras:

-Abuelo, abuelo, ¿estás bien?

Él aseveraba con movimientos afirmativos de la cabeza y fue entonces cuando me señaló el vaso. En él, estaba depositada la dentadura postiza de la abuela y no entendí nada. Al rato se calmó aunque, yo seguía pensando que había enloquecido.

Me dijo muy serio:

-Verás Antón, cuando los arqueólogos del futuro encuentren la “piñata” de la abuela, se van a pasar investigándola una eternidad.

Volvió a reír otra vez.

-¿Te imaginas sus preguntas?, ¿a quién perteneció?, ¿de qué se alimentó?, sí, sí, una auténtica caja negra, ja ja jaaa…

Definitivamente algo le estaba pasando. Mi abuelo siempre fue muy serio, al menos, eso era lo que yo creía.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
2-I-2012

No hay comentarios: