jueves, 28 de enero de 2010

PIEDRAS EN EL CAMINO

"Padre mío, dame la parte de la herencia que me corresponde, que quiero conocer otros mundos", - y el padre, con el corazón roto, vio partir a su hijo.

Miguel quiso emular al hijo pródigo y pidió ael mayorazgo de la casa que le transfiriera los haberes que le había legado su padre.

Miguel intentó consolar a su triste y abnegada madre, así como a sus sacrificadas sobrinas. Les exhortó a que enjugasen las lágrimas ya que volvería convertido en un indiano; que a su regreso vestirían de organza y satén y se casarían con los mayorazgos más hacendados. Tuvo la certeza de que el tío Miguel no cruzaría Hendaya.

Gregorio, rodeado de cuatro hermanas y la abuela Josefa se vio obligado a contratar como criado de Arturo, un joven asturiano que trabajaría durante muchos años en la hacienda. También necesitó de jornaleros, sobre todo en verano.

Josefa, a los 80 y pico, seguía añorando a su hijo Miguel y con el rosario colgado del delantal iba susurrando los misterios de la Pasión de Dristo, sin olvidar sus labores domésticas. Y tanto rezó que un atardecer vio desde la ventana que se acercaba su hijo Miguel. La madre se abrazó a él con toda su alma. ¡Qué guapo que venía!, todo trajeado, más esbelto que nunca!... Pero Gregorio no oyó ningún chin-chin de monedas. No obstante viendo la felicidad de la abuela, quiso agasajar al tío pródigo con lo mejor de la hacienda.

Gregorio se casó con Angela, la mujer más guapa del pueblo y sus tres primeras hijas llegaron con celeridad. Vio que su presente y su futuro, en cuanto al trabajo duro del campo, seguían pesando sobre él.

El tío Miguel pudo echar una mano a su sobrino y vivir más que dignamente junto a él, pero le fue más atractivo el oficio de "tratante", es decir, el intermediario entre el ganadero y el carnicero.

Con los consejos de Gregorio adquirió fama entre los de su círculo y fue labrando un porvenir bastante satisfactorio. Su madre murió durante este período; murió en paz y con regocijo de ver a Miguel hecho y derecho.

Miguel se compró una calesa y una yegua, que incluso después de su puerte siguieron siendo el orgullo de sus sobrinas y de "Lita"; la gente le admiraba, contaban con él como testigo en los tratos que el comprador y vendedor cerraban, aunque sólo se requiriese un apretón de manos. Después se pasaba a un ágape acompañado de vino o champagne, (bebida francesa a la que Miguel sigió fiel casi hasta las puertas del purgatorio). Los constantes encuentros comerciales le proporcionaron un nivel económico muy bueno, que de haber sabido ahorrar hubiera logrado su objetivo, ser rico. No obstante, lo que la mano derecha guardaba, por la izquierda lo despilfarraba en mujeres, en juergas...

Llegó a salir con dos novias en el mismo período, parecía un galán ario que además de físico, poseía una labia engatusadora y la virtud de ser generoso. Al final la novia del pueblo se enteró, era prima hermana suya, y avergonzada, descorazonada y desairada emigró a Venezuela donde se casó con Francisco.

Cuando estalló la Guerra Civil, Miguel entró en el mundo del estraperlo. Los trueques los hacía en Hendaya. Champagne, tabaco a cambio de carne de primera calidad. Con un familiar al volante de la furgoneta que éste alquiló, Miguel transportaba la mercancía de noche.

Hubo muchos estraperlistas por entonces. Se conocían entre ellos y tenían toques especiales de bocina cuando alguno avisaba la policía.

Una mañana apareció muerto el chofer de otra furgoneta. El familiar de de Miguel conducía sin permiso, y antes de que la policía empezara con las indagaciones, Francisco ya había curazdo la frontera de Francia. La culpabilidad nunca fue probada ya que eran varios los indocumentados. Miguel dejó de ser estraperlista y se confinó en casa. Su vida de libertinaje le pasó factura. A sus 50 años, las enfermedades venéreas no se comentaban antes las niñas, pero la gota y la cirrosis hepática eran notorias.

Gregorio le permitió algunas excentricidades, como que enviara a su propia hijita por champagne al pueblo.

-Lita, vete a Zubiaurre, (el bar de su hermana), y que te den el mejor campagne para mi. Dile que lo apunte en la cuenta de Miguel.

La niña hacía el recado con rapidez e ilusión ya que el tiíto le había mostrado una peseta. Gregorio temió que la enfermedad se prolongase mucho por lo que cerró el grifo del champagne. Miguel ya no bajaba la escalera. Vivía en su habitación. De noche llegaba hasta el odre de vino que se hallaba a dos puertas de su habitación, (sólo tenía que cruzar el pasillo), y bebía hasta la saciedad.

Regresaba a su cama y se dormía; ya no sentía dolores.

El sobrino le cerró la puerta por fuera pero a Miguel le entraba el "mono" y chillaba, "¡Vino, quiero vino!"

Al atardecer de un domingo de invierno, el tío Miguel empeoró. Con su consentimiento llamaron al sacerdote para que le administrara la Santa Extremaución. Miguel solicitó la presencia de su sobrino Gregorioy de Lita, mientras el sacerdote recitaba las plegarias de los Santos Oleos, Lita oyó la expiración del tiíto. La niña no se asustó ante la muerte. Los mayores respiraron agradecidos. Por fin el tío Miguel habia hecho las paces con el Señor.

Gregorio sin pronunciar una palabra de rencor fue saldando las deudas que había contraído su tío. Fue ejemplo fiel a su frase:

"En todas las casas cuecen habas y en la mía a calderadas"

Isabel Bascarán ©
S.V. de la Barquera
23/01/2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Isabel

Me alegra volver a leerte.
Gracias por dejarnos este relato muy conmovedor..
abrazos

V: