domingo, 28 de agosto de 2011

LA MÚSICA DEL FINAL DEL VERANO


El estío trae consigo, tonadas alegres y desenfadadas y sin embargo, es un periodo que colma de fuerza y vigor. Invita a las actividades al aire libre, tanto de día como de noche, a programar un verano sin el devenir de las obligaciones, con el único intento de divertirse en las playas, las riveras de los ríos o en la montaña, se comparte y experimenta lo agradable del verano.

Aunque el verano también significa el sobreesfuerzo para los lugareños, pues reciben a los ociosos visitantes, bien por la relación con los gremios hosteleros o simplemente, porque siguen en su trabajo diario; el primer grupo multiplica sus esfuerzos ahogándose en los calores propios del estío, es entonces cuando los agobios cambian de bolsillo, también otros asuntos dinerarios, y adquieren el desasosiego anual de los veraneantes en tan solo dos meses, un plazo corto que les ayudará a subsistir.

Los visitantes están deseosos de disfrutar del aire libre y puro, del desenfado en general y de la convivencia y el divertimento.

Por ejemplo, los conciertos se multiplican en esas fechas en apacibles lugares bajo las estrellas, una acústica natural e irrepetible; hace de lo anímico un estado relajado e incluso, se llegan a apreciar los clásicos, desdeñados en otras ocasiones o estaciones. Escuchar la espiritualidad de un gospel a la luz de la luna o el jazz en un solo escalofriante de saxofón o de trompeta, recordando a Louis Armstrong, cambia por completo la percepción de todas las melodías.

Los conciertos de los grupos de música actuales, tienen entre sus obras, magníficos ejemplos de baladas, filosofías acertadas de la vida, protestas que aún con la edad, siguen estando vigentes en todas las edades, porque el verano también rejuvenece los espíritus. La música es el hilo conductor que manifiesta cada vivencia, por diferente y chocante que parezca, siempre conserva las mismas pretensiones de protesta y rebeldía ante la realidad. Es tan cíclica como el verano.

La comodidad en verano es relativa y hasta la vestimenta es liviana, las ideas… también, es bien recibida hasta la lluvia, templada y lenta. Se vive y comparte cierta libertad y un paréntesis de las autoexigencias.

Abstrae de todos y de todo..., pura magia.

Es increíble el renacer de la vitalidad en esta estación, pone de manifiesto la conjunción de lo físico con lo anímico y la capacidad para emprender cualquier aventura. Cabe la posibilidad de que los líderes, los triunfadores o simples personas positivas, posean la fuerza de un posible verano interior, quizá sepan apreciar un reflejo de sol invernal, un bello paisaje helado o el placer de abrigarse con el frío, reflexionando que ese frescor en verano, sería un alivio ante al exceso de calor. Son positivos en cada uno de los acontecimientos experimentados.

Pero, el verano acaba y es tiempo de recoger las cosechas y a la espera de las recolecciones otoñales. Los veraneantes se van, los colegios se vienen, y ese tiempo de holganza se desplaza lentamente hacia el trabajo cotidiano, a una monotonía que en el fondo, se desea y necesita.

La llegada del otoño produce un algo de nostalgia ante los cambios evidentes, climatológicos y sensitivos pero, son necesarios para descansar de las múltiples actividades del estío y se precisa la ralentización y el casi letargo de las próximas estaciones. Es fácil dejarse llevar hacia los melancólicos paseos en las aún cálidas tardes de vientos asurados, viendo la caída y maduración de los deliciosos frutos secos, alimentos que requieren cierta lentitud y paciencia en el consumo de su deliciosa carne y al partirlos, oír ese crujir que se convierte en música que retumba en los ecos de roquedales y valles o en las calles vacías de las ciudades por llenar.

En ese tiempo, a caballo entre el verano y el otoño, se visionan los primeros colores en la frondosidad de la vegetación y los árboles, extraordinarios verdes, calderas, amarillos, marrones…, tener la posibilidad de recostarse bajo una higuera que provea de sus azucarados frutos y visionar atardeceres con los rojos más espectaculares.

Sí, el verano es el final de una canción agradable que consigue un bienestar que se viste de indolencia y felicidad; quizá sería bueno conseguir la suficiente atención para apreciar el valor de cada estación, de cada día o cada minuto y dejar paso a lo auténtico, ¡vivir!

Al final, la canción o el verano acaban y al recoger los bártulos, podría aparecer aquel disco de vinilo del Dúo Dinámico, “El Final del verano”. Todo es cíclico y retorna se tenga la edad que se tenga.

Vivir es el verano de nuestra vida y tiene varias estaciones, cabe la fantasía, el descanso, el trabajo y el amor.

Miras por última vez por la ventana del desván y escuchas o recuerdas la canción, a sabiendas de que no se cambia porque finalice el estío, se sigue recorriendo la existencia estacionalmente y queramos o no, está llena de veranos.

“El final del verano
llegó y tú partirás…”


Ángeles S. Gandarillas ©
Un verano de 2011

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