Querido amigo:
El tiempo va muy deprisa, y esto me obliga a pensar que hace un siglo que no te veo. En realidad, no es tanto: apenas un puñado de años han transcurrido desde que te acompañé por última vez el día que te marchaste.
En aquellos momentos sólo sentí una tristeza que se acentuó cuando abracé a tu familia rota por el dolor, y luego no pasó más. Del cementerio me fui al bar con los amigos, donde ante una cerveza espumosa y fresca comentamos que te fuiste todavía joven, e incluso nos reímos un poco recordando anécdotas de nuestra infancia.
Han tenido que pasar los años y marcharse algún otro componente de nuestra panda para extrañar tu falta. Tu falta y la de los otros. Creo que la tristeza de que te hayas ido desapareció pronto, porque la vida sigue, conoces a otras gentes y haces nuevos amigos. Pero con frecuencia, por el motivo más insignificante, regresas a mi recuerdo y entonces, de lo más recóndito de mis sentimientos aflora, mira tú qué incongruencia, una dulce amargura. Dulce porque es grato tu recuerdo, y amargura porque no te puedo ver.
Pero sé que estás ahí. No sé dónde ni convertido en qué, pero de una forma intangible sé que estás. Me niego a creer que ahora es lo mismo que si no hubieras nacido. Si no hubieras nacido, yo no te estaría escribiendo esta carta ni tendría tu imagen en mi memoria. Si no hubieras nacido, no podría decir “yo tuve un amigo”, ni existirían tus hijos, cuyo encuentro me trae tu recuerdo.
Tampoco sé si esa presencia tuya que de algún modo siento, es realmente espiritual como nos enseñaron a creer de niños. ¿Recuerdas a don Juan, el cura, y a nuestros maestros los jueves de catequesis? Ojalá sea verdad lo que nos enseñaron. Al menos, mientras pienso que lo es, tengo la esperanza de volver a verte. Y por otro lado, si no lo es, si sólo fue un sueño bonito que algún famélico esenio escribió en el desierto de Judea, tampoco me voy a enterar. De lo que sí estoy seguro es que mientras estés en mi recuerdo estarás presente, y, amigo, en tanto que nos volvamos a encontrar, te abrazo.
Jesús González González ©
Noviembre 2009
1 comentario:
Me sorprendes, ¡Eres poeta!Un abrazo. Lines
Publicar un comentario