lunes, 12 de agosto de 2013

TODOS SOMOS NECESARIOS





            Pero nadie imprescindible. Esto lo dijo alguien hace un montón de años, y escuchado así, parece que tuvo razón; porque el mundo ha seguido su camino a pesar de haber desaparecido de su faz  desde el más  listo  hasta el más tonto de cuantos nos precedieron. Y sin embargo somos tan ilusos, que cada uno de nosotros nos creemos el motor que hace girar la tierra.

            ¡Pero, Dios mío, que necios somos! ¡Y sobre todo, que petulantes! Medita un par de segundos, mira hacia adentro de tu persona, y dime con sinceridad, ¿a que en lo más íntimo de tu ser te crees con dotes superiores a la mayor parte de la gente que te rodea?

            ¡Pues es mentira! La persona que está a tu lado, piensa lo mismo que tú. Y el otro, y el otro… Aquí, más o menos, somos todos parecidos. De ignorancia vamos muy parejos, lo que ocurre  es que  no todos  ignoramos  las mismas cosas, ni al mismo tiempo.  Cuando yo no era más que un mocoso, ya decía aquel viejo de mi pueblo a quien le gustaba  pensar, que sabían mucho más un ingeniero y un pastor analfabeto juntos, que el ingeniero sólo. Y es que en realidad, ambos eran ignorantes teniendo en cuenta lo que sabían, comparado con lo muchísimo que ignoraban.

            Lo que ocurre es que a la sapiencia, cada cual le pone el listón a la altura de lo que él esté dispuesto a saltar,  y a quien no lo salta le llama ignorante. A quien le sobrepasa se le suele ignorar, por aquello de que no es agradable que un  extraño nos de sombra. Y si el individuo es demasiado notable como para no poder ignorarle, admitimos así, como con solemnidad, que es inteligente, y digno  de estar  a la altura de nuestro círculo.

            En el fondo no somos más que simples comediantes a quienes la vida nos reservó  a cada uno un papel  a interpretar,  y como lo mejor repartido que hay en este mundo es el entendimiento,  (porque cada cual está con el que tiene contento),  todos nos creemos que interpretamos el nuestro de maravilla.

            Pero  la verdad es que los mejores intérpretes son los que les tocó el papel de tontos, porque al serlo, ni siquiera se dan cuenta que lo están interpretando, y se  muestran tales como son. A estos les siguen los realmente importantes, que por estar muy por encima de tanta banalidad, pasan de los que somos mediocres, preocupados siempre de aparentar mucho más de lo que en realidad somos, y preocupados sobre todo en descubrir lo  mal que se expresa el vecino, lo peor que viste, lo peor que come, con qué  personas de tan baja ralea alterna… Y es eso, que somos tan mediocres que para sentirnos a gusto con nosotros mismos, necesitamos que las faltas (¿faltas?) del vecino sean bien visibles, (y si no lo son, ya las haremos notar nosotros), para sentirnos en un estatus superior al que realmente pertenecemos.

                                           Jesús González ©       

No hay comentarios: