miércoles, 21 de mayo de 2014

TEJO VERSOS EN MEMORIA DE NERUDA



Cae la lluvia entre la vida
y la muerte,
una zona intermedia
que moja el tiempo
donde la brisa se sosiega…
Cunde el miedo entre el crujir de luces,
lejanas,
y entretejidas
en una inmensa tela de araña resplandeciente,
con un estruendo inusitado
que lame el alma,
que pinta el llanto en los bebés
y que hace resonar tras los ventanales,
la nana de la madre…,
mientras, en su regazo,
tintinea un eco de caricias…

La lluvia apareció con desgana
entre los dedos extendidos al cielo,
y, ahora sobre el paraguas,
recorta su caída
en un rompecabezas inconcluso;
te miro
y te remiro,
te abrazo de sesgado
sin parar nuestro paseo
y siento en mi boca
el aliento desbocado de la tuya
por la prisa que nada
sobre el suelo.

Perdida mi vista contra la cortina lanzada por los cielos
oigo caer la lluvia,
y te miro de nuevo,
paro tus pasos y los míos
y me vuelvo a tus ojos,
dos lunas al amparo
de la noche destilada,
y esta vez, rozo tu boca en el rítmico
goteo que nos rodea
y me abrazo a ti,
con dos únicos espectadores,
la caña y el puño del paraguas,
hasta desaparecer en ti…

Siento el salpicar de nuestros corazones
repiqueteando en la tela arrogante
que, junto con el agua,
desaparecerán en busca del camino a los desfiladeros,
atravesarán los arroyos
reinando en las acequias,
esparciéndose entre las piedras
y las ramas de los árboles…,
hasta llegar a los pozos
y las mares lejanas,
como el mundo real
llega a los enamorados.

La lluvia zahiere el suelo
y limpia la existencia,
derrochando sutilezas
describe elipses
y planetas,
malpare sobresaltos
encarándose al suelo
y crea burbujas inexactas
que nunca vuelan…

La lluvia alcanza los silencios
y los fragmenta
en ese tintineo hipnotizante
que hace decidir la vuelta al hogar,
que empapa puertas
y ventanas,
que apaga los libros
mientras la tenue luz de las viviendas
se anega de pestañas,
en esa nana goteante
que desalienta cualquier actividad
y se abraza al sueño.

En la soledad de las alcobas
una gota se hace intérprete
desde un canalón que se convierte en la batuta
de una percusión en forma de caldero,
en una serenata monocorde…
Entre las sábanas
beso tus labios templados,
serenos,
y cuento esas gotas
para juntarlas con cada uno de los poros
que, antes de dormirme,
recuento de tu piel.

Gota a gota,
poro a poro,
verso a verso,
me atrevo a amarte
y quiero ser
el paraguas protector
de tu tiempo de vida
en la mía,
y evitar que te cale la maldad,
las riadas,
las tormentas,
y que te arrastre el viento
de la angustia.

Escucho con tranquilidad la lluvia
y bajo el tejado
te sigo queriendo;
el agua hoy
tampoco se llevará nuestro amor.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
19-V-2014

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