domingo, 31 de enero de 2010

CARTAS

Hay de todo tipo y en toda época, gracias a ellas se informaban los mandos en las batallas de los planes a seguir, enamorados, comerciales, presentaciones, tarot, menú, crédito, vinos, mapas, juegos de naipes, de naturaleza o nacimiento, astral, magna o de la constitución de un país, los correos por Internet son así mismo cartas. Pero la realidad es que hoy pondremos las “cartas boca arriba”.

Según el diccionario es: Escrito normalmente cerrado para comunicar algo a una persona.

Recuerdo las cartas que recibía de mi madre en aquel colegio de internado. ¡Oh sí, recuerdo, albricias! Era un edificio neogótico, inmenso, frío, con mujeres dirigiendo aquello, tenían el aspecto, disciplina y mando de un batallón militar. Encierro con la posibilidad de regresar a casa 2 días cada dos meses o a veces menos, creo que tan solo las vacaciones exiguas. Conste que llegaban cerradas, pero al llegar a mi estaban ya abiertas. Brrr, censura en eso también, jolín que eran de mi madre, que no decía palabrotas ni nada desagradable.

Encima me decían que eran largas porque mi madre me quería mucho, ¡envidiosa que me quería a mí no a ti!, eran mías y ellas las desmenuzaban y querían leer en ellas algún secreto sólo nuestro. Pero mi madre sabía lo que decía en ellas,
me avisó una vez.

-Escribe correctamente, ten en cuenta que ellas las leen y si dices algo que las defina como perversas no llegará tu carta y además te castigarán.

-¿Castigarme?, ¿Más?, ya lo hacen con esa comida rara que nos dan, nos vigilan hasta cuando vamos a los baños, jol…

-¡Calla, calla no será tanto!.

Pero de las que ahora hablaremos eran libres, llegaban cerradas, solo la abría la interesada. Son la friolera de 417 cartas, me sorprendió de veras este relato. Dice que estaba preparando el cambio de unos muebles y en un apartado cerrado y disimulado bajo una estantería de abajo, apareció su tesoro más preciado, aparcado pero inolvidable. Me tenía sobre ascuas, esperaba casi con necesidad curiosa el resultado de aquella conversación, llevaba tintes de casi misterio.

Fui prudente; por esta vez contuve en los labios la pregunta de ¿Qué, qué? Siguió con los ojos brillando, abiertos, grandes, de un color claro preciosos, impecable, tranquila, lo único que desentona en su rostro es la marquita de algún grano que inconscientemente está todo el tiempo intentando eliminar, una sonrisa inmaculada y franca. Pues Lines, me ha hecho una ilusión tremenda, casi las olvido con esta vida de ajetreo, están todas en una cajita cerrada y colocadas por orden de fecha. Son las cartas que me enviaba mi marido siendo novios desde la mili.

Me escribía cada día, que pertinaz era, están todas en sus sobres, con aquellos sellos que solían tener la efigie del jefe del estado, las más recientes ya se ven con paisajes o edificios, animales, barcos, se gastaba el escaso sueldo de cada día del cuartel en aquellos sobres, el coste del franqueo, cuaderno y algo para escribirlas. Ahora entiendo el carácter de algunos de sus hijos, constantes, sensibles, considerados. Han tenido una prole de acuerdo con la buena mezcla de los genes de los progenitores. Indicó que estaba intentando empezar a leerlas de nuevo, esto lo ha hecho en otras ocasiones, de nuevo emprendería el camino de esos recuerdos. Algunas me hacen gracia.

Comenta que eran variadas en el contenido, tardaban una semana en llegar, lo que contaban eran situaciones ya dejadas casi en el tiempo pero seguían siendo nuevas noticias. A veces se notaba su cabreo por alguna imaginaria que le colocaban, otras veces le definía alguna visita por aquella ciudad costera, por el puerto grande y abierto dominado por la torre de Hércules. Que la adoraba, que no dejaba de pensar en ella, que si tú te acuerdas de mí, que nos veremos en unos días. No olvides que el tren llegará a las 11 de la noche. Abrígate mientras me esperas, supe por un amigo catalán que hace mucho frío por ahí, que el cabo este me ha tomado manía, etc.

Creía yo, ignorante de mí, que eran solo mujeres las sensibles, pues no, veo cada vez más varones que demuestran eso que antes les obligaban casi a guardar, los jóvenes de hoy también están cargados de ese sentimiento, a pesar de esas famosas diferencias que les hicieron creer a los de mi generación. Tendrán la oportunidad de disfrutar de muchas emociones y personas, me alegro por ellos.

Me pareció que aquellas lecturas de Ana Karenina, guardaba celosamente las misivas de su amado Vronsky, reteniéndolas en aquellos sobres casi sedosos de entonces, recogidas en un lazo rojo, releídas y besadas, resumen de aquellas pasiones escondidas y vetadas. La realidad supera aquel relato largo, estoy ante alguien de verdad, con cartas de verdad, con amor encerrado en esas letras, que a pesar de que la carta número 377 se le hizo monótona, no impidió que fuera guardada con todas, después aquel pasado anclado en la realidad del cariño de hoy.

Dice que sus hijos quieren leerlas, pero que antes lo hará ella. Quizás alguna sea intimista y la retire porque solo les pertenezca a ellos dos. Sí, unas cartas de amores lejanos que separados optaron por este medio de comunicación, de un hombre a su novia preparándose para ser soldado en la “mili de entonces”. De aquella la distancia que había, unos 1.300 kilómetros, con carreteras nacionales, acompañadas de sus curvas, firme inestable, el inevitable paso por todas las poblaciones, sin circunvalaciones que hoy ahorran muchas horas, era muy, muy lejos entonces, agotador, daba igual si era tren o autobús, más de 16 horas debido a las paradas en todas las localidades, en el más rápido de aquellos transportes. Imagino al milico saliendo con aquellos pocos días de rebaje o vacaciones de la disciplina militar.

Seguro que según se iba preparando el petate para ir al encuentro de su enamorada con la ropa justa que poner cada día, el dinero necesario para el viaje, con la documentación en regla, no fuera que lo pararan para ver si estaba legalmente en la calle. Pondría a mano su traje de gala, ese que le daba un porte tan elegante, para en cuanto llegara a la estación o incluso es posible que en el servicio del tren ponérsele para estar lo más guapo posible.

Es seguro que se afeitaría poco antes en aquel wc del tren, estrecho, incómodo, sin cerradura, que tenia que estar aguantando la puerta con el pie; sería arto complicado con ese vaivén incesante, quizás se dejara barba en previsión de no degollarse vivo en esa acción. Desde luego que la ilusión no se la quitaba nadie, ojos radiantes, el ansia por saber si ella estaría allí, si le coincidía un descanso del trabajo, si le querría todavía tanto como la adoraba él.

Desde luego con las caras que traían de poco alimentados, muy ajetreados del entreno militar que preparaban para la defensa de la patria, ante cualquier previsible conflicto, durante esos 18 meses que duraba ese servicio, incluido el cansancio del viaje. Era casi un milagro estar medio presentable, lo único a favor era que estaban morenos y eso con la blancura del uniforme les favorecía.

Les hacían duros, tenían que ser muy “hombres”, curtidos, insensibles, eran machacados por alguno de aquellos mandos intermedios que ejercía su cometido con dureza, mucha… demasiada.

Salía con el billete directo hasta ella, tan solo bajaba para cambiar del ferrocarril de vía estrecha al de RENFE. Ni paraba en su casa paterna que estaba a medio camino, les quería mucho, pero hasta le importaba poco comer las cosas que preparaba su madre tan bien. Es fácil que sus padres se quedaran siempre con las ganas de ver a su hijo, lejano en la mili y en sus amores.

Andando el tiempo se domicilió en la ciudad catalana, el nido de aquel amor entonces y siempre compartido.

Ella me contó esto y alguna cosa más, la he tratado a menudo desde que coincidimos alguna vez en baile, nos conocíamos ya por otras vivencias, una persona correcta, inteligente, sabiendo llevar adelante con eficacia muchos aspectos complicados de esta vida, es equilibrada, tardamos en el trato pero ha merecido la pena. Creo que definirla como justa es lo más acertado.

Bonita historia, le faltan algunas imágenes para ver la cara resplandeciente de mi amiga, es irreproducible por escrito, ese brillo de sus ojos tremendamente claros, hasta su piel tomaba aspecto juvenil, sonriente, me contagio su ilusión.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la barquera
Diciembre de 2009

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que lastima que se haya perdido esa costumbre de escribir cartas,cuantos libros se escribirian con ellas ,cuantas historias como la que tu cuentas se quedan perdidas en los corazones de los que entonces si perdian un rato de su tiempo para escribir y demostrar sus sentimientos,que pena que la tecnologia nos haya quitado esa buena costumbre.

Anónimo dijo...

Antes había tiempo, ahora se emplea todo, casi falta para nosotros mismos, nos lo han robado y ni siquiera nos dimos cuenta.Leer nos leen pero dar su opinión es dejar tiempo y lo necesitan Fíjate que hasta los msn se escriben con "l mnor nmro d ltrs, nga t lgo Bsuq". Lns

Anónimo dijo...

Creo que la tecnología nos ha robado muchas de las cosas que antes se hacían, y nos dabamos tiempo a ello, un medio comunicacional muy personalizado, que nunca debiera de perderse, aunque en el hoy, tal como dices Lines, hasta nuestro lenguaje se ha hecho trizas.

Un abrazo desde la distancia, que es poca, cuando uno se sienta ante tus letras.

V: