Las
de entonces. Las que fabricaban en
Cabezón de la Sal los padres de Nino en La Pesa, y los de Paquito Alegría cerca
de la iglesia. Aquellas de suela de esparto, o de cáñamo si ya querías cosa
buena. No había estas tonterías de hoy,
que si flores, que si cuñas; que si piso antideslizante, que si….
No. Aquellas eran todas planas. Lona blanca, o lona negra. Y para
algún caprichoso, como mucho, lona azul. Era el calzado nuestro de cada día. El calzado
de los hombres, y el de las mujeres. El de
los chicos, y el de los grandes.
El de a diario, y el de los domingos y festiv…. No. Eso no. Que a diario se calzaban las viejas, y para
ir a misa o plantarse por las tardes en
la Venta de Lamadrid para bailar al son del “altavoz” delante de la tienda de Clemente, se calzaban
las nuevas.
Las primeras, las de a diario, las había que
dejaban de caber dentro de las albarcas, porque la suela se había reventado y se habían ensanchado de tal forma, que si
las mirabas por abajo se parecían más a una pala de jugar a la pelota, que a la
suela de una alpargata. Claro que había madres habilísimas, que con una
lezna y un hilo de brabante las
atravesaban de parte a parte, y tirando
fuerte y volviendo a repetir, lograban aquello que parecía imposible de
recuperar su forma primitiva.
Lo
normal es que los críos lleváramos fuera los dedos gordos de los pies; y
algunos hasta un par de dedos más. Esto sucedía a pesar de zurcir y rezurcir
las mujeres las punteras de las alpargatas con hilo gordo. Pero es que, con
balones hechos con bolas de sacos rellenas de trapos, si queríamos chutar como
Dios manda y meter un gol por una de aquellas porterías hechas con dos palos de
“saúcu” “jitáos” en el “prau del Llanu” de Alicia, el hilo gordo tenía que
haber sido de alambre para que pudiera
resistir tales embates.. Y claro, las madres se cansaban de zurcir, y se olvidaban
de ello hasta que en lugar de los dedos, lo que salía por la punta de las
alpargatas, era el pie entero hasta la mitad del empeine. Esto daba lugar a que
la materia gris del cerebro de las madres echara chispas discurriendo la mejor
de las soluciones, y terminaran cogiendo un trozo de pana negra de la pernera
de un pantalón viejo de nuestros hacedores, y echaran a las alpargatas
unas punteras completas y
totalmente nuevas, tan bien encajadas en su lugar, que ya quisieran para sí,
muchos zapateros de alto diseño.
A
las alpargatas les solía ocurrir lo contrario que a sus dueños. Estos con el
tiempo se encogían. Las alpargatas con
el tiempo se estiraban. Se reventaba la lona, y al andar, el pie se descalzaba.
La solución fue ponerles unas cintas para atarlas bien atadas, y aunque las mujeres lo aceptaron de buen
grado, a los hombres no les pareció tan buena solución. Aquello de agacharse
para atar y desatar, no lo veían muy varonil, seguramente teniendo en cuenta
que en aquella época las cintas eran como cosa exclusivamente de mujeres: Las
cintas del delantal, las de las bragas, las del sostén…
Las
cintas tuvieron su éxito en las alpargatas blancas mientras se consideraban
nuevas. Se puso así como de moda, unas cintas largas y blancas que se ataron
cruzando y vuelta a cruzar pierna arriba. Los mozos lo aceptaron de buen grado
en cuanto comprobaron lo bien que podían bailar la jota sin que se les descalzaran las alpargatas.
Mozas
y mozos todos juntos en unión calzaron alpargatas blancas con cintas blancas
durante los veranos de un par de décadas para ir a las romerías de los pueblos
de los alrededores del suyo. Kilos y kilos de “blanco España” se consumieron en
esas décadas para pintar de blanco las alpargatas y cintas blancas, que en lugar de blancas fueron
blanquísimas. Pero esta vida alegre de las alpargatas blancas, siempre fue más
corta que el de las alpargatas negras.
En cuanto la uña del dedo gordo del pie
iniciaba la más débil perforación, se la
consideraba no apta para fiestas y romerías. Se la rebajaba a la categoría de
“a diario”, e incluso se la teñía de negro con tintes Iberia, porque era un
color más sufrido para los quehaceres a los que finalmente se la iba a destinar.
Jesús González ©
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