martes, 6 de diciembre de 2011

REÑIR


Me han pedido que escribiera algo sobre la amistad, precisamente hoy.

Mira que la amistad es lo más importante y sin embargo, hay ocasiones en que flojea y no se sabe porqué y hoy es esa ocasión. Podría ser incluso, una sensación y nada más. ¡Pero, no! Esa especie de dilema lo tengo pegado a la piel y me hace un mucho de daño.

Lo curioso del caso es que no mediaron motivos para ello. ¿Sólo es una sensación entonces? Quizá, aunque el estómago se mengua y se contraen las entretelas. Quisiera saber el porqué. Quisiera que el silencio no persistiera. Quisiera que siguiera adelante ese lazo, por siempre.

La amistad, ¡que palabra!; he intentado describirla mil veces y mil veces me quedé corta. La amistad es algo indescriptible, algo que alegra la mirada, el brillo en los ojos, la alegría en el corazón ante una sencilla llamada de teléfono...

Es más, se va acrecentando al compartir actividades, formas de ser y una empatía inexplicable. Hay una dosis de confianza que no entregarías a nadie más, ¡a nadie! Hay algo dentro por ambas partes pero, sin nudos, sin trabas. Las risas emergen siempre sinceras, no hay hipocresía, hay nobleza.

Sigo sintiéndome a disgusto. Tengo el alma aprisionada. A veces el silencio descoloca, ese día sobre todo; lo percibí a través del teléfono, tenía disgusto en la voz y calló.

Me intento imaginar como sería pasar a su lado y no saludarnos, nada del abrazo de siempre, nada de la risa que nacía natural, alegre, a pesar de los pesares. Y las preguntas al unísono de siempre, ¿estás bien?

Me encuentro realmente mal. Me mareo. Ha habido momentos, días o semanas en que ni nos llamábamos y no pasaba nada, no era necesario, no había problema. Hoy noto que lo hay. Siento que soy quien provocó esa situación, por lo que fuera, da igual.

“¿Como te sentirás? ¿Estarás tan mal como yo? Quiero remediarlo.

No quiero perder ni un ápice de esa amistad. No quiero perderte.
Aunque tenga que labrar la tierra del campo amistoso a base de azada y pala. Lo lucharé. Sabes que soy fuerte”.

Estoy agotada..., hummm, mi cabeza.

Suena el teléfono. Anda cerca de parárseme el corazón, es su número, ¡Dioses!, ¿ahora qué?

-Hola.

-Hola.

-¿Pero, qué te pasa? Vaya un escrito que me enviaste.

Veras..., “tragué saliva”. Creo que he dicho algo que te afectó.

-Venga, no pasa nada, un mal entendido. Y estás dramatizando. Esa imaginación siempre te trae algún problema. ¡A la próxima llamas o me intentas localizar! ¡Menuda manera más tonta de pasarlo mal cinco días, por Dios!

No podía, me atenazaba el miedo.

-¿Miedo?, ya veo que hiciste una torre de Babel. No llores.

Todo está bien, te callas demasiadas cosas, me refiero a las que no escribes. Tienes demasiados frentes abiertos... ¿Me escuchas?

...

Sí..., snif (bajito).


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
2-XII-2011

2 comentarios:

Yo dijo...

Es que la amistad es como una flor. Debe ir abriéndose lentamente para que endurezca el tallo que la sostiene. Si la das de repente, puede ocurrir que a lo peor te arrepientas. El tallo de la mía, sigue robusteciéndose.Hasta pronto, Chata.

Anónimo dijo...

Gracias "fermosura", eres tremendo. Lo tengo en cuenta y hago lo mmismo con la flor que te corresponde.
Siempre me produces el efecto de la sonrisa, la sensación del bienestar, el apoyo del amigo. Abrazo. Lns