Dicen
que cierra algunos de sus centros, y como consecuencia de ello, un montón más
de españoles se quedan en el paro. ¿Existe algún modo de ponernos en contacto
todos los españoles para cerrar el
gaznate al mismo tiempo y no volver a
beber semejante porquería?
En
mi juventud no conocíamos la coca-cola y estábamos tan panchos. Bebíamos
refrescos de zarzaparrilla que además de
quitarnos la sed, nos aportaba propiedades diuréticas y diaforéticas, lo que
quiere decir que meábamos que daba gusto, y que
la sangre circulaba por nuestras venas sin un tropiezo de esos que te llevan deprisa y corriendo a un hospital.
Además teníamos las botellas de bolinche de cuarto de litro de agua gaseosa, o
los refrescos de agua de manantial con zumo de limón de Novales y un poco de
azúcar, que no existe en el mundo ni coca ni cola que lo supere.
Pero
el marketing es el marketing, y lo
primero que hicieron los americanos cuando decidieron vender aquí su bebida con
colorantes, conservantes, aromatizantes y un montón de “antes” más, fue inundar
nuestro país de carteles con el nombre de “Coca-cola”. Fíjate como sería la
cosa, que una vez que Franco visitó una escuela de barrio en Madrid, hubo un
niño que no le reconoció, y el maestro escandalizado exclamó: Pero Pepito, no
digas que no le conoces, si su nombre aparece escrito en todos los periódicos y
carteles de España. Y el niño todo presuroso respondió: Ah, sí, ya sé; es el
señor Coca-cola.
Y
como el nombre de Coca-cola nos le metieron en el subconsciente poco menos que a martillazos, cuando en un bar nos preguntaban que
queríamos beber, el primer nombre que afloraba era ese. Así empezamos como sin
darnos cuenta, y cuando ya estábamos todos encocacolizados nos montaron aquí unas plantas embotelladoras para que
tuviéramos más cerca el suministro. Ocurrió que llegó esta crisis, y cinco
millones de parados se vieron obligados a abandonar el consumo de Cola; y otros que aún no se
pararon, lo toman con contadotas procurando reducir gastos por aquello de lo
que pueda pasar.
Los
señores cocacoleros notaron el bajón de ventas y se dijeron que como ya no son
espuertas de dinero lo que se llevan para América, que a los españolitos les
den por donde Caperuzita llevaba el cesto, que ellos se marchan, y que se
marchan tranquilos porque además de españolitos somos tan tontos, que
seguiremos bebiendo su brebaje aunque se envase en la Cochinchina…
Jesús González ©
1 comentario:
¡Hecho, Jesús! Paso de la Coca-Cola. Mañana voy al Mozucu y pido un refresco de agua de manantial con zumo de limón de Novales y un poco de azúcar. Si el lunes no aparezco por la biblioteca, no es que haya desertado: es que no me han dejado salir del loquero.
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