domingo, 27 de junio de 2010

¡POR FIN!

Sí, por fin conozco a una persona en estos tiempos complicados, a quien han hecho contrato para un empleo, más alegría si cabe porque es compañera del Taller de Escritura. Además, creo que es en un oficio relacionado con sus titulaciones. Miel sobre hojuelas.

Tampoco es de extrañar, su componente razonable es de buena estudiante y trabajadora. Tiene interés en mantenerse en activo; a este respecto, ha desarrollado labores ajenas a su preparación, pero poco le ha importado, no se sienta esperando a que llegue, lo busca y encuentra.

Personaje polifacético, con un sin fin más de actividades, sigue estudiando, además de baile, escritura y divertimentos propios de su edad. Está claro que unido todo esto tan valorable, al componente de “causalidad”, dio ese resultado. Tardó algo, pero ahí está. ¡Enhorabuena!

Espero que nuestra otra benjamina, tenga igual opción, asimismo llegará, pasado un tiempo prudencial, paciencia. (Conociéndola contestará algo como lo que sigue: Sí, Sí, “pa-ciencia, pa-lola, pa-esther”, a ver cuando es “pa-mi”).

Habíamos pensado en hacerla una carta o escrito de despedida, pero creo se puede generalizar y extender a todos. Ella enviará sus letras como es habitual, acudiendo a alguna de nuestras reuniones, tendrá sus fines de semana por aquí, por lo tanto estará cerca, eso impide que yo diga adiós, simplemente hasta luego.

A más, a más, nos veremos tanto como el resto de los componentes del Taller, pues casi es de una a otra cita, cuando contactamos.

Por cierto, concluimos en estas dos semanas el curso. Es agradable terminar, indica que se han conseguido diferentes ventajas, con la esperanza de retomarlo en un futuro inmediato. Para mí modo de ver, hemos aprendido y conseguido logros en este tiempo, acrecentado la amistad, estrechando el cariño, conocernos mejor; tanto que a veces coincidimos en títulos o temas, creo que estamos mimetizándonos.

Es verdad que nos puede dar sensación de partida, de vernos menos, pero nos queda el blog, ese enlace en la red, nos la proporciona nuestro paciente “jefe”, que “en verdad os digo hijos míos” -rememorando al párroco, de largos sermones que decía Jesús-, que de “jefe”, tiene poco. Casi ni se da a notar, ejerce un trabajo importante, nos controla, cuelga los escritos, corrige, asesora, en fin, creo yo que es menos “director” y mucho amigo.

Mirad por donde, este año siento menos agobio al despedir el curso, es razonable que vuelva a comenzar, por lo tanto, en eso estoy. Llegará el otoño y en lugar de caer las hojas como pasa en la naturaleza, crecerán en nuestras reuniones, llenas de poemas, color, prosas, vivencias, imaginación, esperanzas, risas e incluso alguna “penuca”. (Ah, y extensos).

Será la primavera entre nosotros, se llenará de vida ese local, incluso el reloj intrépido que está en la picota de la torre, a nuestro lado, nos dará las horas y al hacerlo, se le dará su tiempo lector como a todos, cuando acabe su lectura tañedora, seguirá otro de nosotros, hasta terminar esas dos horas. Por cierto, cada vez se pasan primero. Lo único a lamentar, es que se alargan más los plazos de las reuniones.

Tenemos las tres despedidas en una semana. Ese último día, será con el aditamento en la mañana, de un recorrido en la naturaleza; por la tarde, tendrá tintes de alegría, saboreando un vino español, aderezado con un picoteo; precedido de un nuevo encuentro literario con escritor. Vendrá como siempre de la mano de Salcines, nuestro mecenas; personaje movido por un solo interés, la cultura.

He intentado ser concisa, pero… tan solo por esta vez.

Hay un lazo que une en el brillante nudo del afecto. Sin desatarle, añadimos una lazada, embelleciéndole. Le recogeremos en un lugar del corazón, para abrirle en cada reencuentro.

Abrazos.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
22 de junio de 2010

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