No
es que en mi época fuéramos más listos; simplemente éramos menos tontos. No necesitábamos que el Corte Inglés, a la
cabeza de todos esos comercios que están desando sacarnos de los bolsillos el
poco dinero que guardamos en ellos, nos intentaran casi a la fuerza, hacernos
comprar un regalo para este día.
Nosotros,
los antiguos, nos queríamos todos los días del año, y cualquier motivo era
bueno para hacerle un regalo a nuestra pareja. Se lo hacíamos para festejar su
“cumple”, su Santo, el día de Reyes, o simplemente por arrancarle así, de
propia iniciativa, uno de aquellos besos tan especiales… Y lo hacíamos unas
veces por tradición, y otras simplemente porque se nos antojaba; pero siempre
por propia iniciativa. Ahora parece como si todos los medios de comunicación se
hubieran puesto de acuerdo para informarnos de que el día l4 de febrero de
todos los años, es San Valentín el patrón de los enamorados, día en que las
parejas deben quererse, y demostrárselo uno al otro con un regalo cuanto más caro mejor.
Tampoco
acabo de comprender qué pinta San Valentín liderando los negocios
mercantiles de medio mundo, cuando él jamás se dedicó a la venta de perfumes ni
de lencería fina, y mucho menos de tangas de gasa roja, ni de teléfonos móviles y demás virguerías
electrónicas que cada día aparecen en el mercado.
Seguro
que a todos esos comerciantes que tanto bambolean en estos días el nombre
del Santo, les importa un comino la santidad del tal santo, y si alguien se
decidiera a preguntarles a cerca de él, no encontraran respuesta que dar. Pero
para quienes queráis saber un poco más: Parece ser, siempre con las debidas
reservas que debemos aportar a estas
historias, que el bueno (o lo mejor no tan bueno), de San Valentín no
fue otra cosa que un médico romano que en tiempos del emperador Claudio el Gótico se hizo sacerdote y se dedicó a
casar en secreto a soldados del Imperio. Esto lo había prohibido el Gótico
porque sus hombres debían consumir todas
sus energías en las batallas que tan frecuentemente surgían, y no entre las faldas de las amas de casa.
Por ello, en el año 270, el Emperador mandó degollarle y se quedó tan fresco.
Supongo
que de ser patrón de algo, San Valentín debería serlo de los amores prohibidos.
Pero claro, los prohibidos, aunque sin duda son los más apasionados, no son ni
mucho menos, los más comerciales. Por eso, porque son prohibidos y además
suelen ser secretos. ¡Y vete tú a la cama con tu mujer, con el secretismo y con
el perfume en el cuerpo del regalo que le hiciste a la otra…!
Jesús González ©
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