martes, 1 de junio de 2010

EL PLACER...


He puesto en el aparato de música unos discos de un saxofonista italiano, Fausto Papetti, adapta algunas obras ya famosas, pero también me deleita con originales tonadas. Es para mi uno de esos placeres sencillos, eso y estar ante el papel para iniciar un escrito. Sí, porque tengo ganas de dejar impresas muchas de las cosas y sentimientos de cada segundo, lo que despierta esta música casi siempre romántica.

¡Es curioso!, escribir puede ser recordar, plasmar algo del pasado... Desde luego si no me dejo llevar de la imaginación, cometo una acción que siempre pretende evitar, recordar. Cosa extraordinaria la vida, cuanto te propongas puede caer por si mismo, volviendo atrás sin querer, viviendo algo ya pasado, cuando mi meta es dejar este y vivir el momento, mi presente.

Suena "Nacida libre", me embarga un poco de nostalgia, a veces las músicas traen esa sensación, incitan a una especie de melancolía, porque de recordar nada de nada, pero imaginar un mucho.

Tengo además otra ocupación y esta es real, he de estar atenta a lo que sale de estas teclas, porque amigos míos, se me ha vuelto a estropear el cacharro este que dicen que es mágico; el PC que uso se quedo a medias en la titulación de mago, es un poco payaso y suele salir por donde menos se espera o cuando tengo más necesidades enloquece. Oye que hartura, quisiera pisarle y retorcer la pisada, eso sin acritud. Se lo comentaba a un amigo hace poquito.

Imagino que hay unas personas metidas en ese disco, con el "Arrivederci Roma" me traslado a ese país, a la romántica Venecia, donde por ser aún primavera les llegaba una brisa fresca y escalofriante al borde del mar Adriático, allí el grupo de turistas, imbuidos de ese romanticismo casi ambiental, sabiendo además que es un lugar casi oficial para las parejas enamoradas. Queda grabada o asumida en el interior como si de una obligación se tratara.

Las amigas se miraron con cierta complicidad, se estaban dejando llevar por esa sensación, Celia dijo:

-Vamos Sofía, respira este frío aire, espabila que nos quedamos metidas en un sentimentalismo ajeno; ellos se quedaron trabajando en la fábrica.

-Ya, hemos venido a disfrutar de la belleza del arte y del atractivo de estar a los pies del mar, pero yo sueño con volver con él, en las vacaciones, ¡sí!… Suspira. Dejaron el espejismo amoroso y comenzaron con el grupo la visita cultural programada.

-Ahora suena por tu blanca palidez, me es dificultoso dejar atrás la nostalgia y seguir con este relato que en principio había previsto carente de síntomas apasionados. Creo que es algo parecido a lo sentido por mis personajes.

Me salva la siguiente pieza musical, pura sensualidad, alegre, blues de S. Louis, cambiante, generando diferentes estados de ánimos, todo ello desde una misma pieza musical-.

Pararon en el ristorante “IL mío Papa”, después de comer un menú a base de pasta, en concreto fettuccini caseros, interminables, largos y planos, envueltos en una tremenda salsa de setas, queso mascarpone con ese toque de dulzor y siendo la antítesis de los sabores fuertes del plato, tomate, esencias donde la albahaca y la pimienta, tenían recogidos los más esplendidos y aromáticos efectos en el paladar, añadiendo al necesario y agradecido calor del alimento.

Una vez terminaron de despachar ese abundante y calórico plato, a la espera del postre se oyó en la terraza, donde comían, una melodía envolvente mediante bafles colocados en lugares específicos. Consiguieron dejar en reposo almas y estómagos, ante aquellos helados de tanta fama como son los italianos, en una copa que parecía una obra de arte en cristal de Murano, aderezado con unos rayos de sol que gratificaba.

Era pura habilidad artística la colocación de aquella exquisitez, las bolas de chocolate, las almendras crujientes, la nata exuberante, y aquel adorno colorista de un corazón atravesado por una flecha, dejaba colgando de su parte trasera o culatín, una cascada de tiras coloreadas, resplandecientes, que se movían con el aire al ritmo de aquella canción
instrumental, “Love story”.

El guía planteó un cambio de visita, nadie pareció hacerle caso, estaban somnolientos y ahítos de la comida, oliendo y degustando un café estilo siciliano, fuerte, entornaban los ojos y nadie respondía.

El cicerone habló para si mismo, discutirlo en este momento es inviable, quedaba, claro por la actitud indolente de los turistas, abandonaban la posibilidad de la visita. Aclaró la garganta y habló por teléfono con el Palacio Ducal, anuló sine die la cita.

Celia y Sofía oyeron con una sonrisa satisfecha aquella conversación telefónica, estaban en el momento más feliz de aquellos 15 días de vacaciones. Pura relajación, autentica galbana.

Acabada esta jornada, mientras asomaban sus cuerpos en el balcón de la grande y oscura plaza, -que allí se les denomina campos-, Santa Marguerita, con un inmenso árbol que proporcionaba algo de ambiente natural, con otros más pequeños y algún matorral ornamental, pues esa ciudad es una urbanización bellísima, pero toda piedra, agua y poco espacio verde.

Llegada la noche llamaron a sus familias y parejas desde la nocturna Venecia plagada de estrellas y silencios.

Escuchaban a lo lejos una canción cautivadora, acompañada de violín y guitarras, es posible que alguien lo encargara para embelesar a su pareja.

-Ha terminado el disco y siento, una especie de vacío en el estómago, lo mismo que al terminar un escrito, mezcla de cansancio y satisfacción. Algo de frío y regresar a la realidad diaria, con una vida autentica, quizá con un buen plato de lentejas, (casualidad, en Italia es lo que comen para encontrarse con el nuevo año), un paseo a la atalaya, el aire repleto de aromas, limpio, un silencio que libera en el murmullo de un mar serena, el agua transparente de la ría, puentes, picos montañosos y aún nevados, verdes prados, arboledas, historia, y los paseos de “Julietas y Romeos” de la mano creando la mejor historia de amor, por supuesto con final feliz, que estamos en tierra de realidades.

Mis largos paseos a lomos de los mejores paisajes del mundo, que al regreso de cualquier viaje o vacación, devuelve a mi alma los suspiros retenidos, lo admirable de lo propio, lo reconocido, de las sorpresas inusitadas, descubrimientos, donde se vivieron amores juveniles que perduran, calmados ahora, desprendiendo ese halo romántico, sin prisa, donde la más leve caricia es valorada con una ternura indescriptible.

Suerte llegar a estos momentos maduros, tengo el tiempo y mi “Venecia inmensa” de este mar Cantábrico temido, pero que me devolvió mi marinero sano y salvo-.

Al final me pudo el romanticismo, ¡en fin qué le vamos a hacer!, es algo que está ahí. Otro placer de la vida.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
31 de mayo de 2010

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