viernes, 5 de agosto de 2011

ESCATOLOGÍA VERANIEGA


Ayer tarde estaban las terrazas a tope. O más que a tope. Por los soportales no se podía dar un paso si no era restregándote con todo el que caminaba en sentido contrario. Hoy que, como de costumbre, se escondió el sol, y no hace para playa, calcula tu la gente que deambula por un sitio y por otro, y por el de más allá.

Dicen que no hay dinero, pero en la tarde noche de ayer, todo eran mariscadas sobre las terrazas de los restaurantes. ¡Que manera de comer! Y de beber también, que como no había ni un solo sitio libre donde arrimarse, la juventud atascaba el tráfico peatonal de las aceras, sentándose en el suelo con vasos grandes como redomas de laboratorio entre las piernas.

Vendrán como dice “tol mundo” con las perras contadas, pero ¡Como son tantos…! Hay momentos que entran en el pueblo riadas y riadas de coches, que hasta en los aleros de los tejados van a tener que aparcar, porque casi desde la Acebosa hasta Boria no hay donde colocar una mala bicicleta. Esperemos que con la puesta en marcha del parking, sea este el último año de agobios.

El mundo tampoco se acaba tan fácilmente. Lo digo porque cada verano veo más gente menuda entre los visitantes. Si no llega a existir la “píldora del día siguiente” no se donde iba a haber tanto trabajo para tanta gente como pudiera nacer. ¡Qué riadas de críos! Y todavía los que caminan normalmente de la mano de sus padres, vaya… Pero ¿y esos que van reculando y berreando porque quieren otro helado, y su padres ya les compraron tres?

Para mi los menos agobiantes son los viejos. Si, los viejos; esos que llevan bastón y arrastran los pies, y que los familiares van tirando de ellos con una cara de mala hostia que espanta. ( Los comprendo como nadie, por que estoy a la puerta.) ¡Se tenía que haber quedado en casa, el carcamal este de los…! Si, en casa, ¿y con quien? ¿Con el gato y el perro? Otro año, si vive, que Dios quiera que no, le llevamos a la guardería con los bichos, que a mi no me amarga más las vacaciones un ser como este… - Y el viejo tose, y se para a sacar del bolsillo el pañuelo con que limpiarse la baba…

Y lo peor no es eso. Lo peor es que el viejo se mea, y se le escapan cuatro gotas que ponen perdido el pantalón. Y para colmo el crío chico se hace “caca”… ¡Y que dónde hay un servicio, que yo también tengo ganas! Pero a un bar, no, que te sientes obligado a tomar algo, y no está el verano para tanto gasto… Oye, que se cuelan en el ambulatorio médico, que suplican en la tienda de Manos Unidas, que tienen loca a María en la biblioteca apretando las piernas como si de un parto prematuro se tratara… Claro, claro, tanta gente y más gente. Tanto comer y beber, naturalmente, que se mean y se cagan, y eso no lleva torna. Y van tan apurados que ninguno ve el letrero sobre la pared de la casa del guarda muelles. ¡Que ya lo decía yo! "Que es muy chico ese letrero, que la necesidad es grande, que mear son treinta céntimos, y lo “otro” está sin precio"… Pues en esta esquina… O aquella otra… Claro, en la playa todo esto se oculta bajo el agua; pero cuando llueve… ya ves lo que pasa...

J. González González ©

2 comentarios:

Flor dijo...

Por hay llega sonriendo
con mirada picarona
preguntando de que escribe
una excelente persona

Escribe de lo que quieras
a ti todo te sale bien
pues lo leemos con detalle
y nos lo pasamos muy bien

Sigue,sigue,no te pares
estss haciendo buena labor
alegrandonos este verano
que tan raro nos llego

Y otro tema te propongo
espero sea de tu agrado
cuentanos esas cosas
que te suceden a diario

Tienes muchos argumentos
eres buen observador
y asi nos lo contaras
con tu insuperable humor

Gracias por alegrarnos
y hacernos esas visitas
alla arriba en lo mas alto
tu presencia,una delicia

Besitos

María dijo...

Me encanta. ¡No paréis!
Besos
María (biblioteca)