lunes, 5 de agosto de 2013

SOÑANDO





        El verano fue para los dos como una inyección de optimismo y bienestar. Les parecieron hermosos los amaneceres por la  luminosidad brillante y alegre que se colaba  hasta llegar a ellos, bajo el arco  gigante del puente que metía  la autovía a la  ciudad.



            Se levantaron con diligencia, doblaron las viejas mantas, y recogieron casi con mimo los grandes y gruesos cartones que les servían de lecho, y luego de dejarlo primorosamente colocado contra el hormigón del puente, sacudieron  con dos manotazos las arrugas de sus pantalones.



            Miraron al sol naciente.  Estiraron los cuerpos levantando hacia el cielo una mano, y la otra hacia el suelo, y se sonrieron con una mueca   que dejó al descubierto los dientes podridos y sucios.  Se volvieron hacia el muro dos metros más lejos de sus enseres, y aflojaron la presión de sus vejigas tatareando una canción de moda.



            Se habían conocido  apenas un año antes pidiendo casi con timidez en una estación del metro. Fue la falta de fuego para encender un pitillo lo que le hizo titubear a Juan,  y cuando levantó la vista se encontró de cerca con la llama encendida del mechero de Luis. Fumaron a medias pasándose cada tres chupadas el cigarrillo, y cuando le terminaron  de fumar ya eran amigos.



            Se contaron a grandes rasgos  el fracaso de sus vidas. En el vigésimo piso de un inmueble en construcción se enteró Juan de que ya no clavaría más clavos en los encofrados de futuras vigas, porque la compañía constructora había quebrado, y cuando intentaba asimilar la noticia recibida, le informaron que por la misma causa tampoco cobraría el mes que ya había trabajado.



            A Luis se le cayó al suelo la manga de riego cuando el jefe de los jardineros le avisó de que al día siguiente pasara  por la oficina  del ayuntamiento para firmar el finiquito y cobrar ocho días que se le debían hasta el momento del reajuste de personal que acababa de dejarle en la calle…



            Se abrocharon los botones de los pantalones, ajustaron cada cual su cinturón, y  cargando  a las espaldas sus mochilas azules, miraron con optimismo el camino que como de costumbre los llevaba en busca de la caridad de unos y de los despojos de las sobras de otros.



             Caminaban con lentitud mientras hablaban de banalidades, cuando aún sin pretenderlo Luis se agachó para recoger un papel doblado. Lo desdobló con indolencia, y miró sin fijarse mucho las seis caras iguales. De repente reparó en la fecha, y entonces exclamó con  entusiasmo:



            -¡Anda! Son seis décimos de lotería que todavía no se jugaron. ¡Se sortean el día 15!  ¡La próxima semana!



            Juan puso la diestra sobre el hombro de su amigo para mejor contemplar los billetes. Hubo unos segundos de silencio; los dedos de Juan oprimieron el hombro de Luis, y como si hablara consigo mismo, murmuró.

           

            -Mira que si nos tocara…



            Y empezaron a soñar. Cuando se sueña despierto, no se sueñan tonterías. Se sueña, o no se sueña. Y si se sueña con la lotería, es siempre con el primero de los premios, que para poca y mala salud, más vale morirse.



            -Lo primero que compraría  es una casa con una buena cama. ¡Hace tanto tiempo que no duermo en blando!



            -Pues yo compraría un coche como ese rojo que va ahí… ¡Fíjate como fardan!



            -Si nos toca, lo primero una buena cena. Y no en un restaurante cualquiera. Con un buen vino de marca…



            -Oye, y ropa nueva. Ropita de marca, eh; nada de trapos baratos…



            -Y después de cenar, al teatro. Que nunca he ido a un teatro, y ya va siendo hora



            - ¿Y los pobres? ¿Qué les damos a los pobres?



            - ¡Jo, no fastidies Luís, que para tanto no va a dar el  premio!  Cada cual que arregle su vida, y que no esté siempre esperando que los demás les saquen las castañas del fuego…



                                                  J. González ©

1 comentario:

lns Ángeles Sánchez Gandarillas dijo...

Ay Jesús, una bonita reflexión sobre la diferencia de formas de vida y el cuento de "La lechera". Nos vemos esta tarde con Sara. Lines