domingo, 27 de noviembre de 2011

PASEO POR EL VIEJO OVIEDO


Liberó sus cansados pies haciendo que resucitasen después de un largo día sobre el asfalto. Se desató lentamente los cordones de las botas disfrutando cada segundo mientras liberaba a sus extremidades de la opresión que le producía el calzado que, aunque era muy cómodo, habían sido muchas horas caminando por las calles del viejo Oviedo. Con la resurrección de sus apéndices inferiores, la mente sumida en un placentero éxtasis comenzó a rememorar la jornada vivida, que en esos momentos llegaba a su fin.

El día había comenzado más temprano de lo habitual. Todavía no había amanecido cuando el suave pitido del despertador avisaba que sus pocas horas de descanso nocturno habían concluido. El día anterior, otro evento extraordinario, la había entretenido hasta altas horas de la noche sin poder descansar las horas necesarias para el buen funcionamiento de todos sus sentidos.

Esta era una de las muchas consecuencias que acarreaba el participar en todo lo que se le ponía a su alcance. El ser partícipe de tantas actividades hacía que, como en aquella ocasión, más de una vez se viese en la difícil tesitura de tener que elegir una, entre varias propuestas, por coincidir en día y hora. En esta ocasión lo tuvo muy claro desde el principio. Se quedaba con el viaje programado desde hacía ya más de un mes y que tenía todos los visos de ser irrepetible.

Como iba diciendo, el bienestar producido al liberar los pies, después de tantas horas sin parar, le propició un buen momento para repasar la jornada vivida. La noche anterior programó el despertador para que sonase un cuarto de hora antes de lo que necesitaría para acicalarse y llegar con tiempo suficiente a la estación de autobuses. Quería asegurarse de no llegar con retraso, una vez más, no fuera el caso que surgiese algún imprevisto y se escuchasen, de nuevo, los comentarios de sus compañeros sobre su habitual impuntualidad.

Según se iba acercando el momento de la partida se iban confirmando las ausencias de varios componentes del grupo que por distintos motivos no pudieron acudir a la cita. A todos se les echó de menos en algún momento de la jornada por diversos motivos. A Fulanita le hubiera gustado esto… Menganita hubiese disfrutado en este sitio……. Zutanita hubiese contestado esto otro….. En fin, que cuando no estaban todos se notaba el hueco vacío porque salvando las distancias con la comparación, en estos grupos no deja de ser como una pequeña familia bien avenida.

El viaje hasta el destino marcado se le había hecho bastante ameno intentando, como buenos españolitos de a pie que se precian, poner solución, con sus vecinos de asiento, a todos los problemas que tiene el país.

Llegaron a la capital del Principado con unos minutos de antelación sobre el horario previsto dándoles tiempo para reponer fuerzas con un buen café y algo para mojar, servido por simpáticos camareros que no perdieron su sonrisa a pesar de tener una veintena de personas pidiendo todos a la vez.
Enseguida llegaron las anfitrionas y después de los oportunos saludos y correspondientes presentaciones, dio comienzo lo que resultaría una magnífica jornada de convivencia, de empaparse de nuevos conocimientos e interesantes anécdotas relacionadas con la historia de la ciudad y con la autora de la novela que había propiciado este encuentro literario entre varios Clubs de Lectura.

Cuando todos estuvieron reunidos frente a la estación las anfitrionas dieron la bienvenida a los visitantes con un pequeño y bien elaborado detalle que contenía pequeños relatos de escritores noveles relacionados con su Club de Lectura. Todas ellas hicieron de magníficas guías dando muestras de sus conocimientos en temas históricos, arquitectónicos y, también, gastronómicos. Como los datos históricos y arquitectónicos resultaron ser muchos y muy variados, en aquel momento de placentero relax, prefirió pasarlos por alto sabedora como era de que al día siguiente los podría repasar con más tranquilidad en los relatos que, a buen seguro, algunos de sus compañeros de viaje harían con todo lujo de detalles y tecnicismos. Esta era una de las ventajas que tenía el viajar con personas cultas. Aunque el ruido ambiental, típico de una ciudad despertando a los quehaceres diarios de sus habitantes, no le hayan permitido escuchar algunas de las interesantísimas alocuciones de las prestigiosas personalidades que se prestaron, desinteresadamente, para informarles muy sabiamente de la historia de Oviedo y sus gentes, no le importó excesivamente sabedora como era de que las narraciones de sus compañeros estarían completas de historias contadas con todo lujo de detalles. En cambio, sí pudo escuchar y memorizar, para próximas visitas a aquella bonita ciudad, donde se podían conseguir los mejores "carbayones", o los más exquisitos bombones elaborados en la capital y con fama internacional. Al igual que las sin par "moscovitas" que, trabajadas con fino chocolate, gustan incluso a quien no le gusta ese ingrediente.
Sólo el recuerdo de todos estos productos ya la hacían salivar abundantemente.

En su paseo por la Universidad, la Catedral, siguiendo por la calle con el curioso nombre de Salsipuedes, por la de Cimadevilla y conociendo lo que en un pasado no muy lejano funcionaba como el Mercado del Pescado o, las calles donde les parecía estar viendo a las lecheras anunciando la venta de la leche fresca que los vecinos se acercaban a comprar con su hervidor en la mano para nada más llegar a casa ponerlo al fuego hasta que la leche lograra su punto de ebullición con el fin de eliminar cualquier posible germen y de paso conseguir la exquisita nata que tantos postres ayudaba a elaborar.

Llamaba especialmente la atención en todas las calles visitadas su belleza, encanto y pulcritud. La Plaza del Ayuntamiento les sirvió de punto de encuentro después de visitar La Puerta Nueva desde donde pudieron observar parte de El Campillín, acercándose después hasta El Fontán completamente abarrotado de puestos de mercaderías que semanalmente animan la emblemática plaza. El apacible día soleado de otoño invitaba a ser disfrutado en cualquiera de las numerosas terrazas montadas en las calles, casi todas ellas peatonales desde hace unos años.

Sin embargo no podía dejar en el olvido otra de las numerosas sorpresas con que las anfitrionas les agasajaron. Calculando, con gran acierto, donde sus pies podrían agradecer un pequeño descanso por la extensa caminata y un ligero “tentempié” para continuar la visita sin desfallecer, les acercaron hasta una coqueta plaza llamada del Paraguas por tener en el centro precisamente eso, una escultura con la forma de un enorme paraguas donde ¡Oh casualidad! una pareja de jóvenes preparaban un violín y un violonchelo. Algunas personas del grupo comentaban:

-¡Vaya casualidad! Igual hasta tenemos suerte y coincidimos con un espontáneo concierto de cámara.

Pero no. No fue casualidad. Estaba todo preparado, de nuevo, por las anfitrionas. Otra de las numerosas sorpresas con las que les deleitaron durante toda la jornada. Mientras se escuchaba las relajantes melodías magníficamente interpretadas por dos jovencísimos estudiantes del Conservatorio de Música de Oviedo, se podían ir saboreando unos riquísimos bombones repartidos ¿por quién?... ¡Exacto, por las organizadoras!. Al mismo tiempo iban repartiendo a los visitantes dos preciosos marca páginas con pinturas realizadas por uno de los componentes del Club de Lectura anfitrión. La “voz cantante” del grupo les hizo saber que todo aquello de lo que estaban disfrutando era labor de mucha gente, no sólo de la bibliotecaria. En especial había dos personas que colaboraron con gran dedicación y esmero y que por diversos motivos no pudieron estar presentes por lo que todos los asistentes prorrumpieron en un gran aplauso en gratitud y reconocimiento a toda esa labor efectuada en la sombra.
Aplausos que continuaron para, los ya mencionados, músicos. Resultando ser uno de ellos hijo de la polifacética bibliotecaria a la que ya todos, oriundos y visitantes, la llamaban con toda familiaridad por su nombre de pila: "Chelo".

Pasada, ya con creces, la hora habitual de comer de algunas de las personas participantes en la visita, les acercaron en autobús hasta una conocida y prestigiosa sidrería a las afueras de Oviedo, en Colloto para ser más exactos, y allí saciar el apetito que ya roía algunos estómagos.
Pero también ahí continuaron las sorpresas. La primera de ellas la estupenda comida complementada con un magnífico servicio de mesas con la que les agasajaron. Algunos de los comensales, previo acierto de ciertas preguntas que sirvieron de concurso para hacer la selección, pudieron disfrutar del excelente ágape en una curiosa mesa metida, literalmente, en unas enormes barricas de sidra. Imagen sumamente original cuando lo ves por primera vez. En los postres, intercambio de regalos entre los dos grupos con la simpática coincidencia de que por las dos partes se pensó en el mismo regalo. De nuevo, finalizada la comida, el autobús les acercó hasta la zona del famoso Monte Naranco donde pudieron apreciar una espectacular vista panorámica del Oviedo nocturno y, como no, el Palacio de Santa María del Naranco. El hecho de ser los días tan cortos en esta época del año hizo posible una visita nocturna que, posiblemente, pocas personas hayan hecho y que merece la pena. La imaginación se despierta ante tal monumento visto en la penumbra. Al espectador le resulta más fácil ubicarse en la época en que dicho palacio estaba habitado.

Después de esta innovadora visita nocturna de nuevo hacia el autobús para dar por finalizada una fructífera jornada de genial convivencia y abundantes conocimientos de una ciudad que todos coincidieron en que habrán de repetir la visita para continuar conociendo y disfrutando su magia.

Después de repasar la gran actividad de este bonito día el cansancio de pies ha desaparecido y sólo le queda la pena de que mañana no sea de nuevo sábado 26 de Noviembre para revivir nuevamente la experiencia.

Gracias al Club de Lectura de Pumarín en Oviedo por tantas cosas bonitas que nos habéis enseñado.

¡¡Hasta pronto!!

Laura González ©
27 Noviembre 2011

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Muy logrado! Lns.

Anónimo dijo...

Muy bien narrado me ha parecido pasear por esas calles y "pillina"aun sin gustarme demasiado el chocolate me han dado ganas de saborear esos fantasticos bombones un abrazo. Dori

Jesús dijo...

!Jo, Laura, y luego dices que tu no lo haces tan bien! Eres la leche. Y encima, rapidina, rapidina, para que nadie tenga que volver a escribir que siempre llegas la última. !Felicidades por tu crónica!

Manderly dijo...

Pertenezco al Club de Lectura de la Biblioteca Sara Suárez Solís (Pumarín) de Oviedo. El sábado tuve la suerte de compartir la Ruta Literaria con vosotros y fue una experiencia maravillosa. Soy ovetense, o lo que es lo mismo carbayona, pero aún así pude disfrutar del saber, tanto de Carmen Ruiz Tilve como de nuestra siempre apasionada y activa bibliotecaria Chelo. Deciros que fui testigo de lo que Chelo estaba preparando para vuestra visita y de algunas de las vicisitudes de las que finalmente salió airosa.
¡Gracias Chelo!

También disfruté el mes pasado de la Ruta Literaria ‘Entre la tierra y el mar’ que vosotros nos mostrasteis con tanto cariño y del que guardo un bonito recuerdo y algún que otro regalo. ¡Gracias!

Un saludo desde Oviedo

KA dijo...

Buena la narración me gusta como lo haces Laura!

Laura dijo...

Gracias a todos.