martes, 29 de junio de 2010

PUZZLES EN SAN PEDRO

Acudí a una exposición de trabajos artesanales, patchwork, -su nombre en español sería “almazuelas”, recuperación de tejidos inservibles, superpuestos, unidos y sujetos entre sí, por un artesanal cosido. Data del siglo XVII y es posible que proceda de la palabra ”almozala”; define ricos paños, cosidos entre ellos s. X-. La verdad que se trata de un trabajo endiablado, colocar, coser, festonear, recortar, rellenar; además son inconformistas y la imaginación les lleva a confeccionar obras distintas, originales que se puede convertir en un rompecabezas, con miles de piezas. Parece la ordenación ingente de pedazos en un puzzle, que finalizada, resultan auténticas obras de arte.

Hay un edredón que tiene alrededor de 1.870 trocitos o quizá los 1.009 de otra, (técnica en exagonales), pespunteados, festoneados o ribeteados, con colorido heterogéneo, superponiendo y colocando, hilvanando, diferentes figuras y aún así, se percibe un cierto orden.

Dicen creer que son ese el número, porque es difícil hacer un recuento exacto, pues hay ribetes, piezas que rellenan, base del total, etc.

Pero todo se consigue, ¡todo!.

En un pequeño expositor colgado en la pared, se pueden admirar broches, son de mil formas y maneras, orientados o simplemente, viéndolos prendidos en personas de pasada, que los portan.

Cremalleras en desuso o incluso restos, en forma de corazones o flores, añadiendo hebillas ínfimas, representando una correa. Lazos con pequeñas cintas métricas, sujetados por tijeras minimizadas u otros adornos, casi imposibles de mantener entre los dedos. Gorritos de unos 4 centímetros, con lazos y otros detalles. Hace falta empeño, tiempo y experiencia para conseguirlos. Un componente de habilidad extraordinario.

Un ramito de flores enmarcado sobre tul, fabricado desde cero; con miga de pan amasada, teñida con óleos de colores, extendida y enrollándola, dando forma a esos pequeñísimos capullos, medirán en la parte más larga, nueve milímetros. Paciencia e interés, en este trabajo casi de reciclaje.

Expuestos sobre el alfeizar interior de una ventana, porta lápices fabricados con cremalleras defectuosas o desparejadas, dándole un servicio aún. Bolsos, colchas, tapetes, cuadros denominados “vidrieras”, estas bordean cada una de las piezas con tiras al bies, cosidas y sujetando todo este aplique laborioso; suelen culminar con enmarcado y cristal o, para decorar el fondo de una bandeja, igualmente acristalada.

Pequeño sobre-todo, donde se intenta enseñar a los principiantes las técnicas más usuales, lo denominan muestrario; se aprecian maneras diferentes de hacer y coser estas labores. Es una forma de emprender conocimientos en esta labor ardua.

Aprovechan en la mayoría de los casos, telas ya retiradas por diferentes causas, pero además, se adquieren nuevas preparadas para ello, diferentes muestras e informaciones y revistas especializadas.

Una creatividad, que pronto ambiciona otros horizontes. Necesitan una serie de instrumentos cortadores, patrones y muestras. Utilizan materiales de costura, plataformas de corte, Cutter y sobre todo, plancha, mucha plancha.

Ahí comienza la verdadera labor artística, la variedad e imaginación. Muestran y demuestran que todo es posible. Hay personas que son rápidas, otras perfeccionistas, creativas a niveles vistosos, elegante, artísticas, casi rozan el virtuosismo; obras que en la mayoría de los casos, se deberían juzgar en cada decoración, pues todas ellas ocupan lugares o son empleadas en usos prácticos, que tiene menos significado en la estética de la exposición.

No obstante, se aprecia en tan solo dos años, la corrección de cada trabajo, asombra. Casi todo expuesto sobre muebles antiquísimos o de valor, máquinas de coser con pie de hierro, maderas casi preciosas y originales. Mesas que posiblemente tengan más de 300 años, con patas quizá de roble y un tablero de castaño -este último sería posterior-, oscurecida, donde el diseño sencillo, moldea una figura en suaves curvas, estilizada y a la vez simple; otra que según la propietaria, consiguió exterminar las polillas y otros insectos comedores de la madera, desarmándola y metiéndola en un congelador, de este asombroso y eficaz modo, se desembarazó de todos ellos y completó la restauración.

La cuna, en donde se depositan saquitos de bebé y todo el ajuar necesario, es artesanía reciclada. Se compone de dos cabeceros de cama, utilizó restos de otra cunita para los laterales, de un color y tono acaobado, original, lisa, en una sencillez que agrada a la vista.

Una mesilla de noche restaurada, con un pequeño grabado que semeja un dibujo, en su sobresaliente de apoyo a la pared -una vez sabida su procedencia-, podría datarse con una antigüedad de casi dos centurias; descansa recogido en su cavidad inferior, un orinal de loza blanca; por la forma poco anatómica, puede tener un siglo pasado.

Un lavabo de pared que parece antiquísimo, con sus toallas bordadas, lavamanos y el recipiente que recogía el agua sucia, que también era en donde se transportaba el líquido elemento para ese aseo.

Hay sobre una máquina de coser y una mesa grande, todo lo necesario en hilos, tijeras, agujas, botones. En algunos casos, se utilizan bastidores cuando se ha de coser tejido acolchado, por la altura que tiene con la guata del relleno, facilita el cosido sin arrugamientos; evitan así los fruncidos no deseados de la base o marco.

Tienen su dosis de buen humor, está expuesta una prenda íntima de caballero, colorista y con la forma anatómica necesaria, cuentan lo divertido que fue, la confección de esa coloreada vestimenta de raso.

Se puede admirar la confección de personajes festoneados, casi bordados, diferentes, sobre cuadrados que enmarcan cada escena, pura artesanía y perfección. Son piezas pequeñísimas, pero rizan el rizo aún más. Añaden puntillas a vestiditos casi invisibles, bodoques, lazos en sus gorritos en tamaño parecido a las lentejas, pétalos de flores en relieve, guitarras con cada una de sus cuerdas y trastes, manteles que deberán ser obras de arte impolutas, pues la delicadeza del tejido donde se asienta, no permitirá por los apliques del patchwork, manchas que serían imposibles de quitar, sin estropear ese trabajo detallista.

Comenta una representante de la asociación, que sería necesario comer sobre esta mantelería, agua y manjares inocuos.

La persona que guía estos trabajos, está constantemente instruyéndose en esta ocupación, mantiene cuatro grupos, llegando a sumar un total de 40 alumnas. Hay tres en San Vicente, expondrán conjuntamente pasado el verano.

Esta asociación de La Revilla, mantiene diferentes actividades, dentro de un entorno cultural, de convivencia, ayuda, entretenimiento, conlleva reunirse y dejar atrás la pasividad, compartir y experimentar; colaboran también en la organización de las fiestas locales.

Para dar marco a este puzzle festivo, pudimos disfrutar en la tarde del encuentro coral, vino de la mano de la Coral Barquera, grupo polifónico a cuatro voces, anfitriona del concierto. Añaden en su repertorio “Folías”, acompañados de 4 panderetas, con un niño de 5 años, vestido de picayo, toca sin perder ritmo ni letra, serio y formal. Además esta coral se ve renovada con cinco menores de 18 años, acoge así varias generaciones. Este concierto llegó hondo, emocionó, sorprendió y se apreció conjunción en las voces. Se llama, calidad.

¡Feliz día de la festividad San Pedro!, fiesta patronal de La Revilla, celebrada siempre con gran asistencia de romeros.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera, La Revilla
29 de junio de 2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS ANGELES POR EL CARIÑO QUE TRANSMITES EN EL RELATO DE ESTA FIESTA TAN ENTRAÑABLE QUE ES PARA TODAS LAS PERSONAS DE LA REVILLA, Y PARA TODOS AQUELLOS VISITANTES QUE PASARON A LO LARGO DEL FIN DE SEMANA A DISFRUTAR DE TODOS ESOS ACTOS QUE HA ORGANIZADO NUESTRA COMISION DE FIESTAS CON TANTO ESFUERZO Y DEDICACION.
UN ABRAZO. UNA AMIGA DE LA REVILLA.