sábado, 31 de julio de 2010

AMIGA MUSICAL…

Amiga, después de tanto preparar esta cita con la música diferente y con nuestros “cáfeses”, esos que nos debemos hace demasiado, salió la historia de otro modo; el compromiso con tu coral en un concierto coincidente en horario, entre melodías en esta ocasión vocales. Ocurre que personas polifacéticas como es tú caso, tiene una dificultad añadida con tantas actividades obligadas o de ocio, dificulta ubicar algunas más.

Quiero que sepas amiga, que también sentí no poder aplaudir vuestros cantos, pues ambas actuaciones tenían valor para mí, tan solo había una diferencia a la vista; a vosotros os tendré más a mano que al interprete de violín y su ensemble, Ara Malikian, además en un entorno al aire libre, es ahí donde este ser tocado por los hados musicales, se explaya, siente y hace sentir libremente, sacando todo lo divertido que tienen los clásicos a través de su simpatía y forma de tocar.

Aún tenemos la posibilidad de asistir a alguno de sus conciertos.

Pasaré a intentar narrar como fue este concierto multitudinario. De nuevo en Comillas en la Plaza de la Constitución, aprovechando la sonoridad que propician las casas de tipo montañesa, populares y barrocas, balconadas, corredores, llenos de flores y alguna bandera extendidas, espectadores en alto en las balconadas de estos domicilios. Al otro lado, las viviendas son de más alturas y aún así, poseen su empaque histórico, algunos escudos, acristalados miradores, empedrados paseos en calles que tienden a ser holgadas, una de ellas la más empinada y ancha, se abre a la plaza, dando al entorno el sabor del teatro antiguo, con ese desnivel que facilita la visión de todos.

La iglesia de San Cristóbal, con su reloj dando los minutos correctos pero en descolocadas horas, bajo una cúspide que remata el campanario en forma de pirámide estilizada, coronando su torre cuadrada de cuatro alturas; minutos que parecían llevarnos a todos los lugares del mundo, desde donde nos ofrecerían esa colección de piezas para los cuatro intérpretes de instrumentos de cuerda.

Esta iglesia de aspecto barroco, con sus contrafuertes adosados a las paredes externas, da al entorno religioso la sensación de fortaleza y seriedad; fue construido por su población, empleaban un día a la semana para hacer esta obra. Su entrada principal con un arco sobre balaustres, un hermoso San Cristóbal en una gran hornacina, obra de Jesús Otero, está justo frente al escenario bajito y sencillo, que sería aumentado y adornado de sobra por el cuarteto. Toda esa pared al norte, limita esa parte del aforo al aire libre, tras el entarimado está el antiguo Ayuntamiento comillano, cerrando y dando el aspecto de teatro a todo el entorno.

Tiene soportal en la parte delantera con tres arcos de medio punto a la vista, un balcón corrido y ancho antepecho. Se ven varios escudos bien conservados, uno de ellos es una nave que rompe las cadenas de Sevilla y su torre. En ese frontal, dejará el alumbrado los colores adecuados a cada momento musical, por medio de los focos.

Comenzó un poco más tarde de lo previsto, nadie se movió, incluso se ayudó al personal del ayuntamiento a colocar las sillas, la cantidad de personas allí paradas y expectantes, podrían llegar a 2.000; las que estaban de pie tampoco se movieron durante casi las dos horas del espectáculo. Increíbles las ganas.

Observé un muchacho cargado con mochila al hombro, estudiaba todo el entorno y los espectadores, con barba y de ojos brillantes que estaban enmarcados con unas modernas gafas. Comía algunas galletitas y al poco desapareció, intenté localizarlo, pero resultó imposible. En ese momento, pensé que había tenido uno de mis despistes y por eso la desaparición de mi vista.

Subieron al escenario, presentadoras y entes públicos, por cierto al consejero de cultura le costó un triunfo pasar hasta allí, tal era el gentío, quizá estaba desacostumbrado a caminar como una sencilla persona de a pie. -En este ir y venir, se sentó a mi lado una pariente tuya llegada del este de España, cariñosa y habló del pesar que tenías de no poder asistir al evento en cuestión. Saludos reservados de años, se agolparon en abrazos y besos, en contarnos rápido nuestras vidas, de felices tiempos pasados, recuerdos ya casi inconexos, pero adornados con sonrisas y algún pensamiento de “¡cómo pasa el tiempo!-

Los artífices de estos conciertos pusieron su grano de arena oratoriamente hablando.

El protagonista del recital, explicó la primera de las obras. Se agradece el conocimiento de lo que se escuchará, del título, del por qué y el donde. Da pie al entendimiento para disfrutar plenamente de las obras clásicas, una forma de quitarle hierro a estas audiciones, presentadas con simpatía y sencillez, reconforta asimilando mejor esa fuente de cultura y disfrute. Simpático hasta el máximo, tiene la facilidad de entregar su pasión por la música y en sus exposiciones, pasa a los espectadores la vitalidad, el divertimento, el contenido de aquel programa con diez obras y las “propinas” si no teníamos demasiada hambre y nos gustaban las obras oficialmente establecidas.

El público ya entregado, recibió con interés estas aclaraciones, unidas a cada interpretación e incluso explicó historias de su creación y hasta datos personales, un personaje cercano gustoso de sus visitas a Comillas, a pesar de tener conciertos en todo el mundo, con directores prestigiosos o como solista, recibiendo premios merecidos mundialmente, actividades incesantes a esos niveles.

Pero le creo cuando dice tener esa estima por estos conciertos a niveles casi extraoficiales, porque su personalidad inquieta, su actividad física en el escenario, el conversar con los oyentes, reír y dejar un poco atrás la formalidad de otros eventos quizá más serios, le satisface. Por tanto especificó al terminar, que no era por hacer la “pelota”. Le creímos todos.

Aplausos cerrados a pesar de la impaciencia por escucharles.

Comenzó la audición casi escenificada de la primera de las interpretaciones, nos llevaba a la música zíngara por diversos autores clásicos, diferentes países por donde pasaron en su constante migrar, desde probablemente unas raíces indias.

El autor G. Enescu rumano y su obra titulada Circolía, fue alegre, actuada y tocada por el viola, Humberto Armas, -este instrumento es un poquito más grande que el violín-, también movimientos danzarines o casi circenses, siempre sonriendo y disfrutando, añadiendo la dificultad de seguir el ritmo correcto de la partitura. Se apreciaban los músculos de las piernas marcados en el vaquero del solista, desarrollados seguramente por este dinamismo incesante, teatral, emanando todo su poderío hacia cada uno de los espectadores. Las notas estaban acompañadas en todo momento por el cambio de las luces, estas imprimían con sus colores lo más crudo o estridente con el azul, el rojo la pasión o fuerza, la felicidad del amarillo y los intervalos en blanco.

Amiga, un auténtico placer, intenté atesorarlo para poder definirte las sensaciones, una forma de vuelo o viaje en aquel lugar, el cielo y la luna plena en su dorado esplendor, daba luz natural, algunas nubes descaradas o envidiosas, queriendo tomar parte de esa vivencia, entorpecían un poco nuestro satélite. El reloj seguía dando al entorno la sensación de intemporalidad, de vivir en todos los lugares de nacimiento de los autores, internacional… Todos los espectadores estáticos en aquel empedrado entre candilejas, en pie tantos como sobre las sillas sencillas de madera, quizá incomodas pero que no se notaría hasta el final o al levantarse, para que el aplauso fuera más audible y merecido para aquel grupo artístico.

Llegados hasta la Danza de la Felicidad de Shaktí (India), pude ver la interpretación más calmada del guitarrista (Luis Gallo) y a cargo del contrabajo (Nacho Ros), casi tapado por este gigantesco aparato de cuerda, no es de extrañar su nombre; aquí fue donde reconocí a mi observador y desaparecido amigo barbado, era el contrabajista. Ambos estaban en ese momento en la actitud de los músicos clásicos, viviendo su parcela musical e interpretando, sujetos a la dificultad que implicaba también el transporte del los mismos, es posible que pasaran las ganas de activarse.

La sorpresa fue la siguiente obra compuesta por el mismo Ara Malikian, la Danza Armenia, adaptada al folklore clásico de su país, llevado de la mano sensible del autor y artista en el escenario. Delirante es la palabra mejor para explicarlo, ellos se divertían y sentían lo que querían decir en sus movimientos y danzas, en el sonido de las cuerdas del violín protagonista, acompañado en su “charla” por la viola.

Incesante el intercambio de susurro al fragor, mantenida la nota en el movimiento incesante del arco sobre las cuerdas, parecía imposible, a tanto, que acompañabas sin darte cuenta aguantando la respiración en ese largo espacio, olvidando respirar, manteniendo el aire dentro de su refugio pulmonar, hasta la conclusión eternizada de la figura melódica, acompasada e ininterrumpida, ¡Dioses! la misma felicidad llamaba a las puertas de espectadores volátiles, a sentimientos o llegando a esa fibra sensible que todos tenemos, aunque la ejercitemos menos de lo debido. Disfrutaban ellos y contagiaban ese fuego en los expectantes testigos de un arte sin nombre, de una emoción.

Continuó explicando cada obra musical, algo de la vida o de la obra de los autores, la siguiente Danza del Sable de A. Khatchaturian.

Este autor según Ara, tenía gran interés en conocer a Salvador Dalí, consiguió una cita en Cadaqués por medio de un telegrama. Concretada esta, acudió a su puerta y llamó. Fue recibió por el mayordomo, le aposentó en un salón e informó a Dalí de su llegada, le pidió la descripción y su ayudante le comunicó que tenía una gran cabeza. Le mantuvo a la espera muchísimo tiempo, cuando la impaciencia del músico tenía ya un futuro punto final, en ese justo momento se oyó en el recinto su Danza del Sable. De pronto apareció ese pintor tantas veces extravagante y chocante; cabalgando desnudo sobre un caballo de madera, compuesto de la cabeza y un pequeño palo por cuerpo, entre las piernas al aire. Después de rodearle varias veces con ese corcel, le comunicó que esa había sido la entrevista y que podía irse de su casa. Se sintió ridiculizado y abandonó la vivienda.

Nos dispusimos a oír y ver esta preciosa danza, con la mente preparada según nuestro artista, para ver a Dalí recorriendo la plaza de la misma guisa conque recibió al autor en cuestión, risas en general. Cierto es que daba la impresión de estar cabalgando por campos y veredas, alegremente, con un perfume de flores y el tiempo entre claros y nubes, brisa fuerte y el pelo al aire, revoloteando sin freno. Aquellos instrumentos de cuerda unidos, cada uno en su papel. Breve pero inflamante. Tanto como los aplausos que no se dejaron de escuchar en cada final.

Seguidamente el Vals Árabe de Rabih-Aban- Khalil, (Beirut). En ella este violinista expresivo y activo, manejaba este vals en cadenciosas pero fuertes y altas notas, acompañado con sones de percusión efectuados por su contrabajista a manera de timbal; un hombre que parecía pegado a su violín, casi extenuaba, incansable y entregado, ante esta obra coctel mezcla de árabe y zíngaro.

De nuevo una obra con su nombre, titulada Pisando Flores. Rememoró su aprendizaje en Alemania con 15 años, tocaba con un compañero en las calles, modo de incrementar sus ingresos. En una ocasión una señora les pretendió contratar para la boda judía de su hija; ella preguntó si eran judío, él respondió que sí y además francés. Ante esta disyuntiva, se pasó la noche investigando y ensayando las músicas judías y sus ceremonias. De ahí surgió un trabajo de casi dos años, siendo en esos momentos un músico judío de Israel que en realidad partía de su piso, inspirado en aquellos casamientos. Creó esta obra musical estimulado por esa labor.

Otra belleza instrumental, otro delirio de sones cíngaros, a tanto que es difícil describir esta obra, absorbe de tal manera que sería necesario oírlos todos una vez más. Es intentar definir la pureza del amor a un hijo o amigo, es simplemente “amor”. Ocurre lo mismo que este espectacular momento, es solamente “música pura”, no caben apelativos, se disfruta, se siente, escalofría y nada más.

La Canción Cíngara del checoslovaco A. Dvorak; explica que procede de una zona llamada Bohemia, esta tiene fama por sus balnearios. De ese nombre han salido muchas definiciones respecto a la forma hippy de pacifismo o incluso dejadez. Sonríe pues sería fácil enlazar también con La Bohéme de Charles Aznavour o la opera de Puccini, bromea al explicar que eran todos de Bohemia, según dice con aire pícaro… o hippys.

Carcajadas por la simpatía y juegos de palabras, conocedor de todos los entresijos del idioma castellano. Dedicada a su madre por este autor del este, tranquila, tierna, emotiva, fue innecesario pedir silencio, se desplomó en aquel teatro abierto al etéreo cielo, recordar a nuestras madres era lo fácil, abrazos, protección, calma y las caricias acunadoras en la noche, con ojos brillantes y comprensivos, preparando nuestra vida, uniendo a la familia. El sentimiento de falta de la madre, era casi sollozante, la orfandad ante esa música, se hacía muy patente en corazones despojados de la presencia maternal…

El mutismo general embargaba de emociones, escasamente expresadas en la realidad.

Comenzaron a caer unas gotas de aquellas nubes celosas, dejando patente su poder y fuerza, pueden con la luna, las estrellas y cubren incluso al sol, quedó claro que son importantes y caprichosas. Todos pensamos en que aquello tendría que desmontarse hacia el soportal, debajo de las balconadas o los aleros, ni músicos ni público, nos movimos ni tan siquiera un ápice, hicimos un pulso a los nublados y ganamos por terquedad. No obstante Ara Malikian dijo que era debido a sus mentiras en Alemania, por tanto enseñó a los pequeños que le admiraban, que era el castigo por aquella mentira. Pareció que fue una mentirillilla, pues la lluvia fue suave y duró poco.

La Danza Húngara del ruso S. Rachmaninov, única obra escrita para violín pues era concertista de piano; dice Malikian que ignora el porqué de esta concesión a su vida entregada al instrumento de teclado, pudo ser por un amor…quizá. Fue la necesaria recuperación de lo emotivo inmediatamente anterior, a tanto que se vio como estos interpretes se movían y danzaban con sus piernas al compás. Hacia la mitad de la interpretación se exaltó al público, interactuó con palmadas llevados un poco de esa casi histeria colectiva que produce el contento general, de la alegría emanada, de fuerza vitalista. Terminó el publicó este acompañamiento con cerrados aplausos; cada vez duraban más, cada obra era una disculpa a la expresión de admiración y complacencia de todos.

Por fin comenzaba lo más curioso del programa, “Gipsy Tango” del autor de tantísimos chitos, el argentino Astor Piazzola. Música arrabalera y mezclada con los sones de la cadencia musical romaní, pasión en las cuerdas rozadas con el arco, con esa sensación del tango brusco a veces, con pasos repentinos y medidos, suaves roces de cuerpos, la mano del bailarín en la espalda de la chica, aprisionando su talle y deleitando ficticiamente. El contrabajista golpeteaba con sus dedos sobre el cuerpo del contrabajo a manera de tambor. Me permití imaginarte amiga, allí bailando con la relajación que necesitas, con el arte que tienes, con la calma de ese son que reclama atención del ejecutor en esa acción, en una danza apasionada y libre.

Quedó para el final uno de nuestros autores, Pablo Sarasate con Aires Bohemios. Una pieza de tientes románticos y lentos, adornados como todas ellas por este artista al violín, correspondido por la viola en justa oposición, dejando atrás la tristeza de la pieza original, dando ese toque febril a su interpretación, algo que da a todas las obras que se han digerido hoy, la sensación de ser casi una versión, por tanto entusiasmo y por esa maestría que ensalza el conocimiento de nosotros pobres mortales y de su apoteósico estar en escena, dando un toque diferente de otros. Hubo una parte de lo creí un alegro y lleno de notas con más viveza o color.

Los aplausos fueron como una tormenta, bravos, puestos en pie con la esperanza de las famosas “propinas" que ofertó A. Malikian, no cesaron hasta la entrada de nuevo a escena. Presentó la siguiente obra, otro tanto de lo mismo y salida de todos ellos hasta el público, tocando en los pasillos mínimos que dejaban un pequeño espacio, ante aquella cantidad de personas apretadas y sin ganas de retirarse de aquel aforo incontable, incluso bailando.

Recibí un abrazo intenso de tu pariente, emocionada con aquel episodio donde corrían en grandes ríos las energías positivas, emociones a flor de piel y la sensación de haber vivido una experiencia diferente, junto a un grupo comandado por este violinista implacable, divertido, exultante de ímpetu y vigor, bajo esa luna que acompañó mi vuelta, con las brumosas nubes pretendiendo taparla, dejando huecos a las pocas estrellas.

Las noches que acentúan los sentimientos y sensibilidades, en este caso sazonadas por el ensamble, en un entarimado sencillo, que se creció al llenarse con las notas engrandecidas de estos cuatro genios.

Amiga, se que cantasteis con todo el amor, esfuerzo, gusto y entrega, vuestro éxito no por acostumbrado, menos importante, aumenta mi necesidad de escucharos próximamente. Desde ahora tengo eso pendiente y tú los “cafeses” y los conciertos que nos quedan, hasta sumar 12, más la obra de teatro en San Vicente.

Un abrazo entre siete notas en escala musical.


Ángeles Sánchez gandarillas ©
San Vte. de la Barquera-Comillas
25 de julio de 2010

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