jueves, 26 de noviembre de 2009

LEO

Salí a dar un paseo con la oscura noche ya declarada. Al regresar oía los remeros y remeras de los bateles entrenar, producían un ruido sordo y crujiente al chocar el remo con el estribo; al introducir la pala en el agua el sonido era suave, eso demostraba su experiencia. El patrón, que tendría pocos años por la voz infantil, llevaba el ritmo con la suficiente autoridad, "va...troncrás, plás, va…", ininterrumpido, de pronto un “cía a babor”. Todo esto en penumbra; impresionaba escuchar su serio trabajo, el ambiente tenía tan solo ese clamor, me hubiera gustado ver los aspectos de esos jóvenes bogantes.

Al llegar al pueblo me encontré con un amigo. Hola Leo y Pepa, después de los saludos de rigor le comenté que le veía algo triste. Verás, vengo del especialista y me ha puesto las pilas. Me diagnosticó insuficiencia cardiaca, que me producía fatiga respiratoria, y también tengo hipotiroidismo, eso tras la analítica con radiografías, cardiogramas, pruebas respiratorias, análisis de sangre y orina. Llevo un carro de medicinas y por supuesto un régimen, así que no estoy nada contento. Ya sabes que tengo los cuarenta cumplidos, pero siempre he sido metódico y saludable.

Ni fumo ni bebo, nada de cambios de horarios, dos o tres paseos al día, siempre aire libre, pero, chica, mira tú por dónde sale la cosa. Sabes muy bien que me tomo la vida con tranquilidad, he conseguido que nada me altere, pero me ha dicho que es lógico cumpliendo años, que alguna cosilla aparezca, pero que quizá si adelgazo lo suficiente, desaparecerán algunas de las dolencias.

Mi trabajo ha sido equilibrado, aunque las guardias de noche me alteran un poquito, eso es inevitable, pero por lo demás estoy siempre de buen humor. Tengo amigos de todo tipo allá donde voy, agradezco las atenciones y soy hasta gracioso. Ya sabes que tengo alguna manía hacia personas que tienen mal comportamiento, pero eso no creo que me afecte. Verás cuando llegue a casa la reprimenda de mi “parienta” (mirándola, ella estaba todo el tiempo seria y callada), nada de comer entre horas y más paseos, aprovechará para meterse hasta con mis melenas, que tiene manía de querer cortármelas desde que nos conocemos, jejeje.

Y además vengo cabreado porque me ha pasado una minuta de narices, las medicinas también son de pago. Pero, hombre, haber ido a tu seguro. Ya, claro, pero como nunca lo he necesitado, he perdido hasta la tarjeta. Bueno, ya está así, lo tendré en cuenta para la próxima, la ventaja es que me lo han hecho rápido. Seguro que me volveré refunfuñón hasta que me acostumbre a esta forma de vida, grrr.

He venido en el tren de las 10 y mira qué horas para volver. Quise aprovechar para comprar las cosas necesarias con mi señora y su trasiego de comidas y piensos.

Te contaré que en el vagón especial que vine, me encontré con dos damas inglesas y un turista del sur. El turista me comentaba que era cazador, se trasladaba a los cotos castellanos, su amigo el bodeguero estaba en el vagón colindante porque no había plazas en éste. Le presenté a Pepa y nos abandonamos un poco al descanso reparador, después de beber agua, pues había sido un día con calor.

Sin embargo, Pepa se acercó a las inglesitas, (estaban realmente gorditas). Una se presentó en un español gutural como Collie y presentó a la otra señora, que tenía cara de raíz de árbol viejo, con un nombre un tanto rarito, ni más ni menos que Dogui. Sus orejas casi le caían al suelo, con un solo pendiente brillante y feo, además, de español no tenía ni idea. Estaban fuera del grupo de viaje, por un poco de mareo. Hablaron mucho entre ellas, ya sabes, inevitable en las damas, jeje. Llegamos hasta las praderías de nuestro pueblo, dejando aquellas ejemplares tan británicas y al andaluz, que daba unos ronquidos como rebuznos.

He de deciros que mi amigo Leo es un personaje de pelo largo, tirando a pelirrojo, gordito, cariñoso, mestizo, hijo de un pastor vasco llamado Kuadrasemú, del que hereda esas espaldas grandes, con una pequeña y redonda cara blanquísima sin casi nariz, con ojos almendrados procedente de la genética china de su madre, que a pesar de ello la llamaban Lupita. Se cree gracioso, pero sus “bromitas” suelen acabar casi siempre con algún empujón intempestivo. Posee cuatro patas y un alegre vaivén de su rabo que demuestra su contento, abundante pelo, padece enfermedades que yo creía tan solo en humanos por nuestra forma irregular de vida. Este can tranquilo y agradable me produce calma y él se siente bien a mi lado.

Esta vez es la vida de un ser, que quizás tenga la sensibilidad necesaria para reconocer lo bueno de las personas. Compañero, guardián, fiel. Mi amiga me cuenta que en momentos de algún tramo de enfermedad, alegría o tristeza de su vida, Leo ha sido amigo y paciente con ella, siempre está cerca y respeta el resto del entorno familiar. Le he visto de nuevo, realmente se ha estilizado, respira mejor y le brillan más los ojos.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
18 de noviembre de 2009

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