A Pedro le conocí hará aproximadamente medio año, un día que acompañado
de Francis apareció por la Biblioteca de San Vicente con el objeto de hacerse
socios del Club de Lectura. Dos o tres meses más tarde, Pedro dio un paso más,
y también se hizo miembro de nuestro Taller de Escritura. Las letras tienen
eso, que tanto si las lees como si las escribes en grupo, tal como lo estamos
haciendo nosotros, aceleran la amistad de tal manera, que los que así,
físicamente no pasan de ser más que conocidos desde un corto período de tiempo,
en el fondo de nuestras almas sentimos
la confirmación de una amistad que ha de
hacerse prolongada.
A Simba le
conocí ayer, cuando Pedro nos le presentó en “Susurros Barquereños”. Simba es
un africano de color, como lo son la mayor parte de los africanos. Pertenece a
la etnia masai, que habita en la parte meridional de
Kenia y en la septentrional de Tanzania Es uno de esos tipos clásicos que las enciclopedias siempre
nos han mostrado cubriendo el cuerpo con
un manto rojo anudado sobre el hombro izquierdo, y un largo cayado en la mano,
y que se dedican principalmente al
pastoreo de sus ganados.
Lo que nunca
aprendí yo de las enciclopedias es lo mucho que aprendió nuestro amigo Pedro
con solo unas horas de convivencia con su amigo Simba: Aprendió entre otra
muchas cosas que hombres y fieras conviven sin problemas en la
selva porque cada uno de ellos respeta
los hábitos y costumbres de sus vecinos, hasta el punto en que por
ejemplo, unas hojas que normalmente
recogen los masai para ponerlas en sus viviendas porque su olor ahuyenta toda
clase de mosquitos, en los meses de plena canícula nadie las corta, porque
deben dejarse para sombrear la siesta de los leones, sin bichos que los moleste.
Aprendió a maravillarse
con los destellos iridiscentes de un minúsculo escarabajo, cuya grandiosidad en
miniatura superaba con creces a los espectáculos de agua, luz y color, que con
toda su parafernalia nos muestra el
mundo civilizado. Y aprendió sobre todo a respetar la vida del más pequeño de
los insectos, cuyo camino en la selva cuidó muy bien Simba que no perdiera el
rumbo.
Hasta hoy
sólo sabía de Francisco de Asís que,
movido por la mística llamara Hermano Lobo al lobo, y Hermano Cuervo al
cuervo. Pero Simba y su pueblo movidos únicamente por la más pura de las
convivencias, y por el sentido común más natural y limpio del mundo, no solo
llaman, sino que se sienten realmente hermanos de cuantos seres vivos pueblan
la tierra.
¡Hurra, por
el pueblo masai! Y que aprendan de ellos los listos civilizados del resto del mundo, que fabrican y
venden armas de fuego para que podamos
matarnos unos hermanos a otros… Te
envido Pedro, porque pudiste despedirte con un abrazo de un amigo como Simba.
Jesús González ©
1 comentario:
Me alegro de que mi pequeño escrito haya dado tanto de sí, y comparto todo lo que dices.
Me siento muy orgulloso de haber encontrado un hueco en vuestro grupo.
Un abrazo.
Pedro
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