sábado, 25 de octubre de 2014

LA ESCALERA



                                                   

   Aquella mañana de navidad, mientras esperaba su turno en la frutería, las observaba con deleite.  Se imaginó a muchas jornaleras subidas en escaleras vertiginosas, retocadas con pañoletas y ataviadas con mandiles, recogiendo una por una las joyas como rubíes que se exhibían en las ramas más altas.  Luego, para evitar macas por el peso, bajaban los inacabables peldaños y las depositaban en cajas de medio kilo.

  Seguro que aquellas  hábiles recogedoras podían,  cuando les placiera, morderlas, saborearlas, pintarse los labios de rojo carmín.  ¿Cuánto recibirían de jornal por tan delicado esfuerzo de recogida de  la valiosa fruta, por tantas subidas al cielo  y bajadas al suelo vasto y florido de la Patagonia?

  En el mostrador, aparecían sin precio; el frutero se lo susurró al oído: ella se hizo con un cuarto de kilo a precio de oro.

  Caminó hacia su casa, erguida,  con su bolsita de papel suspendida de sus dedos.  Sentada a la mesa del comedor abrió su paquetito: eran doce solamente, iguales en hermosura y frescor.  Las postales de Navidad perdieron su prestancia a su lado.  Tenía que probarlas, saborearlas para la prueba de la noche.  Cerró los ojos y cogió una: la mordió, la olió como se huele un perfume.  El aroma le llenó los ojos de humedad.  El sabor era suave, seda para el paladar.  Se relamió los labios.  Eligió otra y esta vez experimentó con la piel aterciopelada y la comparó con  su mejilla: piel contra piel…Después, la mordió con sus incisivos y brotaron unas gotas con las que impregnó sus muñecas: las olió: era una mezcla de jazmín y rosa.  La hirió de nuevo, el jugo fue a parar a un pañuelito, sorbió el aroma y la pituitaria asintió también.   Aquellas dos muestras de fruta fue lo único que se llevó a  su persona en todo el día.

  Se duchó.  Llegó su asistenta a peinarla y a maquillarla.  Le trenzó la larga melena rubia y se la enrolló en la cabeza –como una escalera de caracol.  Luego la ayudó a ponerse los panties blancos.  Los zapatos rojos de tacón alto y, por fin, subida en una escalera manual, se  hermoseó aún más-  con el vestido níveo, abombado.

  Las luces blancas iluminaron el escenario.  La  modelo dio un pequeño traspiés ¿no iría a desmayarse?   No, era el paso de la oscuridad a la claridad.  A ambos lados del pasillo, lucían árboles pintados de purpurina blanca.  Todos ellos, en las r amas más altas, lucían frutas rojas, las que ella adoraba, pero  la modelo seguía pisando, con un bonito  contoneo, el suelo inmaculado.  A poca distancia, hacia la derecha, los haces enfocaron una escalera de alfombra blanca.

  Con los pies en el primer peldaño,  desde una caja  adornada con una lucecita roja, le llegó  una fragancia  famosa, era el perfume de DOLCE AND GABBANA.

  Siguió ascendiendo sin perder el equilibrio y el buen hacer de modelo.  Otro regalito  blanco y rojo.  Esta vez era  un aroma sexual, masculino, inconfundible –la chica se Arranca y la llave de la habitación abraza el frasco, mientras a él  se  le abre la hebilla del pantalón   - ANTONIO BANDERAS- 

   El trabajo de avanzar peldaños, concentrada en la perfección y en mantener los sentidos  alerta, es  cada vez más arduo.   ¿Qué  contenía la tentadora cajita?  Cerró los ojos, aspiró con fiereza y, por fin, distinguió la silueta femenina de JEAN PAUL GALTIERE, ¡UF!; estuvo a punto ce caerse de miedo.

  Ascendió los escalones con aromas de CAROLINA HERRERA,… de LA COSTE
 
Llegó al último escalón  de unos  veinte centímetros de longitud.   A su derecha, una rama del árbol le ofrecía  - como a Eva-  un frasquito rosado,  ASPIRÓ SU ELIXIR  Alzó un poco más sus tobillos,  estiró  los dos brazos,  se ladeó un poco con la escalera… y en el cuenco de sus manos recibió el frasquito rosa de NINA RICCI.

                                             
 San Vicente de la Barquera,  ll de enero de 2013
                             Isabel bacaran ©

No hay comentarios: