martes, 27 de octubre de 2009

SANTOS, MANZANAS Y SUR

Esta es época de renovar un poco las penas y las faltas de los seres queridos. Este año decidí subir sola, encontrarme con esas fechas y esos nombres que me escalofrían, fueron dos años en los que coincidieron tres de mis familiares. Hay periodos que se juntan situaciones buenas o de las otras. Hice esa labor de limpieza y respeto, aunque siempre he opinado que están dirigidas al consumo, aprovechando circunstancias, sentimientos y fechas. Somos partidarios en familia, de hacerlo cuando cuadre, aunque tampoco cuesta nada acoplarse a esta tradición.

Sí, los recuerdos se agolpan en la cabeza aunque pretendo quedarme con los buenos pero... Otros regresan sin ser llamados, un poco de dolor, otro poco de sentir que no es justo, demasiados “pronto”, notar que ya se fueron, ver que las edades corresponden muy poco con la supuesta edad para dejar la vida.

Seguí adecentando ese lugar, cavilaba la poca importancia que doy a el que dirán; es parte del mundo y su fijarse en los demás. Cuando sea mayor a lo peor, yo me vuelvo así. Coloqué algunas flores artificiales pero con visos de realidad. Es curioso, hasta las no naturales se decoloran y abren como marchitas, recogí todas las cosas de limpiar, la basura y decidí visitar a todos los que allí están.

De toda edad y condición, nos igualan con el don o doña, alguien me dijo una vez, que el nacimiento y la muerte es también para todos, venimos a la vida sin nada y la dejamos sin nada. Revisé de nuevo las fechas de mis fallecidos, porque de tanto querer ignorar esos sucesos, consigo hasta olvidarlas.

Salí del camposanto, para admirar lo único bueno que tiene aquella zona, los paisajes. Desde luego que si el cielo es así, merece la pena conocerlo, (pero cuanto más tarde). La paz, el murmullo de algunos estorninos inspirados, la naturaleza, prados y casas aisladas, caballos, vacas, ovejas, te devuelven a la vida y te replanteas el disfrutar de todo lo que tenemos a mano.

Al girarme hacia la salida, vi unos manzanos de reineta roja, habían caído algunas al suelo, la tentación de comer una me aligeró la mente. Estaba todo muy cerrado con alambre de espino, parecía difícil. Descubrí al otro lado varios caballos pastando y de repente encontré la entrada, justo al lado de la pared del cementerio, tan solo entornar la estaca un poquito. Una vez dentro, recogí tres de las frutas, una era rallada y otra estaba comiéndola un “lumiago”, esa será la más dulce seguro, salí y las lavé en el grifo comunitario.

De nuevo fui al panorama paisajístico, cuando llegué a la tercera mini manzana, noté su sabor ácido, prácticamente como aquel día, de nuevo asumí que tiene que haber de todo, dulce, ácido, alegre, triste. Respiré hondo y decidí bajar con la idea de siempre, querer a los míos, vivir respetando y disfrutar de lo agradable.

Como el tiempo seguía agradable, a pesar de las gotas de agua, empecé el paseo hasta la Barquera, había más gente en ese paseo, pero como estaba un poco oscuro por las nubes, la sensación era de tranquilidad. Retomé el camino de la tomatera, hace ya casi dos meses que tan solo la cuido, porque otros toman de sus productos “tomatiles”, pero esta vez tuve la posibilidad de coger unos pocos. Empezaban a colorear y tenían el tamaño adecuado.

De pronto oí exclamaciones de júbilo, era una boda, posiblemente fue en el acto del “sí quiero”, donde aplaudieron; opté por acercarme para ver de lejos el acontecimiento y si acababan para hacer mi visita a la ermita. Era una boda pequeña, tranquila, me recordó a la nuestra. El santuario olía a flores y la entrada estaba con confeti, los novios realmente serenos, conversando con los familiares o invitados, esperando la partida en dos microbuses.

Tenía de veras similitud con mi casamiento, me gustan los eventos reducidos, así estás cercano a todos, disfrutas con y entre ellos. Este contrato de nuestras nupcias, se ha dilatado en el tiempo, pasando por todas las fases de esta unión, el romanticismo, la pasión, la madurez, a pesar de los algunos desencuentros entre las partes. Se van acercando posiciones, respetando las diferencias, te complaces con las coincidencias, ries y lloras juntos. Encontrando esa forma de amistad, donde sabemos intimidades sin secretos, costumbres y se desarrolla una paciencia que calma la vida en común.

Según pienso en estos momentos, estoy feliz, a gusto, se compaginan el sosiego con el dinamismo, estoy segura de no romper este “contrato”, ni siquiera puedo plantearme como sería de otra manera, así está bien.

Esta ceremonia ajena, me reconcilia bastante con lo sentido esta tarde, renace la fuerza de la vida, veo como otros se empeñan en vivir juntos, en crear vidas, formar vínculos, es uno de tantos contratos como hoy existen para las parejas, algunos escritos y otros que por callados están dichos. Cada uno elegirá lo que le sea mejor, lo importante es basarlo en aprendizaje, adaptación y cariño, todo es bueno si existe convivencia y paz.

Queridas Uve y Jane al final de este día, las vivencias me llevan de nuevo a recrearme en lo bueno de esta mi existencia, una manzana, un tomate, una boda, una vida, pero sin olvidar que vendrá de todo. Pretendo recordarlo en momentos enrevesados y preocuparme lo minino de cosas que se pueden normalizar, tener la fuerza suficiente para afrontarlas y seguir adelante.

Os dejo un abrazo afable, tanto como este día, con emociones un tanto confrontadas, pero sin amargor.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
24 de 0ctubre de 2009

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