jueves, 27 de febrero de 2014

PEDRO Y SU AMIGO SIMBA



            A Pedro le conocí hará aproximadamente medio año, un día que acompañado de Francis apareció por la Biblioteca de San Vicente con el objeto de hacerse socios del Club de Lectura. Dos o tres meses más tarde, Pedro dio un paso más, y también se hizo miembro de nuestro Taller de Escritura. Las letras tienen eso, que tanto si las lees como si las escribes en grupo, tal como lo estamos haciendo nosotros, aceleran la amistad de tal manera, que los que así, físicamente no pasan de ser más que conocidos desde un corto período de tiempo, en el fondo de nuestras almas  sentimos la confirmación de una amistad que  ha de hacerse prolongada.

            A Simba le conocí ayer, cuando Pedro nos le presentó en “Susurros Barquereños”. Simba es un africano de color, como lo son la mayor parte de los africanos. Pertenece a la etnia   masai, que habita en la parte meridional de Kenia y en la septentrional de Tanzania Es uno de esos tipos  clásicos que las enciclopedias siempre nos  han mostrado cubriendo el cuerpo con un manto rojo anudado sobre el hombro izquierdo, y un largo cayado en la mano, y que se dedican principalmente al  pastoreo de sus ganados. 

            Lo que nunca aprendí yo de las enciclopedias es lo mucho que aprendió nuestro amigo Pedro con solo unas horas de convivencia con su amigo Simba: Aprendió entre otra muchas cosas que hombres y fieras conviven sin problemas   en la selva porque  cada uno de ellos respeta los hábitos y costumbres de sus vecinos, hasta el punto en que por ejemplo,  unas hojas que normalmente recogen los masai para ponerlas en sus viviendas porque su olor ahuyenta toda clase de mosquitos, en los meses de plena canícula nadie las corta, porque deben dejarse para sombrear la siesta de los leones, sin  bichos que los moleste.

            Aprendió a maravillarse con los destellos iridiscentes de un minúsculo escarabajo, cuya grandiosidad en miniatura superaba con creces a los espectáculos de agua, luz y color, que con toda su parafernalia  nos muestra el mundo civilizado. Y aprendió sobre todo a respetar la vida del más pequeño de los insectos, cuyo camino en la selva cuidó muy bien Simba que no perdiera el rumbo.

            Hasta hoy sólo sabía de Francisco de Asís que,  movido por la mística llamara Hermano Lobo al lobo, y Hermano Cuervo al cuervo. Pero Simba y su pueblo movidos únicamente por la más pura de las convivencias, y por el sentido común más natural y limpio del mundo, no solo llaman, sino que se sienten realmente hermanos de cuantos seres vivos pueblan la tierra. 

            ¡Hurra, por el pueblo masai! Y que aprendan de ellos los listos civilizados  del resto del mundo, que fabrican y venden  armas de fuego para que podamos matarnos unos hermanos a otros…  Te envido Pedro, porque pudiste despedirte con un abrazo  de un amigo como Simba.

             Jesús González ©

1 comentario:

Pedro dijo...

Me alegro de que mi pequeño escrito haya dado tanto de sí, y comparto todo lo que dices.
Me siento muy orgulloso de haber encontrado un hueco en vuestro grupo.
Un abrazo.
Pedro