viernes, 13 de junio de 2014

SECUELAS




            Si mi cuñado no me hace la putada de no venir a buscarme, a San Antonio iré mañana. Con gafas negras como si fuera un miembro de la camorra napolitana, y con un bastón, porque ya son tres patas las que necesito para trasladar mi esqueleto de un lugar a otro. Con sombrero, porque también tengo problemas de piel, y con las cápsulas correspondientes en el bolsillo, para tomar en la comida y matar con ellas el exceso de plaquetas en mi sangre. Pero peor sería no verlo.

            Voy hasta con el permiso del oftalmólogo que me operó.  “Con tal de que no conduzcas, y procurando no hacer con la cabeza movimientos bruscos…”  Y de esta forma quedó salvado el primer proyecto que yo temí me estropeara la dichosa catarata.

            El segundo, le resolví por mí mismo, pues si quien más sabe de lo que debo hacer, me deja ir al Monte Corona, para ir un par de días a Isla con la gente de Val de San Vicente, mejor es no habérselo preguntado.  Vamos el lunes 16, y volvemos el martes 17. Y es que somos miembros de la Asociación de la Tercera Edad de aquel Ayuntamiento. No en vano vivimos 16 años en Muñorrodero,  y mantenemos  en la zona un montón de amigos.  Y como viajamos en autobús, tampoco necesito conducir.

            Pero, claro, no todos los problemas se pueden solucionar. Por lo que según estoy viendo, el tercer proyecto, que era ir a comer al Casino de Puente Viesgo el próximo día 20, se me va a fastidiar.  En un mes no puedo conducir, y Puente Viesgo está un poco lejos para ir caminando, ni con la ayuda del bastón. ¡Ya temía yo que esta p… catarata, me dejara alguna secuela!

            Desde que me jubilé hace veintitrés años, es la primera vez que falto. Una gentileza que aún sigue manteniendo Nestlé con sus colaboradores jubilados es esta fiesta que nos prepara todos los principios de verano: Visita a la fábrica para que conozcamos todas sus innovaciones, y luego una comida de hermandad, por todo lo alto, en algún restaurante con cierto postín, a la que nos acompaña el director de la fábrica y sus principales mandos.  Es una  excelente ocasión de verse de nuevo con viejos amigos. Alguno notará mi falta, y como de costumbre, investigará con cautela…”Falta Fulano. ¿Sabéis algo…?  ¡Ah, pero vive!”  Es lo normal, cuando nos reunimos no menos de cuatrocientas personas con la fecha de caducidad cumplida.  Una putada de la catarata. Pero como dije antes, peor sería no verlo.ç

               Jesús González ©

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