No es tan mal asunto lo de los
“manteros”, y además empiezo a comprender la soterrada fobia que sienten hacia
ellos los guías del Inserso. Esta vez, ni una sola excursión hice yo con éstos;
lo primero porque la mayor parte de las veces hay que caminar más de lo que
yo puedo, y lo segundo porque todas salen por un promedio de entre
cincuenta y sesenta euros. Con comida, claro, con comida. Pero es que la comida
la tenemos pagada en el hotel, y del hotel yo no percibo una bonificación por
no haber comido ese día. Como son cientos los clientes que a causa de las
excursiones no comen en los hoteles, es mucho el dinerito que estos se ahorran;
y supongo yo que esos ahorros no serán únicamente para las cadenas hoteleras…
Vamos, que van a ser tontos los que manejan el cotarro “Insersal”…
Antes, es
decir, cuando yo me sentía con ánimos para conducir en cualquier terreno, me ponía de acuerdo con otra pareja, alquilábamos un coche sin
conductor, nos costaba la excursión una cuarta parte; parábamos donde se nos
antojaba, nos movíamos con entera libertad de horarios y salíamos y
entrábamos al hotel cuando nos daba la
gana. Entiendo perfectamente que me faltaban las explicaciones del guía, pero
es que yo antes me pasaba por la oficina de Turismo, pedía folletos y sabía más
o menos lo que iba a ver, y sobre todo lo que
a mi me interesaba o no me interesaba ver. Ahora ni siquiera esa
molestia: antes de salir de casa, todo el mundo lo puede ver por internet.
Y las explicaciones del guía… mira,
si yo no voy a hacer un profundo estudio sobre el asunto, ni a participar en
“Saber y Ganar” o “Pasa Palabra”, que más me da a mí saber por ejemplo, si Chopin
estuvo en Valdemosa el invierno de 1838
al 39, o fue del 39 al 40…? Lo
importante es saber que estuvo, y por añadidura, con quién estuvo.
Pues a Valdemosa llevó el Inserso una
excursión de las del precio anteriormente dicho, y sólo vieron una panorámica
del pueblo, y el interior de una cafetería para que probaran la “coca de patata”. Que
yo no digo que alguien tuviera comisión en esa propaganda del dulce local, pero
no puedo por menos de sospechar. Además ya dije en algún otro lugar que suelo
ser mal pensado, y es que piensa mal, y…
Llovía, la verdad es que llovía. Pero ocurría que en ese precio de los
cincuenta y pico euros no entraba la visita al interior de la famosa Cartuja,
ni hubo una voz autorizada que dijera:
“El que tenga un paraguas, tiene media hora de tiempo para dar una vuelta por
las calles de este pueblo, que bien
merece la pena”. No, lo importante era marchar corriendo a visitar… ¿visitar…?
Ja,jajá, otro lugar, para que la excursión fuera de lo ”más completo”. Vamos,
casi como lo de la película: Un minuto para la foto, y corriendo a otra ciudad.
Pues fui a Valdemosa con los
“manteros” sabiendo que tenía que
aguantar el chaparrón, (no de agua, que hoy sábado luce el sol que da
gloria verle), sino de la verborrea de
una mujer gorda y rubia que según contó, tuvo un gravísimo accidente de coche, con unas secuelas tan
tremendas, que no se pudo librar de ellas hasta que un hermano suyo que es
médico, y otro médico amigo de su hermano, hicieron junta de médicos con otros
importantes médicos de no sé que países, y diagnosticaron que para curarse totalmente, lo único que
necesitaba era dormir en un colchón, exactamente igual que los que ella vendía.
Os juro que no me aburrí. Cada cual
cuenta las películas a su manera, y yo me distraje escuchando la de esta
señora, mientras le observaba unas patas
de gordas un poco menos que las de un elefante, disimuladas en el interior
de unas botas que le tapaban las rodillas.
Pasando frente a la cárcel la guía
nos aseguró que estaba super protegida con doble alambrada, y no por miedo a
que se escapara algún preso, sino para que no entraran nuevos clientes
voluntarios, donde encontrarían
pensión completa con calefacción, gimnasio, patio de deportes, biblioteca y
televisión, y hasta la posibilidad de
volver a salir a la calle con un puesto de trabajo. ¡Anda, casi igual que los
cinco y pico millones de parados, que no encuentran bocado que echarse a la
boca!
No pasó de la hora la charla comercial, cuando Natalia, la guía del bús,
nos llevó hasta Valdemosa donde tuvimos una hora para pasear el pueblo a
nuestro antojo. Gracias a los “manteros” visité el pueblo por segunda vez Os
juro que es uno de los más bonitos que he visto en mi vida. Para ser menos
radical, si no es de los más bonitos, sí es de los que más me han gustado a mi,
junto con Arcos de la Frontera en Cádiz, Besalú en Gerona, Trujillo en Cáceres y
nuestro Santillana del Mar en Cantabria.
Como no hicimos compra importante a
los “manteros”, (sólo compra el que quiere comprar, aunque ellos tratan de que sean
cuantos más), para no viajar lo que se dice de gorra, las mujeres adquirieron
unas cremas de las que les quitan de la cara veinte años, y unos perfumes de
flor de Almendro, que enamora de ellas a todo quien las huela…
Jesús González ©
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