jueves, 26 de noviembre de 2009

REGRESO

Sudoroso y secándose el rostro con un pañuelo se subió corriendo al vagón del tren. El jefe de estación daba el pitido anunciando la salida y él se sentó presuroso al lado de la ventana. Era su segundo viaje a la capital desde el pueblo a resolver unos asuntos urgentes, y en aquella ciudad inmensa se había perdido.

Desató el botón de la camisa que llevaba abrochada hasta el cuello y le impedía respirar; el de su chaqueta había salido disparado al sentarse, pues aquel traje que llevaba le quedaba muy ajustado. Su barriga sobresalía a través de una chaqueta que en otros tiempos le habría quedado impecable, pero ahora, viendo su gordura, le faltaba tela por todos los lados.

Con las prisas no se había percatado de que a su lado estaba sentado un personaje extraño para él, un turista inglés con vestimenta chillona y un gorro de explorador, que con su pipa en la boca le hacía parecer salido de alguna novela policiaca. Enfrente, dos señoras remilgadas hablaban sin parar y le miraban de reojo con disimulo.

Torpemente se dispuso a ordenar los papeles del maletín que asomaban por todas partes, y comenzó a hablar dirigiéndose a sus compañeros de vagón, relatándoles el motivo de su viaje. Ellas con indiferencia le examinaban, y él intentaba hacerse el gracioso con algunos chascarrillos; el turista le miraba y sonría con educación, sin enterarse de nada.

Se notaba que había salido poco del pueblo e intentaba parecer culto, lo cual a sus compañeras de viaje les parecía ridículo y ni siquiera respondían a sus palabras. Entre ellas comentaban lo pesado que era ese señor y disimuladamente se levantaban una detrás de otra para cambiar de vagón. El turista se había quedado dormido con la pipa en la boca, y el tren iba parando lentamente, llegando a su destino.

Flor Martínez Salces ©
17-Noviembre 2009

No hay comentarios: